
La gran contraofensiva militar de Ucrania para tratar de expulsar de su territorio soberano al invasor ruso lleva anunciada desde hace meses, desde el inicio del invierno. Estaba claro que el Gobierno de Kiev no iba a mover sus fichas en el tablero mientras la nieve cubriese la gran mayoría de su país, y que tampoco lo iba a hacer durante los primeros compases de la primavera, cuando el deshielo hace que buena parte de Ucrania se convierte en un barrizal impracticable.
Bien entrada ya la primavera, la falta de movimientos ucranianos ha causado un cierto nerviosismo en parte de la comunidad internacional, bien aprovechada por los propagandistas rusos para vender una falsa inoperatividad ucraniana, supuestamente avalada por pequeñas victorias de los efectivos del Kremlín, como la de Bajmut, cimentadas en utilizar a sus fuerzas como carne de cañón. Una visión lejana a la realidad y que nada tenía que ver con lo que pasaba sobre el terreno.
Kiev ha retrasado su gran contraofensiva con dos objetivos. Por un lado, tener completamente listos a los militares ucranianos que han estado recibiendo formación específica en países aliados y a aquellos reclutas que han estado recibiendo una instrucción básica. Algunos de ellos han pasado por España. Por otro lado, para tratar de encajar en su maquinaria bélica a buena parte del material militar occidental que ha estado recibido en los últimos meses, principalmente el material pesado.
A partir de ahí, ha empezado el baile para dar inicio a la esperada gran contraofensiva. El cine y la televisión han dejado en el imaginario colectivo que este tipo de movimiento militares consisten en enviar al grueso de las tropas propias contra las líneas defensivas del enemigo, provocar un choque a gran escala y, si todo va bien, superar al enemigo y recuperar el terreno perdido. La realidad es que, antes de lanzar a las grandes unidades militares, hay que saber dónde lanzarlas.
En eso está Ucrania desde hace unas semanas. Las unidades de exploración ucranianas son las primeras que han iniciado las hostilidades. En los últimos días están atacando la gigantesca línea del frente hasta en cuatro sectores diferentes, consiguiendo limitadas ganancias territoriales, especialmente en la región de Zaporiyia. Ni siquiera han llegado todavía a la primera gran línea defensiva que los rusos han preparado durante los largos meses de invierno.
Los efectivos ucranianos están tanteando la presencia de las unidades rusas, están estudiando cómo se mueve los elementos de apoyo que pueden llegar o no desde la retaguardia e, incluso, tratan de comprobar cómo son las líneas logísticas que abastecen a los puntos que están atacando o qué pasa si atacan a dos puntos cercanos suministrados por la misma línea logística o grupos de refuerzo. Se trata de buscar puntos vulnerables en las líneas enemigas.
De manera paralela, junto a estos ataques exploratorios, están batiendo zonas de la retaguardia rusa para tratar de erosionar sus líneas logísticas principales y secundarias, así como puestos de mando y comunicaciones, para dificultar una reacción rusa eficiente en el momento en el que ya sí decidan comprometer a la mayoría de sus fuerzas disponibles en operaciones de contraofensiva, unas fuerzas que, de momento, se mantienen en la retaguardia ucraniana a buen recaudo.
Sí es cierto que en estos movimientos Ucrania ha perdido algunas unidades del material bélico que acaba de recibir de Occidente. La propaganda rusa ha mostrado imágenes desde todos los ángulos posibles de cinco carros de combate Leopard 2 europeos afectados, aunque tan sólo dos parece que habrían quedado destruidos o totalmente irrecuperables, o de blindados británicos M2 ó M3 Bradley, pero la realidad es que la gran mayoría se mantiene a la espera en la retaguardia.
Un problema que tiene Kiev en esta fase de tanteo o fase inicial de la gran contraofensiva es que al estar lanzando a la batalla a sus unidades de exploración, visualmente los resultados más satisfactorios son para los rusos, pues sus fuerzas están en una condición más ventajosa, protegidos por sus puestos defensivos. Y es por ello que durante este periodo las bajas ucranianas serán mayores, lo que sin duda va a dar una falsa sensación de superioridad rusa en el campo de batalla.
La clave está ahora en cuándo Ucrania será capaz de encontrar esos puntos vulnerables en las líneas defensivas rusas y, una vez detectadas, en su capacidad para penetrar en esas zonas, eliminar las posibles líneas de apoyo rusas, y recuperar terreno ocupado por el invasor desde la primavera de 2022. El duro invierno ha permitido a los efectivos del Kremlín asentarse en el terreno, pero corre en su contra que Moscú no rote a sus tropas y no las retire del frente para descansar y refrescar.
Lo que sí parece muy complicado, a priori, es que haya hundimientos rusos como los que se dieron el pasado septiembre en la región de Jarkov, aunque nada es descartable al cien por cien. Todo hace indicar que los ucranianos tendrán que poner sangre, sudor y lágrimas en el campo de batalla para recuperar unos territorios que Vladimir Putin se anexionó ilegalmente con un referéndum farsa durante el pasado otoño.
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