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Cristina Losada

¿La política no es para viejos?

Transgresor es que Vox presente a alguien como Tamames y que alguien como Tamames se presente por Vox.

Transgresor es que Vox presente a alguien como Tamames y que alguien como Tamames se presente por Vox.
El profesor Ramón Tamames | LD

No ha confirmado aún Ramón Tamames que va a ser el candidato de la moción de censura de Vox, pero los mentideros ya están llenos a rebosar, y llenos del material propio de la pocilga. Hay que escarbar, con todas las precauciones debidas, para encontrar algún argumento entre las chanzas, burlas y menosprecios a que ha dado lugar esta transgresión de las convenciones. Porque transgresor es que Vox presente a alguien como Tamames y que alguien como Tamames se presente por Vox. Aunque lo más transgresor e indigerible de todo resulta ser que el candidato de una moción de censura al Gobierno tenga 89 tacos. No decía yo pocilga sólo por lo literal. Era por aquella novela de Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo, la historia de una guerra de los jóvenes contra los viejos para liquidarlos o, como allí se dice, de los jóvenes contra el viejo que van a ser.

Se puede estar en contra de la moción de censura de Vox por muchos motivos. Y se puede estar en contra de Tamames por otros tantos. Algunos lo están porque fue un comunista de aquellos del PCE y dejó de serlo. La tropa tolera mal a los ex. Los quiere apartados y callados, no de vuelta a la primera fila. Se puede estar en contra de Tamames, porque es un tipo desagradable y arrogante o lo que fuere, aunque ya era así antes de que Vox le propusiera nada. Pero, ¿se puede censurar su candidatura porque es viejo? Se está haciendo. No lo dicen así de claro los taimados. Dicen que va a ser un esperpento, una patochada, que va hacer el ridículo. ¿Frente a quiénes? ¿Frente a Sánchez, frente a Irene Montero, frente a algún otro de los "cráneos previlegiados", como dice Valle-Inclán, que se sientan en el Consejo de Ministros?

La vejez no es causa de incapacitación para la política, pero se diría, viendo cómo se reprueba a Tamames, que se pretende que lo sea. En este patio de colegio se da por sentado que hay una edad a partir de la cual ya sólo se está para sopitas y para ver la tele, la vieja tele, naturalmente, con la bata y las pantuflas, y se percibe como grotesco que un abuelete así presente mociones contra el Gobierno. Mientras tanto, no para de subir la edad de la jubilación, igual que aumenta la esperanza de vida. Entremedias, la población española es, cada vez más, una población envejecida. Aún no han pillado los colegiales que estos cambios se tendrán que notar también en las edades de la política. Pero los talludos adolescentes perpetuos no han tomado nota siquiera de que en democracias como EEUU, desde donde se lanzó al mundo la tendencia al juvenilismo con Kennedy, ahora se está en lo contrario: el presidente Biden tiene ochenta y su predecesor, que quiere volver a la carga, setenta y seis. Reagan, décadas antes, acabó su segundo mandato con setenta y ocho.

Qué importa la edad, dicen siempre los que sí saben que importa. Importa, pero también aporta. Algo aporta. Singularmente en política. Lo sugería Oakeshott, para quien la política era una actividad inadecuada para los jóvenes, y no por las carencias o defectos de la juventud, sino por las cualidades que la distinguen. Pero este patio tiene sus normas. Matoniles. Toca reírse del viejo, que es gratis.

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