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Javier Arias Borque

La masacre de Makiivka: el golpe a Putin provocado por las llamadas de "¡feliz año nuevo!"

Este ataque ha provocado importantes críticas internas en Rusia, algo que no se había dado desde el colapso de Jarkov y el abandono de Jersón.

Este ataque ha provocado importantes críticas internas en Rusia, algo que no se había dado desde el colapso de Jarkov y el abandono de Jersón.

La invasión rusa de Ucrania se ha caracterizado desde un primer momento por ser una guerra donde la tecnología de uso civil está siendo importante. El hecho de que el conflicto se esté desarrollando en un país europeo en el que ya había penetrado incluso en las poblaciones más pequeñas o menos desarrolladas económicamente ha abierto una ventana al mundo para conocer pormenores del día a día del conflicto que en otras contiendas ha sido imposible.

Los combates y sus consecuencias se han venido conociendo de manera casi instantánea a través de los vídeos o pequeñas grabaciones realizadas por los soldados o la población civil ucraniana, ya sea con teléfonos móviles, webcams o hasta vigilabebés apostado en ventanas. Pero ese uso también ha trascendido lo mediático para integrarse directamente en la inteligencia militar, en el conocimiento de los movimientos del enemigo.

El Gobierno de Kiev no sólo ha recibido información de sus ciudadanos sobre los movimientos de los invasores rusos por sus ciudades, sino que incluso puso en marcha canales específicos en la aplicación de mensajería Telegram para recibir datos de sistemas de armas importantes como antiaéreos o centros de mando y control, entre otros. A lo que se une el empleo de pequeños drones comerciales readaptados para inteligencia u ataque con explosivos.

Relativamente consciente del peligro que los teléfonos móviles podían tener en un escenario desarrollado tecnológicamente como Ucrania, los estrategas del Kremlin limitaron el uso de los terminales móviles a los soldados rusos que participaron en la primera ola de la invasión. Una restricción que se olvidó posteriormente con los problemas que se encontraron sobre el terreno o que, si no se olvidó, ya no consiguieron que calara entre sus efectivos militares.

El enorme daño que el empleo incontrolado de los teléfonos móviles puede provocar en un escenario bélico ha quedado más que patente esta misma semana. La relajación que provocan fechas tan señaladas como el inicio del nuevo año, unido a la falta de motivación y preparación de buena parte de los ciudadanos rusos movilizados en el frente ucraniano ha provocado un duro golpe a la Rusia de Vladimir Putin que más que cuantitativo es cualitativo.

Durante la última hora del 31 de diciembre y los primeros minutos del nuevo año, un buen número de reclutas rusos movilizados el pasado mes de septiembre, recién llegados al Donbás, utilizaron sus teléfonos móviles para ponerse en contacto con sus familias en Rusia y hablar durante unos minutos con ellos. Un acto de afecto familiar que les terminó costando la vida, lo que jamás habrían pensado.

La inteligencia ucraniana estuvo preparada en los minutos clave. Detectó el aluvión inusual de llamadas desde antenas de telefonía ucranianas con destino al país invasor, lo que les dibujó en el mapa de dónde estaba un grupo numeroso de rusos. Los sistemas lanzacohetes de alta movilidad Himars se encargaron del resto. Hicieron saltar por los aires el edificio donde se guarnecían los rusos en Makiivka y donde también almacenaban munición y explosivos.

La destrucción fue total. Ahora lo que hay es un baile de cifras. El Gobierno de Kiev habla de más de 400 bajas provocadas. Rusia solo reconoce algo menos de cien muertos, aunque habla de más de un centenar de desaparecidos. Un funcionario del Gobierno de Estados Unidos hablaba este miércoles a la CBS de una horquilla de 200-500 muertos. Y no solo es una cuestión de números, sino del daño a la moral rusa que esto ocasiona.

El Ministerio de Defensa ruso ha reconocido el grave fallo de seguridad. El teniente general Sergei Sevryukov, comandante de las fuerzas rusas en Ucrania, confirmó que el ataque se pudo llevar a cabo por "el uso masivo y contrario a las normas de teléfonos móviles dentro del rango de alcance de las armas enemigas. Este factor permitió al enemigo rastrear y determinar las coordenadas de la ubicación de los soldados para un ataque con misiles".

Este ataque ha provocado importantes críticas internas en Rusia, algo que no se había dado desde el colapso de Jarkov y el abandono del área oeste de Jersón. Incluso, también, entre políticos, aunque ninguna contraria a la agresión armada a Ucrania, sino contra los problemas endémicos que padece el Ejército ruso y que han quedado más que patentes desde el inicio de la guerra en su país vecino.

Un hecho que pone en dificultades nuevamente a los estrategas militares de Moscú, pues la gran mayoría de los muertos serían reclutas eslavos, provenientes de zonas de Rusia más o menos acomodadas, y no miembros de minorías étnicas mongoloides, que llevan siendo utilizados como carne de cañón desde el inicio de la invasión. Es decir, buena parte de estos muertos sí causan conmoción en la oligarquía que controla el país.

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