Emmanuel Macron se acaba de enfrentar a una censura parlamentaria profundamente seria, rotundamente oportuna y tremendamente eficaz; tan seria, oportuna y eficaz que ya se daba por descontado antes del vía crucis para el jefe del Estado francés en la Cámara que la cabeza de la máxima figura del Consejo de Ministros, Elisabeth Borne, a la sazón presidenta del Gobierno, rodará por los suelos en breve como consecuencia del muy inteligente manejo del instrumento constitucional de la moción de censura llevado a cabo por los varios promotores de la iniciativa.
Por su parte, Macron, aunque inamovible en razón de la legitimidad de origen que otorga a su cargo la elección directa, quedará muy debilitado en su capacidad de maniobra durante el tiempo que le resta de mandato. La notable pericia demostrada, pues, por las testas pensantes de la oposición, que han sabido elegir este muy preciso instante para doblegar al arrogante dueño casi absoluto del poder, logró el lunes pasado agrietar el bloque de fuerzas sobre el que hasta ahora se ha venido asentando la mayoría en el Parlamento, consiguiendo el apoyo expreso de varios diputados oficialistas de Los Republicanos. He ahí su supremo triunfo, una victoria que va mucho más allá de lo simbólico. La moción —las mociones, en puridad— fue brillante porque cumplió todas y cada una de las condiciones que exige una operación política de ese calado mayor.
Apelaba a un motivo que comparte el grueso de la sociedad y, por tanto, no sólo complacía el interés oportunista de una facción minoritaria deseosa de acaparar la cuota de protagonismo escénico que las urnas nunca le han querido conceder. Tenía una finalidad viable (tumbar a la líder del Gobierno) y no partidista, toda vez que no estaba diseñada con el fin único de beneficiar a quienes la defendiesen ante la Cámara. Tampoco, por descontado, el centro de atención estelar, personalísimo y exclusivo del trámite recaló en las figuras de los portavoces elegidos para verbalizar ante la nación esa enmienda a la totalidad. El foco, por el contrario, iluminó no el pequeño ego narcisista de nadie, sino un proyecto programático y de país alternativo al del Gobierno. Igualito que lo de aquí, vaya. Clavado.