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Enrique Navarro

2023: el año de la derrota rusa y casi de China

La lógica de los combates y de las decisiones consolidan la idea de que Ucrania ganará. En China, El cambio de política constata un gran fracaso.

La lógica de los combates y de las decisiones consolidan la idea de que Ucrania ganará. En China, El cambio de política constata un gran fracaso.
El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky visita la frontera. | EFE

Me cuentan mis amigos rusos que ya hace mucho frío, el de verdad, que las estanterías de los supermercados comienzan a vaciarse y que muchos trabajadores han perdido sus puestos de trabajo, y los que lo tienen cobran mal y con dificultad; las gasolineras apenas tienen combustible y en el interior del país crece un tremendo descontento con un nuevo gobierno, y ya van quinientos años, que no ha resuelto ningún de sus problemas históricos.

En la historia de las guerras, en aquellos momentos en los que no existió una disrupción tecnológica que generaba una superioridad táctica, y una vez abandonado el concepto del combate de Leónidas, existen tres elementos que indefectiblemente decantan todas las guerras: logística, inteligencia y soporte industrial. En la fallida invasión de Ucrania por parte de Rusia, estos tres factores están claramente del lado aliado, y si se mantienen en el tiempo, otorgarán a Kiev una gran victoria.

Mientras Ucrania ataca en dos frentes a la caza de esa pinza que libere todo el sur del país ocupado, a Rusia solo le queda aguantar sus líneas en el Donbas y golpear al corazón del país, a sus infraestructuras energéticas y de suministros con el fin de matar de inanición al pueblo ucraniano, nada nuevo en la estrategia histórica rusa, algo que los polacos conocen muy bien.

Que la columna vertebral de la capacidad militar rusa descanse en Irán, es la demostración más palpable de que la industria rusa no aporta al combate, mientras que la ayuda occidental es capaz, sin despeinarse, de armar a un pequeño país para derrotar al supuesto gigante. La inteligencia y contra-inteligencia rusa hacen aguas por todas partes, y no tiene tanto que ver con los medios de recabar información como de la interpretación que se da a la misma, que ha llevado a numerosos errores que han costado decenas de miles de víctimas.

Sobre el final de la guerra solo existen tres dudas que se resolverán antes del verano: ¿será una caída general de las líneas rusas la que provoque una victoria rápida? opción por la que yo me inclino; ¿Rusia aguantará sus líneas y venderá muy caro cada kilómetro cuadrado de territorio invadido? o ¿llegará un momento en el que Estados Unidos considere que hay que detener la guerra y no otorgar esa gran victoria sobre Moscú? La posibilidad de esta opción en si misma ya es desastrosa para Kiev, ya que impulsaría a Rusia a aguantar a cualquier precio para evitar la derrota total y la caída inmediata de Vladimir Putin.

Esto no significa que sea fácil, ni que las víctimas se reduzcan, pero la lógica de los combates y de las decisiones consolidan la idea de que Ucrania ganará.

El Eurocentrismo sin embargo, nos hace perder, como siempre, la perspectiva global, y no nos estamos percatando de que una batalla silenciosa pero de una significación infinitamente mayor se está librando en el Oriente.

China

El autoritarismo en China se ha mantenido gracias a un crecimiento económico sin precedentes durante cuarenta años, a la represión y a una agresiva política exterior tanto económica como militar. Pero sus fundamentos son débiles, ya que unos pocos de miles de iluminados comunistas no pueden ser más listos que mil doscientos millones de chinos, máxime cuando el sistema de promoción interno en el comunismo es similar al de la banda de Lucky Luciano, y lo vimos en el último Congreso del PCC.

El Covid ha sido durante tres años el instrumento de represión de Beijing contra su pueblo, prometiendo que sus vacunas eran más eficaces que los del corrompido Occidente, y practicando el secuestro y la represión para terminar con un virus, que es mucho más inteligente y a la vez simple que el gobierno. El cambio de política es la constatación de un gran fracaso, y es que el gigante ya no es lo que apuntaba que sería.

La represión ya no es suficiente para calmar los problemas y satisfacer las ansias de un pueblo donde todavía cuatrocientos millones viven en la pobreza absoluta, y que ve como su consumo es incapaz de compensar la reducción de las exportaciones, que se mantienen a base de reducir los sueldos de una sociedad que se había acostumbrado rápidamente al lujo y al gasto.

La autoridad china fenece, la represión ya no es suficiente para controlar a una población que por su progresivo envejecimiento tiene menos que perder en su lucha por la libertad, pero no es lo único que va mal.

El poderío militar chino, si bien aparentemente es impresionante, muestra graves carencias tecnológicas y logísticas. El pueblo chino siempre ha sido agredido, pero raramente agresor, y en el ADN chino existe una mezcla de resignación y falta de ambición que ha permitido que el comunismo sobreviviera, pero generando unas carencias que han llevado a que en cualquier enfrentamiento con otras naciones más pequeñas siempre China haya sido derrotada.

Más allá de pretender una presencia naval en el Pacífico e Índico, poco más es de reseñar en la actitud expansionista de Beijing. Militarmente no solo tiene enfrente a la fuerza norteamericana más importante desplegada fuera de los Estados Unidos, sino que la suma de países aliados en la región es demasiado poderosa como para que China se embarque en ningún combate o invasión. Beijing ha sobrevivido a setenta años de independencia de Taiwán, pero no sobreviviría a una derrota militar, y esto lo saben muy bien los jerarcas chinos, lo que aconseja una gran dosis de prudencia.

Finalmente, su diplomacia económica y militar hace aguas. Durante décadas China ha ido adquiriendo recursos por todo el mundo, generando alianzas políticas con el fin de dotar de gasolina a la demandante maquinaria china, todo ello basado en unas impresionantes reservas económicas, que año a año se han ido diluyendo en una sangría sin sentido. Hoy China ya no necesita tantos materiales, y además apenas tiene recursos para financiar estas aventuras, por lo que su capacidad de influencia se reducirá cada año que pase y encima tiene una enorme dependencia energética y tecnológica de Occidente. Nada puede ya salirle bien al régimen chino.

El mundo necesita la caída de los dos grandes regímenes liberticidas del mundo: Rusia y China, no solo porque es una obligación moral que todos los hombres gocen de libertad, sino para que todos estos reinos de taifas de dictadores de pacotilla, expoliadores de sus pueblos y que utilizan la violencia despiadada contra sus ciudadanos desaparezcan de la faz de la Tierra. De esta manera, los salvapatrias o los que pretenden llevarnos a los países democráticos al caos del comunismo o el autoritarismo, quedaran desamparados y olvidados.

Sin duda este año 2023 será un año de inflexión, no será el de esta potencial victoria, porque esta solo será posible si Occidente hace bien los deberes, se mantiene firme en sus valores y continúa con el esfuerzo inversor en seguridad, pero los enemigos de la libertad hoy son más débiles que hace un año y esta es una excelente noticia y a su vez una oportunidad que no podemos dejar pasar.

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