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Enrique Navarro

¿Veremos el fin de la guerra de Putin en Primavera?

Mi impresión es que Putin quiere una cabeza muy alta a quien culpar del desastre, si este finalmente se produce.

Mi impresión es que Putin quiere una cabeza muy alta a quien culpar del desastre, si este finalmente se produce.
Tropas rusas atacando a Ucrania en las proximidades de Bakhmut | EFE

Si observamos el mapa de Ucrania de esta semana, casi un año después del comienzo de la invasión, podemos llegar a una muy relevante conclusión: a pesar de las decenas de miles de vidas perdidas en los combates, las ventajas territoriales netas que Rusia ha conseguido en esta guerra, comparadas con la enorme extensión de Ucrania, han sido muy escasas. Si a eso añadimos el enorme desgaste ruso en material y el fracaso de sus dos grandes ofensivas, la del norte en los primeros días de combate y la del sur hacia Odessa, podemos concluir que Rusia ha abandonado su objetivo inicial de anexionarse Ucrania. Todo parece indicar que la actual estrategia rusa se basaría en ocupar y anexionar las dos regiones del Donbás y mantener las conquistas en el sur para garantizar la comunicación por tierra con Crimea, aprovechándose de la frontera natural que supone el río Dniéper.

Lo cierto es que hay grandes extensiones del frente que permanecen inalterables desde el verano, habiendo convertido la guerra en una especie de campo de batalla de la Primera Guerra Mundial, con cientos de kilómetros de trincheras, obstáculos y minas, en los que los movimientos son muy escasos y apenas se produce intercambio de fuego de artillería sin exposición alguna. También resulta significativo que Rusia haya construido dos grandes líneas de defensa; una para proteger la línea férrea entre el este y Melitopol, paralela al frente que se ubica unos cien kilómetros más al norte, y otra, en el estrecho acceso terrestre a Crimea, lo que indica que no debemos esperar una ofensiva rusa desde el sur, sino que más bien se pretende asentar la ocupación actual.

Las tremendas bajas rusas para ocupar pueblos sin apenas valor estratégico en el este, son la muestra más palpable de que así Rusia no puede seguir mucho tiempo más, ya que las pérdidas de vidas, sin ventaja táctica apreciable como ocurrió en Soledar, o está sucediendo en la zona de Bakhmut, pueden ser descomunales en los próximos meses para casi nada. Así que, si de algo podemos estar seguros, es de que la primavera, o quizás antes, traerá importantes movimientos de los dos contendientes con el fin de hacer saltar por los aires este impasse que a nadie beneficia.

Analicemos un poco los movimientos sobre el terreno y las decisiones políticas que se han adoptado en las últimas semanas, para intentar comprender los posibles próximos pasos.

Rusia ha incrementado notablemente la acción de la artillería en el sur, en la zona de Guiliaipole, en un frente que permanece estático desde el verano, donde se ha duplicado el fuego de artillería en las últimas semanas sin apenas ningún movimiento de tropas, mientras que se apresta para tomar Bakmut después de la costosa toma de Soledar en el este. También está desplazando elementos mecanizados desde Crimea hacia el Donbás y ha desplegado una brigada del Ártico en el estuario del Dniéper para contener un posible asalto anfibio.

Un elemento que puede ser determinante es que el material de reemplazo ruso sobre el terreno es más antiguo que el original de hace un año, en particular en lo que hace referencia a carros de combate y blindados que serán determinantes en la siguiente fase, y está gestionando con gran prudencia sus reservas de misiles y cohetes lo que es una señal de escasez o de preparación para una gran ofensiva.

El gran secreto descubierto de esta guerra es la clara inferioridad aérea rusa. El programa de modernización lanzado en 2011 ha sido un rotundo fracaso con problemas de entregas acelerados por el embargo americano que ha dejado a la industria aeroespacial rusa sin capacidad de construir o sostener sus aeronaves. Siendo un factor estratégico de la defensa de Rusia, desgastar su fuerza aérea en Ucrania tendría unas consecuencias estratégicas brutales para Moscú.

A bote pronto debemos recordar que Rusia tiene unas cinco unidades del SU-37, su único avión de quinta generación frente a los mil que tienen los Estados Unidos entre el F-35 y el F-22; en aviones que denominamos de 4ª+, Rusia tiene en total unos quinientos aviones de combate frente a los más de tres mil que tiene la OTAN. Moscú se ha metido en una guerra sin el principal elemento del combate moderno, la superioridad aérea y atemorizado por las escasas defensas ucranianas. Sus 400 pesados helicópteros de combate son demasiado vulnerables a los sistemas antiaéreos ligeros como para exponerlos en una guerra donde no se juega la supervivencia de la nación rusa.

El nombramiento de Gerasimov como responsable de las operaciones, un político más que un táctico, no augura nada bueno, teniendo en cuenta sus antecedentes en Chechenia, donde diversas ONGs lo han situado como autor de la brutal represión en Grozni. Mi impresión es que Putin quiere una cabeza muy alta a quien culpar del desastre, si este finalmente se produce.

Ucrania, por su parte, continúa con el proceso acelerado de formación de sus hombres; se estima que más de 20.000 han recibido formación en los países de la OTAN, y está aprovechando esta ralentización de los combates para incrementar sus reservas de munición y recibir en condiciones operativas los numerosos equipos que estarán disponibles sobre marzo, muy superiores en número y calidad a todos los entregados con anterioridad.

Para la primavera, Ucrania dispondrá de sistemas de defensa antiaérea y antimisil, incluyendo los Patriot; cientos de carros de combate, mucho más modernos y efectivos, especialmente para el combate nocturno, que los T-72 rusos, artillería autopropulsada de gran calibre, vehículos blindados, sistemas anticarro, artillería de campaña, en definitiva, un arsenal que concentrado en unos pocos puntos puede hacer revertir el curso de la guerra.

En las últimas semanas, fuerzas especiales ucranianas están tomando posiciones en las islas del estuario del Dniéper, mientras que Estados Unidos está suministrando buques fluviales a las tropas ucranianas que se están formando en asaltos anfibios. Sin duda, un ataque desde la zona de Jersón, sería el golpe más extraordinario e inesperado que podrían hacer los ucranianos, lejos de las líneas de aprovisionamiento rusas y en una rápida dirección a Crimea, una forma de acelerar la caída de Putin, si consiguieran entrar en la península anexionada por Rusia en 2014. Si consiguen cabezas de puente al este del rio y trasladan los carros de combate, podrían estar en unas semanas en Sebastopol.

En el frente del este se mantienen fuertes las líneas de defensa, sin dejarse la piel los ucranianos en mantener un kilómetro cuadrado; saben que estas escaramuzas no deciden el curso de la guerra pero son conscientes de que las tropas rusas sufren un gran desgaste en cada acción, lo que resulta incomprensible.

El suministro de carros de combate abona la tesis de un ataque en algún punto del frente en el sur para romper las líneas rusas, aislarlas y llegar a Crimea. Pero no descartemos que todos jueguen al despiste y que las propias entregas de los carros de combate también podrían ser una argucia para distraer la atención del objetivo principal.

Analizadas las opciones, las de los dos bandos confluyen en algún punto de la línea que va desde Guliaipolé a Kramatorsk, aunque lo más probable es que donde se citen los dos bandos para la batalla definitiva sea en la zona de Velika Novoselka, que será para los contendientes su Waterloo particular.

Si la estrategia rusa es recuperar los Oblasts de Lugansk y Donetsk, considerados ya territorios propios, un ataque desde el sur buscaría crear una bolsa en el frente este, enlazando con las tropas al norte del Donbás, romper las líneas ucranianas y recuperar la integridad de los dos territorios prorrusos manteniendo el sur. No es un terreno fácil de defender ya que apenas hay obstáculos naturales entre el Dniéper y la frontera rusa.

Para Ucrania atacar este punto le permitiría romper el frente y llegar a la costa recuperando Mariupol y Berdiansk a 130 kilómetros del frente actual, a dos horas en un carro Leopardo, dejando aislada la mitad del territorio ocupado por Rusia en el sur y a Crimea. Este escenario significaría una derrota rusa en toda regla.

Por eso, a pesar de las escaramuzas y golpes de efectos, es sobre este punto donde rusos y ucranianos posiblemente fijarán la batalla definitiva para determinar el curso del conflicto. Ninguno de los dos bandos está para varios años de guerra y visto el claro compromiso occidental con Ucrania que le ha perdido el miedo a Rusia y a su arsenal, no tendría sentido para Moscú empeñarse en seguir perdiendo batallas, que significarían mucho más que perder Ucrania.

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