A raíz de lo que estamos conociendo en estas semanas y teniendo en cuenta su historial de los últimos decenios, sólo hay una cosa comparable con el nivel de corrupción del PSOE valenciano: su inmensa hipocresía.
Porque hay que recordar que estamos hablando del partido que crucificó a Francisco Camps por dos trajes; del mismo partido, de los mismos socios y de los medios que sometieron a Rita Barberá a una cacería que sólo acabó con su muerte, abandonada hasta por los suyos, en una triste habitación de hotel.
Todos los que se escandalizaban por casos en los que la Justicia no ha encontrado culpables, los que se rasgaban las vestiduras ante la degradación de las instituciones, los que se echaban ceniza por la cabeza ante la falta de ejemplaridad de los servidores públicos, callan ahora ante las cada día más numerosas y más evidentes pruebas de que el PSOE de la Comunidad Valenciana ha venido haciendo, precisamente, lo que criticaba a los demás: mantener una trama corrupta de empresas para financiarse ilegalmente cobrando comisiones por la concesión de obras públicas.
Especialmente escandaloso es el silencio de un Pedro Sánchez que, recordemos, llegó al poder a caballo de lo que calificaba como insoportable corrupción del PP y era, sobre todo, una sentencia burdamente manipulada por un juez que se prestó a un apaño que sin duda pasará, eso sí, a la historia de la corrupción universal.
Ahora cada día aparecen en los medios y en los informes policiales nuevas pruebas que dejan cada vez más claro que no se trata de un caso aislado, llámese Azud o Acuamed, sino que la corrupción del Partido Socialista era una práctica habitual y, no menos importante, que llegaba a las más altas esferas del PSOE en Valencia y en algunos casos en Madrid.
Las pruebas son tan contundentes, de hecho, que incluso a pesar de la complicidad con la que los medios y las televisiones de izquierdas –valga la redundancia– se comportan ante la corrupción socialista, Ximo Puig no va a poder seguir esquivando la cuestión y, como mínimo, tendrá que abandonar su vergonzoso silencio actual y dar explicaciones ante todos los valencianos.
Estamos, además, ante la culminación de una legislatura en la que los ciudadanos de la Comunidad Valenciana y todos los españoles hemos tenido que soportar también las subvenciones millonarias a familiares del mismísimo Puig y, lo más vergonzoso de todo, el repugnante caso de cómo se ocultaban los abusos sexuales a una menor por conveniencia política. Esa ha sido la ejemplaridad de los que venían a exigir limpieza absoluta y, como siempre, han hecho exactamente lo contrario.