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Agapito Maestre

¿Por qué adelanta al 23 de julio las elecciones generales?

Entre canallas políticos vivimos. Sánchez es el primero de ellos, porque ha llevado a cabo una acción ruinmente contra todos los españoles.

Entre canallas políticos vivimos. Sánchez es el primero de ellos, porque ha llevado a cabo una acción ruinmente contra todos los españoles.
Pedro Sánchez. | EFE

Porque la lucha contra la objetividad política es su principal seña de identidad. La desvalorización de la imparcialidad es equivalente en Sánchez y en el fascismo. Entre canallas políticos vivimos los españoles. Sánchez es el primero de ellos, porque ha llevado a cabo una acción ruinmente contra todos los españoles: convocar elecciones en pleno verano. Y las adelanta, naturalmente, para ganarlas. Podría conseguirlo, entre otros desgraciados motivos, porque la base electoral de su partido, como en su tiempo fueron las bases del Partido Nazi y el Partido Fascista, sigue siendo muy amplia.

Parece que siete millones de votantes, independientemente de las atrocidades que este personaje lleve a cabo, están dispuestos a darle su voto. La cosa es así de simple. Millones de seres humanos viven encanallados, o sea, convierten los defectos y los prejuicios en virtudes de "afirmaciones existenciales" absolutamente gratuitas y sin ninguna base racional. Millones de votantes hacen pasar por cotidiano las mayores barbaridades de este aprendiz de dictador, ¿o acaso no es una canallada convocar unas elecciones generales en pleno mes de julio? Claro que lo es, pero el canalla la oculta, porque es la base de su existencia. Considera normal el prejuicio. Más aún, para Sánchez poner el 23 de julio es un derecho, o mejor dicho, un "derecho medieval", un privilegio que le otorga la Constitución.

Sánchez convoca elecciones generales el 23 de julio con un única finalidad: borrar cualquier atisbo de ecuanimidad en la política española, o sea, excluye la posibilidad de utilizar argumentos racionales en el ámbito político. La crisis del concepto de verdad es llevada a su extremo. Al abismo. Todo está sustentado en prejuicios. Emocionalización absoluta de la política. Ni siquiera admitirá que la fecha de la convocatoria electoral podría haberse retrasado un mes en beneficio de todos. Por eso, rehuyó someterla a discusión en el Consejo de Ministros, saltándose la legalidad, y menos todavía comunicarla al Comité Federal de su partido. Sí, nadie que no sea un fascista, es decir, un individuo que convierte un tabú, un prejuicio, una villanía personal, en una virtud de "juicio existencial", se le ocurriría convocar elecciones generales en plena canícula veraniega poniendo en riesgo la vida de millones de ciudadanos.

Sánchez es, sin duda alguna, un fascista de libro. Abran cualquier manual de política nazi, por ejemplo, El concepto de lo político, de Carl Schmitt, y hallarán con facilidad todos los rasgos de la política de Sánchez: falsificar la realidad de los datos más inmediatos y desviar siempre la atención de sus fracasos más estrepitosos. Ha adelantado las elecciones sin ningún tipo de explicación, o peor, diciéndoles a sus subordinados que lo hace por el bien de ellos, porque habrían sido, precisamente, ellos los culpables de haber perdido las municipales y autonómicas. Él no ha tenido ninguna responsabilidad en la derrota. Él no ha perdido ningún plebiscito. Transforma con la facilidad de un fascista el prejuicio en una "razón política", o sea, existencial. O me siguen o desaparecen. Y sus súbditos, los congresistas y senadores del PSOE, lo aplauden puestos en pie como los dirigentes nazis y fascistas aplaudían a sus caudillos respectivos.

Ahora para el 23 de julio sólo le queda, como ha venido haciendo desde que llegara al poder con la colaboración indirecta pero inestimable de Rajoy, sacar una consecuencia práctica de la aniquilación de la objetividad y sentimentalización de las relaciones políticas, principal giro que dio al mundo la "política" fascista de los años treinta, a saber, concentrar todas sus animadversiones y violencias en un único contrario: la Derecha y la Extrema Derecha, la Derecha Extrema y la Derecha. La antiderecha es para Sánchez lo que era para los nazis el antisemitismo. Sánchez y sus colaboradores conocen bien el manual clásico del nazismo y lo aplican con la misma diligencia que sus socios de coalición: "El arte de todo caudillo popular auténticamente grande ha consistido, en todos los tiempos y en primer lugar, en no dispersar la atención de un pueblo, sino concentrarla siempre en un único contrario (…). Forma parte de la genialidad de un gran caudillo hacer aparecer contrarios separados como pertenecientes a una sola categoría, pues el reconocimiento de enemigos diferentes en caracteres débiles conduce con demasiada facilidad a la duda del derecho propio. Tan pronto como la multitud vacilante se ve en lucha contra demasiados enemigos, al punto hace acto de presencia la objetividad y se plantea la pregunta de si realmente no tienen todos los demás razón o si es sólo el propio pueblo o el propio movimiento el que se encuentra justificado. Ésta es la primera mutilación de la propia fuerza. Por ello debe siempre juntarse la multitud de contrarios esencialmente diferentes, de modo que para la masa de los propios adeptos parezca que la lucha se lleva sólo contra un enemigo. Esto fortalece la creencia en el propio derecho e intensifica la rabia contra el que lo ataca" (A. Hitler: Mein Kampf, 1934, pág. 129).

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