Este domingo comienza en Egipto una cumbre más para abordar el llamado cambio climático en el planeta, que nunca ha tenido nada que ver con el clima y todo con la agenda anticapitalista de los Verdes alemanes, que tras tomar el Panel del Cambio Climático en la ONU, han impuesto en la Unión Europea su política de acabar con los coches –para lo que hay que acabar con la gasolina–, con la agricultura –para lo que hay que acabar con el diesel–, con la ganadería –persiguiendo la carne– y con la economía de los países de la Unión Europea, secuestrados por sus dirigentes y que han renunciado, según los casos, al carbón –Francia– las nucleares –Alemania– y en algún país especialmente desgraciado, como España, hasta a la minería.
La prohibición de cualquier coche no eléctrico
Hace una semana supimos que "los representantes de los gobiernos de la UE", unos representantes que nadie conoce, nadie ha elegido y no han llevado al parlamento de ninguno de los 28 países europeos esas medidas, habían decidido la prohibición para 2035 de todos los coches de gasolina, de gasoil e incluso híbridos, para lograr el 0% de emisiones de CO2.
Los medios de comunicación, tomados por progres descerebrados y abducidos por el alarmismo climático, no han puesto el grito en el cielo ante la peor agresión que ha sufrido la economía de la UE desde su fundación. Nada extraño, porque todo lo relacionado con el clima sufre una censura feroz.
La emisión de CO2 de los países europeos es de algo menos del 10% de lo que produce el planeta, de forma que en Egipto la secta climática y sus secuaces políticos, van a partir en sus melopeas apocalípticas de olvidar un dato tan importante como el 90% de las emisiones mundiales de CO2. El hecho de que sigan reunidos desde este domingo, acaben redactando un papelucho sobre lo inaplazable, urgentísimo, vital y desesperado de las medidas que se les van ocurriendo a los profesionales del pánico climático y que cambian según les interesa a los países que financian sus oenegés, por ejemplo, desde la invasión de Ucrania, la energía nuclear y el gas son "limpias". Luego, esa inmensa tribu de caraduras que vive de asustar con el clima, se irá a comprobar si fue el clima lo que acabó con los faraones. Dirán que sí.
En Glasgow la India acabó con las fantasías ecologistas
En la cumbre del clima de Glasgow, que se celebró hace justo un año, quedó claro que todo lo que decidan los representantes de la UE no tendrá ninguna repercusión, ni para bien ni para mal, en la emisión de CO2. El primer ministro hindú dijo que su país no iba a dejar de usar el petróleo y el gas para favorecer la salida de la pobreza de cientos de millones de sus compatriotas, y que no pensaba seguir ninguna recomendación al respecto. También acusó a los "verdes" de insensibilidad con la pobreza del Tercer Mundo y de imponerles normas disparatadas que sólo aseguraban miseria.
Por supuesto, las declaraciones del político hindú fueron ocultadas cuidadosamente por los medios progres, para los que la pobreza es un asunto menor, generalmente desagradable, no como el alarmismo climático, tan elegante que no hay multimillonario occidental que no lo haga suyo, salvo para coger su avión privado y cruzar la esquina. Véase Sánchez.
China, que dirige el Foro de Davos y otras melopeas occidentales, dejó claro que tenían el mismo problema que la India, y harían lo mismo. Prácticamente todos los países de África e Iberoamérica, digan lo que digan, harán de su capa un sayo y seguirán el camino hindú. De modo que los que en Egipto hablen del clima sabrán antes de empezar que cualquier cosa que digan o hagan sólo tendrá efecto en los países rehenes de la UE, pero que su ruina tampoco afectará, para bien o para mal, a las emisiones de CO2, supuestamente culpables de toda clase de desdichas universales.
¿Para qué esta cumbre, si no sirve para nada?
¿Para qué se reúnen entonces? Obviamente, para mantener el gran negocio verde, del que viven, para alimentar esa nueva enfermedad infantil que es la ansiedad ecológica, y para que los medios de comunicación, casi todos sandías –verdes por fuera, rojos por dentro– posen de salvadores de una Humanidad que se niega a que la salven estos sujetos. A la izquierda, eso le da igual, y a la derecha de los negocios le da exactamente lo mismo. Unos seguirán con su proyecto totalitario de controlar las sociedades que se rindan a la ideología woke y otros seguirán pagando la publicidad de ese siniestro tinglado ideológico radical con el dinero de sus pobres accionistas.
Uno de los aspectos más deprimentes de un medio de comunicación es tener que comprobar diariamente cómo las empresas del Ibex-35 gastan verdaderas fortunas en hacer publicidad de mamarrachadas progres a las que la sociedad ya ha dado mayoritariamente la espalda. Por el planeta, por la mujer según Irene Montero, por la economía circular mareada o por cualquier cosa que se les ocurra, todo es eco de un ruido ensordecedor que no significa absolutamente nada. Salvo lo mucho que mandan los necios.