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Un año de guerra en Ucrania: los desastres que convierten a Putin en el gran perdedor

El primer aniversario llega en un momento donde es muy difícil atisbar el final de la contienda, con los dos contendientes muy lejos de sus objetivos.

El primer aniversario llega en un momento donde es muy difícil atisbar el final de la contienda, con los dos contendientes muy lejos de sus objetivos.
Un militar ucraniano frente a un edificio administrativo atacado en Nicolaiev. | Cordon Press

El 24 de febrero de 2022, hace exactamente un año, el Ejército ruso traspasó los límites territoriales de su propio país y comenzó la invasión de Ucrania. Aprovechando las primeras horas de la noche, entraron por cinco frentes diferentes, empleando la ayuda que les brindó la servicial Bielorrusia para moverse a su antojo por su país, con el objetivo de hacer aún más difícil la resistencia ucraniana. Europa volvía a vivir una guerra en su propio territorio.

Vladimir Putin y sus asesores militares se lo jugaron todo a un único plan. Tomar rápidamente el control de Kiev para colocar un gobierno títere, al tiempo que ocupaban algunas zonas estratégicas. El fracaso de la operación aerotransportada sobre el aeródromo de Hostomel (a las puertas de Kiev) y la escasa logística con la que entraron en el país (a los pocos días empezaron a tener problemas de combustible, víveres y munición) dejó patente que habían jugado sus cartas a una guerra relámpago.

La resistencia ucraniana obligó a Rusia a cambiar de estrategia al mes de invasión. Retiró el cerco sobre Kiev y se centró en el mínimo estratégico que podía vender como una victoria militar: el Donbás (Donetsk y Lugansk fueron narrativa clave para la invasión) y el corredor estratégico que conforman con Zaporiyia (con la central nuclear más grande de Ucrania) y Jersón (con el Canal hídrico del norte de Crimea) para unir Rusia con la Crimea anexionada en 2014.

Desde abril de 2022, la todopoderosa Rusia no ha hecho sino perder en el campo de batalla muchos de los miles de kilómetros que había ocupado durante el primer mes de invasión. Unas pérdidas que se incrementaron de forma exponencial durante el otoño, con el colapso en Jarkov y la obligada retirada estratégica en la Jersón al oeste del río Dniéper. La llegada del invierno ha permitido a Rusia reestructurar sus fuerzas invasoras y tratar de volver a erosionar a la resistencia ucraniana.

El primer aniversario de la guerra llega en un momento donde es muy difícil atisbar el final de la contienda bélica. El Ejército invasor todavía no controla unos territorios mínimos con los que poder vender a la ciudadanía rusa una victoria militar sobre el terreno. Los ucranianos, que posiblemente nunca pensaron que podrían resistir como lo han hecho, tienen la esperanza de derrotar a los rusos con el apoyo militar occidental y recuperar su integridad territorial.

Sea como sea, Ucrania es ahora mismo la gran vencedora del conflicto, pese a que gran parte del país está arrasado. Han conseguido mantener su independencia, evitando convertirse no sólo en un país títere de Moscú, sino también en un país inviable, pues Rusia les habría arrebata sus regiones más ricas al este del río Dniéper -divide el país por la mitad de norte a sur- y las regiones del sur que le dan salida al Mar Negro.

De igual forma, Rusia es la gran perdedora. Examinando qué es lo que quería Moscú antes de la guerra, cuáles eran sus objetivos y aspiraciones geoestratégicos y cuál era la situación de sus principales enemigos, los resultados no pueden ser más desalentadores. A día de hoy la decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania ha resultado tremendamente desastrosa, pese a que en Occidente siempre habrá voces serviles dispuestas a justificarle cualquier cosa.

El presidente ruso invadió Ucrania para evitar que cayera en la esfera occidental, para que estuviera lejos de la OTAN y de la Unión Europa. La primera parte de esta guerra empezó en 2014 y el hecho que causó la crisis prebélica fue el intento de Kiev de firmar un acuerdo de colaboración comercial con la UE. La realidad en estos momentos es que Ucrania ha pedido su incorporación a la UE y aspira a ser un miembro más de la Alianza Atlántica.

Intentó dar un golpe sobre la mesa y marcar límites a la ampliación de la OTAN, en un momento donde la propia alianza político-militar estaba buscando su propio sentido vital tras el colapso de la URSS. La invasión de Ucrania ha vuelto a dar un sentido existencial a la Alianza Atlántica, a la vez que ha metido a países en el proceso de entrada que nunca se había planteado el ingreso hasta ese momento, como las otrora siempre neutrales Suecia y Finlandia.

Y por el camino ha arrastrado la reputación del que estaba considerado como el segundo ejército más poderoso del mundo. Un gigante con pies de barro que cuando la batalla se ha puesto seria ha sacado a relucir todas sus carencias: desastre logístico, unidades están mal equipadas y adiestradas, mandos deficientes, material obsoleto y mal mantenido, avances tecnológicos de última generación que no aparecen en el campo de batalla…

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