
A falta de que el PSC le apruebe los presupuestos autonómicos a ERC, la decadente actualidad catalana pasa por el despido de un humorista de TV3 y por las andanzas de un supuesto topo policial en los círculos okupas e independentistas de Barcelona. A cuenta de ello, se habla mucho de los límites del humor y de los límites del espionaje. Eso de los "límites del humor" es el tema que ocupa a los humoristas que no tienen la más mínima gracia. El despedido, Manel Vidal llamó nazis a los votantes del PSC en un programa nocturno de TV3. La cosa está caliente en la televisión autonómica catalana. Lo mismo ilustran la cara de Puigdemont en un plasma con la canción "Rata de dos patas" de Paquita la del Barrio que se ciscan en los socios de Junqueras, el jefe de la casa.
El "chiste" es que TV3 no sólo la pagan los votantes del PSC, sino que cotizan también los del PP, Vox y Ciudadanos, más los castellanohablantes de los partidos independentistas, a quienes se ha presentado desde la fundación de esa televisión como infrahumanos tarados, auténticas mierdas de perro, chusma de chonis, choris, chachas y charnegos cuya destilación ha alumbrado el término "ñordo" para referirse a todo aquel que no sea devoto de la cofradía del dios del 1-O y de la "escola catalana".
La última hora es que el programa del humorista despedido no se va a emitir en los próximos días porque el presentador y un guionista se han solidarizado con el compañero afectado. No preocuparse. Todos ellos siguen trabajando para el conde de Godó en su emisora de radio. Y también en la radio oficial de la Generalidad. Nada que ver con lo que les sucedió a Boadella y Els Joglars, que fueron prohibidos, censurados y "cancelados" por el catalanismo a pesar de haber sufrido un consejo de guerra en los albores de la Transición por haber traspasado los "límites del humor" en plan Charlie Hebdo con el islam, no con chistes sobre los gitanos, los judíos o los españoles, incluidos gitanos y judíos.
La noticia es que por primera vez en TV3 han censurado a un independentista sin esperar a que se le acabe el contrato, como le sucedió a Rahola meses después de que el mango de la paella pasara de Puigdemont a Junqueras. Pero el asunto del presunto policía topo infiltrado en el meollo del separatismo antisistema es mucho más poliédrico y tiene muchas más aristas. Todos los partidos independentistas catalanes, más el Bloque Nacionalista Galego, EH Bildu y Unidas Podemos, exigen explicaciones al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska por las andanzas "sexoafectivas" de un "agente encubierto" destapadas por un medio digital de la esfera radical del catalanismo que dice sustentarse a base de aportaciones solidarias. La investigación de su última exclusiva ha costado 10.200 euros, según el "banner" de presentación del tema. Poca broma.
El hecho en sí es que un supuesto policía a las órdenes directas de Marlaska se habría infiltrado en diversas organizaciones antisistema de orientación catalanista en lo que sería una masiva operación de espionaje del Estado malayo contra la república catalana. La historia no tiene desperdicio. Un joven recién salido de la Escuela Nacional de Policía de Ávila se desplaza a un barrio de Barcelona, se inscribe en un gimnasio de un "centro social okupado", comienza a frecuentar a los que toman litronas en una plaza del lugar, contacta con mujeres de la órbita anarquista y a partir de ahí establece las antedichas relaciones "sexoafectivas" con las víctimas. Ellas le introducen en sus círculos. El tipo comienza a tatuarse y llega al punto de marcarse una "estrella del caos" (un símbolo antisistema) en la rodilla.
Una exnovia asegura que le conoció en una asamblea "per treballar la guia per la prevenció i actuació enfront de les violències patriarcals", según declara al digital, que atiende en la dirección "directa.cat".
También manifiesta que "era muy simpático y hablador. Se ganaba la confianza de todos con facilidad e incluso me decía que venía gente a explicarle 'sus dramas'. Me cuidaba mucho y era un prototipo de tío que piensas que no existe".
Un tío que no existe. El nuevo príncipe azul que asiste a charlas de violencia patriarcal, que fuma petas, se mete pastillas y bebe birras, pero se maza en el gimnasio comunal. No sabe mucho de política, siempre asiente a las consideraciones de sus parejas, va a manifestaciones, se enfrenta con agentes de la Guardia Urbana y hasta con los bigardos de Desokupa. Un partidazo. El típico chaval de 31 años que viene de Mallorca y congenia con la idea de los "países catalanes", habla catalán con el deje balear y coloca una bandera independentista en el balcón.
"Nuestro" hombre ha dejado un reguero de al menos ocho víctimas, ocho jóvenes okupas, antisistema, independentistas y activistas de la vivienda digna derretidas ante sus encantos. Muchachas que reivindican su catalanismo, su paso durante la infancia por el escultismo de los jesuitas de Cataluña, la economía circular, el bien común, el ecologismo, la sostenibilidad. Niñas que reciclan, que separan el plástico del cristal y fuman tabaco de liar, jóvenes empoderadas engañadas y mancilladas por un cruel agente de la Policía Nacional que ha desaparecido como por arte de ensalmo. No cabe duda. El medio digital no alberga la más mínima: "Después de una larga y minuciosa investigación la Directa ha podido confirmar que estamos ante una operación de introducción de múltiples espías en el activismo bajo la batuta jerárquica del ministro de Interior español, Fernando Grande-Marlaska".
Todo es posible. El digital adjunta un "informe pericial" que confirma que el tamaño del entrecejo de un alumno de la escuela policial y el falso chavalote indepe es exactamente el mismo. También hay fotos de las barbacoas por la república en el sobreático del felón y hasta con una de sus parejas por la causa limeña. El asunto es tan extraño que hasta podría pensarse que el medio digital que ha destapado el escándalo no es más que una tapadera de Marlaska para demostrar que el proceso independentista se ha acabado porque nada que dependa de esa parte de la juventud arrasada por los mantras de la inmersión lingüística y los chistes editoriales de TV3 y La Vanguardia tiene el más mínimo futuro.
Pero es que el proceso ya no está en los colegios e institutos catalanes ni en las manifestaciones de los casales de jubilados contra Sánchez y Macron. Está en las instituciones de España, con Sánchez, con Pumpido y con los partidos socios capaces de pedir explicaciones a Marlaska por una "operación sexopolicial" en Cataluña. Cierto que a la peña abducida le cuadra perfectamente que la misma policía que pega porrazos de arriba a abajo también sea capaz de dar abracitos horizontales y antipatriarcales con tal de sofocar la revuelta de las sonrisas. De ser cierto, sería verdaderamente maquiavélico.