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EDITORIAL

La renuencia del PP a pactar con Vox reanima a los socialistas

El PP debe asumir, con total naturalidad y como un deber que le han trasladado sus propios votantes, la conformación de gobiernos de coalición con Vox.

A pesar de la cantidad de municipios y comunidades autónomas en las que el partido de Feijóo necesita llegar a acuerdos con Vox para conformar gobiernos, los representantes del PP se están mostrando sumamente reacios a llegar a pactos con los de Abascal. Así, frente a las reiteradas "manos tendidas" que el líder de Vox ha ofrecido al PP para llegar a acuerdos que permitan a los populares tener mayoría suficiente para presidir estos consistorios y gobiernos autonómicos, el líder del PP está dando la callada por respuesta alegando algo tan inverosímil —o irresponsable en el caso de ser cierto— como que esa decisión la toman por su cuenta los barones regionales.

Ya dijimos en su día que el hecho de que el PP interiorizara y propagara como suya la calumnia de que Vox, lejos de ser un partido liberal/conservador de impecable trayectoria democrática y uno de los mas firmes defensores del orden constitucional, era, por el contrario, un partido fascista o de extrema derecha con el que ningún partido democrático podría llegar legítimamente a acuerdos y menos aun conformar gobiernos de coalición, era uno de los hechos más graves y funestos de la vida política española. Lamentablemente, sin embargo, esa estúpida pulsión suicida no parece haber desaparecido en el PP, formación que se supone aspira a liderar la alterativa —que no alternancia— al gobierno de los socialistas. Tal parece ser el caso, por citar unos pocos ejemplos, del candidato popular a la presidencia de la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón, quien, lejos de dirigirse a Vox como el socio natural para lograr una mayoría suficiente en su investidura, se inclina por pedir la abstención del PSPV.

Peor es el caso de la candidata del PP a la presidencia de Extremadura, María Guardiola, cuyo todavía persistente rechazo a pactar con Vox ha animado incluso al socialista Guillermo Fernández Vara a retractarse de su decisión de retirarse de la política y considerar la posibilidad de seguir gobernado aquella región donde, si bien la del PSOE ha sido la lista más votada, PP y Vox alcanzarían unidos la mayoría absoluta.

Confiemos en que este deprimente espectáculo que está ofreciendo el Partido Popular sea solo aparente y transitorio, una mera estrategia de cara a una negociación entre dos partidos que, como bien ha dicho Santiago Abascal, tienen el derecho y el deber de conformar gobiernos que supongan una alternativa al socialista. Estos gobiernos de coalición son de hecho lo que pretende la inmensa mayoría del electorado tanto del PP como de Vox.

Evidentemente el peso programático y la jerarquía en esos gobiernos de coalición, lógicamente, deberá ser proporcional a la posición relativa que ha obtenido cada una de las dos formaciones en las pasadas elecciones, pero lo cierto es que hasta la fecha Vox no ha exigido cargos en concreto ni ha impuesto líneas rojas que no puedan ser perfectamente asumidas por el PP, un partido que pertenece la Internacional democratacristiana y que se supone pretende recuperar a sus votantes liberales y conservadores.

A lo que el PP no puede aspirar, porque seria injusto —así como suicida para Vox— es a que la formación de Abascal entregue gratis et amore su respaldo sin una sola contrapartida a cambio. El PP no tendría legitimidad alguna —salvo para sus corifeos o para los que adoptan una posición de equidistancia ante la falta de acuerdo de ambas formaciones— para culpar a Vox de una eventual necesidad de repetición electoral. El PP debe hacer caso omiso al sambenito de que los acuerdos con Vox movilizan a la izquierda en favor del PSOE o a ese otro de que debe gobernar la lista más votada, cosa incierta que impediría al PP pactos con una formación constitucionalista como Vox, partido que no es en modo alguno equiparable, en términos democráticos, a la formaciones comunistas, golpistas y proetarras con las que el PSOE se permite llegar a acuerdos e incluso conformar gobiernos.

El PP —empezando por Alberto Núñez Feijóo— debe asumir, con total naturalidad y como un deber que le han trasladado sus propios electores, la conformación de gobiernos de coalición con Vox para constituir una alternativa real al socialismo. Confiemos en que así sea porque, en caso contrario, lejos del retorno de la derecha, nos volveremos a topar con una derecha acomplejada y sin remedio.

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