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Carmelo Jordá

El escándalo de intentar que haya menos abortos

Incluso asumiendo que el aborto fuese un derecho –idea que no comparto– ¿de verdad a nadie le parece que 90.000 abortos en un año son demasiados?

Incluso asumiendo que el aborto fuese un derecho –idea que no comparto– ¿de verdad a nadie le parece que 90.000 abortos en un año son demasiados?
Juan García-Gallardo, en la rueda posterior al Consejo de Gobierno de Castilla y León. | Junta de Castilla y León

El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García–Gallardo, comparecía esta semana ante los medios presentando unas medidas encaminadas a reducir el número de abortos. Para que sepamos todos de qué se está hablando, se trataba de tres cosas que los profesionales de la sanidad iban a estar obligados a ofrecer, pero que por supuesto las madres podrían rechazar: la primera, garantizar "la atención psicosocial" a todas las mujeres que lo soliciten; la segunda, dar la posibilidad de escuchar el latido del feto, que es audible desde la sexta semana de embarazo; y la tercera realizar una ecografía 4D para ver el cuerpo del feto. Además, según lo decía el de Vox, también iban a "velar porque se respete el derecho fundamental de los profesionales de la sanidad a la objeción de conciencia".

Recalco que las medidas eran –y el propio García–Gallardo lo dijo por activa y por pasiva– obligatorias para los profesionales, pero opcionales para las madres, es decir, a ninguna mujer la iban a obligar a escuchar el latido de su bebé, ver una ecografía o ir al psicólogo. Además, si les digo la verdad, creo que la inmensa mayoría iba a negarse a las tres cosas.

Es decir, que la efectividad de las medidas para evitar abortos iba a ser muy limitada. De hecho, el vicepresidente de Castilla y León lo reconocía y sus aspiraciones no podían ser más modestas: "Si estas medidas sirven para que sólo un niño que iba a ser abortado pueda nacer pues merece la pena", dijo.

Una reacción desquiciada

Aun así, la izquierda ha reaccionado como si Vox hubiese propuesto juicios sumarísimos, autos de fe y quemar a las abortistas en las plazas mayores. Puede que parte del escándalo haya sido un intento de tapar el enorme error de Ángela Rodríguez Pam y sus risotadas, pero creo que habría dado lo mismo: en cuanto se toca el tema del aborto a las feministas oficiales y ministeriales es como si le hubieses mentado a la madre, lo que no deja de ser casi una ironía.

Y, sinceramente, más allá de su eficacia, que como les digo me parece que será muy limitada, no me parece que ninguna de esas medidas sea una violenta agresión a las mujeres, sólo es darle más opciones y más información a la hora de tomar una de las decisiones más importante de su vida. Como bien explicaba el tuitero Philmore A. Mellows –sigan el interesantísimo debate que está desarrollando en su cuenta– "para firmar una hipoteca es requisito legal imprescindible el Acta Previa notarial" que "te explica las condiciones, verifica que lo entiendes y, solo después y transcurridos 10 días de reflexión, puedes firmar". En cambio, "ofrecer 3 minutos de información previa al aborto es chantaje". Chocante, ¿verdad?

Y lo de la hipoteca no es el único ejemplo: hoy en día los poderes públicos – y específicamente los que supuestamente se relacionan con la protección de las mujeres – se sienten obligados a informarnos de cuestiones tan relevantes como que se puede ir a la playa aunque estés gorda o que todo el mundo tiene que participar en la elaboración de la cena de Nochebuena, pero como se te ocurra dar información sobre el aborto te cae la mundial, porque resulta que en ese caso –y sólo en ese caso– estás considerando a las mujeres como seres incapaces, menores de edad, que no pueden llegar a una decisión por sí mismas. ¡Eso sí que es cabalgar contradicciones!

¿Queremos más abortos?

Otro eminente tuitero, Israel Cabrera, recopila todos los años las cifras sobre el aborto en España en hilos tan reveladores como deprimentes. En el último, que publicó en diciembre, nos daba los datos del año 2021, que desde mi modesto punto de vista son demoledores: se practicaron 90.189 abortos de los que sólo 8.107 fueron por el riesgo para la salud de la madre, posibilidad de problemas graves en el feto o anomalías fetales.

No voy a entrar en el fondo de la cuestión del aborto porque no es el objeto de este artículo, pero incluso asumiendo que el aborto fuese un derecho –idea que no comparto, que quede claro– ¿de verdad a nadie le parece que 90.000 abortos en un año son demasiados?

Porque lo que se transmite en todas esas críticas es que no se puede hacer nada para tratar de reducir esas cifras, que es bueno que haya abortos y que lo deseable es que haya más. Es algo así, perdónenme la comparación, como si quisiésemos que hubiese más violaciones para poder meter en la cárcel a más violadores. Oigan, no, queremos –al menos lo que no hemos redactado la ley del sólo sí es sí– que todos los violadores vayan a la cárcel, pero que haya las menos violaciones posibles.

Insisto: independientemente de lo que nos parezca la "interrupción voluntaria del embarazo" el aborto es un fracaso, es una mala solución a problemas muy graves y lo deseable no es que haya más, es que haya menos: porque las mujeres encuentran alternativas mejores, porque los embarazos no deseados no llegan a producirse, por supuesto porque haya menos fetos con malformaciones…

Algo muy grave le pasa a una sociedad que se escandaliza porque se intente reducir el número de abortos, con mayor o menor pericia, de acuerdo, pero si es cuestión de que las medidas sean mejores hablemos sobre ellas, analicémoslas, debatamos… Y no, esos gritos de histeria no son un debate.

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