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Jesús Fernández Úbeda

Un zorro catalán en el Archivo de la Corona de Aragón

Las glorias de héroes como Próspero de Bofarull i Mascaró deben cantarse en los colegios de toda España. ¡Lo que hubiera dado de sí en TV3!

Las glorias de héroes como Próspero de Bofarull i Mascaró deben cantarse en los colegios de toda España. ¡Lo que hubiera dado de sí en TV3!
Próspero de Bofarull i Mascaró. | PARES (Portal de Archivos Españoles, Ministerio de Cultura y Deporte)

La digestión de todo lo que orbita en torno a la futurible secesión de Cataluña, ese peñazo que nunca cesa –recordemos que el compañero de celda de Jordi nchez pidió ser trasladado porque "su matraca con el tema del independentismo" le suponía "una doble condena"–, divide a los españoles en tres categorías. En primer lugar, encontramos a los que, bien por conveniencia, por sectarismo o, ay, por ignorancia, fomentan y aplauden todas las cesiones y concesiones del Gobierno central –central, ojo, no de Sánchez o socialista: conviene no olvidarse de Aznar– a los separatistas; en segundo, a los que, con razón, no lo niego, se irritan y encabronan cuando, por ejemplo, el BOE publica la ley Junqueras que elimina la sedición y modifica la malversación; en tercero, a los que, jartitos del asunto, firmarían en caliente una independencia con tal de perder de vista, por los siglos de los siglos, a toda esta patulea de racistas, clasistas, paletos con ínfulas y sectarios.

Para apaciguar a los segundos y para seducir a los terceros, debieran Sánchez, Aragonés o quien corresponda invertir, todavía más –sí, sé que la partida no es chica–, en propaganda. Predicar el evangelio según san Jordi Pujol allende los antiguos territorios de la Corona de Aragón no es cosa fácil ni barata. O sea, vale que en las grandes televisiones nacionales "Gerona" o "Lérida" sean palabras tabú –aunque nunca se diga "Barsalona"–, vale que en Lavapiés triunfe el look cupero, pero tú vas a cualquier pueblo de Ciudad Real y, de buenas a primeras, sacas el rollo del Espanya ens roba y sueltas que Hernán Cortés era un "príncipe de la Casa Real Catalana", y te corren a garrotazos.

Nah, es broma: eso es más propio de Amer, la patria chica de Puigdemont, cuando allá acuden Arrimadas y demás diputados de Ciudadanos. Y no es que estemos en contra de la apropiación cultural: es que los manchegos somos pacíficos.

El caso: aprovechando que el Ministerio de Pilar Alegría es, como dice mi amigo Emilio Lara, una chominá, y que hay que maquillar a toda costa el referéndum venidero –recordemos el "no va a haber ningún referéndum ni por la vía pactada ni por la unilateral" de Bolaños, ergo...–, abogo por que el Gobierno central y el de la Lleneralitá redoblen sus esfuerzos comecocos e implanten el modelo educativo catalán por el resto de la geografía nacional. La sentencia del 25% del castellano debe ser papel mojado en Martorell, pero también en Plasencia.

Y, por supuesto, en las aulas deben cantarse las glorias de los héroes catalanistas. Como Próspero de Bofarull i Mascaró, a quien descubro gracias al fabuloso escritor que se esconde bajo el seudónimo de Jaume Pi i Bofarull en el imprescindible Catalunya para marcianos (Planeta, 2018). Entre 1814 y 1840, y entre 1844 y 1849, se le confió la custodia y la ordenación del Archivo de la Corona de Aragón. Y no veas si aprovechó el tiempo: reescribió el Llibre del Repartiment del Regne de Valéncia y eliminó los apellidos aragoneses, castellanos y navarros, "que eran mayoría, para que la gesta de la conquista de Valencia correspondiera tan solo a los catalanes". ¿Que en el testamento de Jaume I Cataluña sólo figuraba como un "modesto condado feudal adscrito al reino de Aragón"? Fácil: Bofarull hizo desaparecer el documento, y hasta luego, Lucas –por fortuna, parte del testamento se reprodujo en los Anales de la Corona de Aragón (1562-1580) de Jerónimo Zurita, donde se demuestra que el rey nunca otorgó a Cataluña otra categoría que la de condado dependiente del reino de Aragón"–. Para rematar la faena, en la Colección de documentos inéditos de la Corona de Aragón (CODOIN), intentó demostrar que el valenciano era sólo un dialecto del catalán. ¡Cráneo previlegiado! Lo que hubiera dado de sí este hombre en TV3.

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