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Pablo Planas

La diferencia entre los demócratas y los "antifascistas"

La victoria conservadora en las urnas tendrá que ser incontestable para evitar una respuesta violenta de las izquierdas.

Egregios representantes de la izquierda en España afirman que lo que sucede en Brasil es exactamente lo mismo que promueven el Partido Popular y Vox en nuestro país, pero agravado por el hecho de que mientras allá se manifiestan con la camiseta de la "canarinha", acá, los alborotadores golpistas visten las togas judiciales. Y chimpún. El desahogo de los rufianes no tiene límite. Si se hubiera proclamado ganador de las elecciones a Bolsonaro en vez de a Lula, las mismas protestas, acampadas y zarandajas se considerarían un encomiable ejemplo de resistencia popular cívica, pacífica y festiva ante el fascismo y tal. Obvio.

En el marco mental político y mediático que impera en España, rodear el Congreso, asaltar el parlamento catalán o asediar a la Guardia Civil en comisión judicial son muestras de un civismo incomparable, ejemplos magníficos de la democracia ciudadana en acción, brotes de libertad contra la reacción, todo lo contrario que las manifestaciones en la madrileña plaza de Colón. Es lo que tienen las "alertas antifascistas" de Podemos secundadas por el PSOE y por los supremacistas catalanes.

Las imágenes procedentes de Brasil son intercambiables con algunos de los episodios ocurridos en España durante ese fenómeno llamado "procés". Basta con sustituir las camisetas futboleras por las capas con la bandera separatista o las elásticas del Barça con las cuatro barras. Pero a diferencia de Brasil, aquí ya no es delito asaltar las instituciones democráticas, amenazar de muerte a los adversarios políticos o sacar a las masas a la calle para dar un golpe de Estado como el de septiembre y octubre de 2017 en Cataluña. Eliminado el delito de sedición, en el mejor de los casos a los jueces cabales les cabría imputar a los golpistas un delito de "desórdenes públicos agravados". Tremendo.

Si de algo sirve lo ocurrido en Brasil o en el Capitolio estadounidense hace dos años es para poner de manifiesto que el Estado de Derecho ha quedado en la más completa indefensión tras la reforma del Código Penal perpetrada por Pedro Sánchez y sus socios golpistas de Cataluña y el País Vasco. Es lo que han manifestado con acierto representantes del PP, Vox y Ciudadanos, partidos de los que no se puede afirmar sin faltar a la verdad que hayan llamado a asaltar los cielos, el Tribunal Constitucional, el Congreso o ese vertedero llamado "Parlament de Catalunya".

Los plumillas vanguardistas alertan de que si en las próximas elecciones generales gana la coalición de socialcomunistas y separatistas, las formaciones conservadoras no dudarán en hacer todo lo posible y más por evitar que Sánchez se perpetúe en la Moncloa. El escenario contrario, una victoria del PP y Vox no cabe en sus pétreos caletres a pesar de que hasta sus propias encuestas pronostican, de momento, ese triunfo.

Vienen mal dadas. Tiempos recios. La victoria conservadora en las urnas tendrá que ser incontestable, como sucedió en Madrid y Andalucía, para evitar una respuesta violenta de las izquierdas en las calles y en las instituciones. Mientras tanto, las detenciones masivas de "bolsonaristas" en Brasil son interpretadas como una reacción quirúrgica del Estado democrático. Pobre gente. Si en España hubiera ocurrido lo mismo en 2017 y años sucesivos no habría suficientes calabozos para tantos desgraciados. Pero es que en el caso de que en los próximos comicios ganen Sánchez y sus adláteres, no pasará absolutamente nada. Esa es la diferencia entre los demócratas y los "antifascistas".

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