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La sedición y los acomplejados

La reforma de la sedición ha estrechado la alianza entre los que quieren acomplejarnos y los que están acomplejados.

La reforma de la sedición ha estrechado la alianza entre los que quieren acomplejarnos y los que están acomplejados.
Los cabecillas de la sublevación del 1 de Octubre. | EFE

Hay que reconocer al nacionalismo catalán su capacidad para explotar el viejo y conocido complejo español frente a "Europa". Lo ha hecho siempre, proyectando la idea de que en el país llamado España, el único retazo de europeidad que existe desde tiempo inmemorial es la Cataluña nacionalista. El resto, ya se sabe, no sería más que un patatal poblado por gentes a las que no han llegado las luces de la civilización ilustrada. Este constructo de un supremacismo engreído ha tenido larga vida. La ha tenido, sobre todo, porque conecta con una idea parecida que yace, ni demasiado oculta ni bajo siete llaves, en el núcleo blando del progresismo español. Un separatista catalán es alguien que quiere romper el DNI español en pedazos y si no lo hace es por las inconveniencias que trae hacerlo. Un progre español es alguien que se avergonzaba de su pasaporte cuando tenía que enseñarlo en las fronteras de la admirada "Europa".

La íntima relación entre las fanfarronadas del separatismo y el complejo que arrastran no sólo los progres, pero ellos de forma ostensible, se hace muy visible desde 2017 en todo el ir y venir de las actuaciones judiciales contra los autores del golpe. Cada vez que un juez de Bruselas o unos de Schleswig-Holstein se pronunciaban de alguna forma en contra de una orden de la Justicia española, las figuras insignes del progrerío salían a decir, con muecas de reproche, que España estaba haciendo el ridículo una vez más, como ya sabían ellos que iba a ocurrir. No importaba cuál fuera la realidad del caso. Junto a los gritos triunfantes del separatista estaban siempre los remilgos de ese progresista convencido de que España está tan horriblemente atrasada en sus leyes como en todo lo demás porque aún no ha salido del siglo XV.

La reforma de la sedición ha estrechado la alianza entre los que quieren acomplejarnos y los que están acomplejados. Cuando se propuso rebajar las penas de los condenados por el 1-O, el Gobierno puso el cebo para el acomplejado: la sedición había que reformarla "para homologarnos a Europa". No para contentar al separatismo, no para conseguir los votos de tal partido, que suena sucio, sino para deshacernos de antiguallas legislativas y ponernos al nivel de los avanzados. Ahora, el Gobierno y algunos buenos ayudantes difunden que, en Europa, un delito semejante a la sedición se castiga con penas muy inferiores a las que tenemos en este retrógrado país y aportan tales y cuales datos. No dicen que comparan cosas diferentes. No dicen que esas penas inferiores en Europa son para desórdenes públicos. No dicen que van a reducir la sedición a una algarada. No dicen que van a equiparar el golpe del 1-O a una quema de contenedores en un follón en la calle.

Todo esto lo ha explicado la catedrática Teresa Freixes. Leánla. Y leánla quienes aún no han sido capaces de oponer argumentos a las falacias gubernamentales. A los acomplejados no los vamos a desacomplejar. Hay misiones imposibles. Seguirán mordiendo el anzuelo.

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