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Juan Gutiérrez Alonso

Por qué Michael Jordan

Nadie como Michael Jordan ha liderado un deporte y con él un cambio cultural en el mundo entero.

Nadie como Michael Jordan ha liderado un deporte y con él un cambio cultural en el mundo entero.
Michael Jordan y LeBron James, dos de los mayores genios de la historia del baloncesto. | EFE

La discusión sobre el mejor de todos los tiempos siempre me pareció un tanto absurda. Sé, además, que el asunto anda ya muy manido, pero cobra actualidad por la incontestable derrota de los Lakers de Lebron James en estas series finales de la NBA. La polémica nos sirve en cualquier caso para comprender que de vez en cuando aparece en la vida un punto tan elevado de belleza y perfección en alguno de los desempeños que el ser humano ha desarrollado, que no debería ser un problemático admitir que se llegó a un límite y no andar debatiendo hasta la eternidad, pero bueno, también sabemos aquello de que la razón es lo más repartido en el mundo, pues todos creen tenerla.

En algunas disciplinas como la música, la pintura, la literatura o la escultura puede haber alguna duda sobre el genio absoluto e indiscutible, incluso en otras especialidades deportivas, pero en el baloncesto temo que no, aunque siempre se alegará que la polémica se explica por las generaciones que vieron a unos y a otros. Entre quienes hemos visto a unos y también a otros, creo que no debería haber duda.

Michael Jordan, más allá de estadísticas y comparaciones en logros individuales y colectivos, sigue protagonizando las jugadas más icónicas del baloncesto y eso le hace acreedor del trono. Me explico. El mejor mate nunca visto es el que protagonizó ante Pat Ewing en los playoffs de 1991. Aquella jugada abrió telediarios de medio mundo, "el prodigio de una canasta", llegó a decir Matías Prats, la mejor media vuelta en suspensión que se haya visto fue aquella del All Stars de 2003, las siguientes veinte o treinta mejores también son suyas y luego ya otras de Kobe Bryant, que le copió todos los movimientos e hizo bien en hacerlo.

El mejor cambio de mano en el aire es el del partido contra los Lakers en la serie final de 1991, de una belleza única y hasta insultante, el mejor aro pasado de la historia es aquel que inventó para pasar entre dos jugadores de los Atlanta Hawks en 1986, el mejor robo con la mejor ejecución sigue siendo aquella maravilla ante los New York Knicks que compite con otra ante los Seattle Supersonics en 1997. La mejor suspensión en el aire, y desde un punto de vista técnico probablemente la mejor jugada de la historia, es aquella de la serie final del Este de 1989 contra los Cleveland Cavaliers y el mejor tiro es y será siempre el de la serie final contra los Phoenix Suns de 1998. Con el añadido de un niño, uno solo, al fondo del graderío del equipo rival ya celebrando la cesta antes de que se produjera.

Y ya puestos, el mejor tapón que se haya visto también es suyo, el del All Stars de 1988 a Alex English, que algunos decían que era mejor jugador que Michael Jordan a pesar de que éste era más espectacular.

En definitiva, Michael Jordan patrocina las mejores jugadas que se hayan visto en este deporte. Lo que vino luego tal vez ha sido más plástico, en el caso de Bryant, y más contundente, por no decir bruto, en el caso de James, pero nadie como Michael Jordan ha liderado un deporte y con él un cambio cultural en el mundo entero. De hecho, era igual de conocido en todos los continentes y eso le llevó a protagonizar la película de baloncesto y entretenimiento más exitosa (Space Jam), también, ya más recientemente, la serie deportiva más vista en la plataforma más popular (The Last Dance) y en definitiva, a delinear el mundo del deporte y las marcas comerciales. Y no sólo, pues las técnicas de contratación y servicios audiovisuales también se vieron afectados por su sola presencia. Nadie, absolutamente nadie, ha tenido un mayor impacto en tantas industrias al mismo tiempo como Michael Jordan.

En él confluye la belleza deportiva más absoluta y los resultados más sorprendentes con una armonía y coherencia casi inexplicables. Capaz de transmitir la sensación de ir a más constantemente, con infinito margen de sorpresa, y hasta de recuperar el mejor tono deportivo de jugadores que considerábamos acabados. No es, no fue, fear factor, sino liderazgo, respeto y pundonor hecho arte.

Nunca nadie en una pista deportiva ofreció tanto. Ninguno de sus competidores por el trono protagoniza una sola de las mejores técnicas o jugadas de la disciplina baloncestística, si acaso alguna imitación, pero nada más. El mejor repertorio sigue íntegramente en su curriculum.

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