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José García Domínguez

Ni Bildu en Pamplona ni Puigdemont en Barcelona

Siempre que se pueda, hay que regalar Barcelona a los separatistas para, acto seguido, empezar a lloriquear por las esquinas porque se acaba España.

Siempre que se pueda, hay que regalar Barcelona a los separatistas para, acto seguido, empezar a lloriquear por las esquinas porque se acaba España.
Trias y Mas | EFE

"Lo mejor para la ciudad de Barcelona es que haya un alcalde vinculado a un partido independentista, vinculado a un partido comprometido con la amnistía y la autodeterminación, no otras fórmulas". Eso piensa Oriol Junqueras, que es el autor de la frase. Y Alberto Núñez Feijóo, el líder de la derecha española, parece que también opina lo mismo. De ahí que el PP ya haya anunciado que sus concejales en la capital catalana, cuyo voto resultará determinante para establecer si la segunda ciudad de la nación debe estar controlada o no por los autores del golpe de estado del año 17, permitirán que la formación del prófugo de la justicia Carles Puigdemont tome el control de su consistorio.

Y llueve sobre mojado. Recuérdese la irritación que provocó hace cuatro años el hecho de que el representante de Ciudadanos en esa misma plaza, un francés apellidado Valls, impidiera a última hora que esos mismos golpistas se hicieran con Barcelona. Había que darle la vara de mando a la Esquerra, que eso era lo mejor para la causa de los defensores del orden constitucional. Siempre que se pueda, hay que regalar Barcelona a los separatistas para, acto seguido, empezar a lloriquear por las esquinas porque se acaba España. Eso sí, el llanto por España que nunca falte. Todo por España.

Ese señor de porte elegante, moderado y formal que tanto gusta en Madrid, Xavier Trias, lo primero que hará tras tomar posesión será sacar la bandera estelada de debajo de la cama y empezar a ondearla desde el balcón de la Plaza de San Jaime. Algo que, por cierto, ya hizo durante su anterior mandato como alcalde, cuando el Ayuntamiento de Barcelona se sumó con entusiasmo militante al calentamiento general de motores previo al estallido final de la asonada. Que no lo sepan esos enterados de Madrid que nunca se enteran de nada, es otra historia. Pero los 21 votos necesarios en el pleno de investidura a fin de impedir que la gente de Puigdemont se haga con el poder igualmente se podrían alcanzar contando con los sufragios de los dos ediles de Vox. ¿Mejor rota o roja? Que lo decida Abascal.

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