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Aldo Mariátegui

Perú: la nueva presidenta del traje amarillo patito tras el hombre del sombrero

Buenos auspicios no existen. Si bien Boluarte es Einstein al lado del semianalfabeto Castillo, no destaca mucho por sus cualidades intelectuales.

Buenos auspicios no existen. Si bien Boluarte es Einstein al lado del semianalfabeto Castillo, no destaca mucho por sus cualidades intelectuales.
La sucesora de Castillo, Dina Boluarte | EFE

Tras el colosal alivio que significó para todos los peruanos el aborto del intento torpísimo de golpe de Pedro Castillo (se notó mucho que éste desconocía completamente el libro Técnicas de golpe de Estado, de Curzio Malaparte), ahora toca avizorar qué tal presidenta será su sucesora Dina Boluarte al mando del país.

Muchos buenos auspicios no existen. Si bien Boluarte es Einstein al lado del semianalfabeto de Castillo, tampoco es que destaque mucho por sus cualidades intelectuales (aunque estas son superiores a su gusto para vestirse… ¡El conjunto amarillo patito que usó para jurar hería a cualquier ojo!). Funcionaria de rango medio, Boluarte había llevado una existencia bastante gris hasta que se cruzó con el líder político castrista Vladimir Cerrón y tentó -infructuosamente- una alcaldía distrital limeña y luego una curul congresal con el partido de éste.

Como la ley peruana exige paridad de género en las fórmulas presidenciales, Cerrón la colocó como primera vicepresidenta para las elecciones del 2021, mientras que él se resignó a candidatear como segundo vicepresidente, dado que no podía aspirar a la presidencia por estar inhabilitado con una condena penal (es por eso que Cerrón buscó a un maestro sindicalista llamado Pedro Castillo como su candidato presidencial a la Casa de Pizarro, pero esa ya es otra historia).

Para sorpresa absoluta de todos, Castillo gana las elecciones (Cerrón solo aspiraba nomás a tener una buena bancada congresal) y poco después el Jurado Nacional de Elecciones dispone también inhabilitar por su condena a Cerrón como segundo vicepresidente, por lo que solo Dina Boluarte queda como la única sucesora potencial de Castillo en el Ejecutivo. Así, Boluarte no ha llevado ni una carrera profesional ni política relevante y toda su posición actual es fruto del azar.

Durante la campaña unas declaraciones suyas ("la clase acomodada limeña seguramente dejará de serlo") y su insistencia en una Asamblea Constituyente la pintaron como una izquierdista radical. Ya en la vicepresidencia, tampoco abonó mucho en su favor su intento poco decoroso de que le guarden su puesto en la administración pública hasta que pasasen los cinco años de mandato de Castillo.

Castillo la nombró ministra de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS) para tenerla cerca y contenta: el MIDIS es una cartera fácil y poco antipática, pues básicamente su función es regalar dinero en subsidios y bonos. Por aquel tiempo Boluarte prometió no ocupar la presidencia en caso de que Castillo fuera alguna vez vacado, lo que ahora muchos le recuerdan.

Consciente de sus serias limitaciones expositivas e intelectuales en eventos internacionales más especializados, Castillo decidió probar a Boluarte como su reemplazante para estos y la envió así al muy importante Foro Económico Anual de Davos. El resultado fue muy negativo: Boluarte lanzó un primitivo discurso antiempresarial y antiminero en esa cumbre del capitalismo, lo que cayó muy mal (además de volver a demostrar que ella y el buen gusto mínimo para vestirse están divorciados), por lo que fue su primera y única gestión. Y en lo interno tampoco ayudó mucho cuando se le ocurrió cantar ante una multitud irritada en provincias durante un consejo de ministros descentralizado. Incluso se pensó que no estaba muy bien de la cabeza.

De otro lado, Boluarte también presenta varios problemas serios: uno porque una cuenta bancaria suya había servido para mover incorrectamente dinero de la campaña de Perú Libre y otro por haber hecho gestiones privadas siendo ya vicepresidenta, lo que está expresamente prohibido. Lo segundo era una tontería (haber firmado unos papeles como gestora de un club provinciano), pero punible en lo formal. Como la oposición quería sacarla de la carrera antes de vacar a Castillo (para que así asuma el presidente del Congreso unicameral y éste convoque obligatoriamente elecciones generales al comenzar los 6 meses de su mandato provisional), se le abrió un proceso parlamentario para inhabilitarla.

Para mucha suerte de ella, un acorralado Castillo agudizó su enfrentamiento contra el Congreso. Puestos en la situación de acelerar prioritariamente una vacancia de Castillo a contrarreloj antes de que éste cerrara el Legislativo, los congresistas prefirieron absolver antes a Boluarte y ésta quedó lista para suceder a Castillo si éste fuera vacado, que es lo que ha sucedido.

A muy corto plazo, de Boluarte se espera que nombre a un primer ministro que constituya un gabinete conciliador y capaz, para que se enmiende la cantidad de barbaridades administrativas que hicieron Castillo y su gente. También que purgue al aparato estatal de tanto castillista incapaz y corrupto que colocó su antecesor en puestos públicos como sinecuras, granjerías y prebendas.

Y a pesar de haber proclamado adrede que espera terminar el periodo de Castillo hasta el 2026, lo cierto es que ella no tiene ni la capacidad personal ni el peso, el apoyo y la cintura política para lograrlo. Lo más cuerdo sería que encabece un gobierno transitorio y convoque a elecciones generales cuanto antes. O que nombre un premier muy capaz y ella reine, pero no gobierne. El problema es que lo cuerdo es lo último que se hace en el Perú…

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