
En un mundo tan global e interdependiente, la política exterior no puede ser un instrumento de política local, ni los gobiernos podrán camuflarse en los problemas exteriores para evitar los interiores, porque nunca habían estado tan interconectados.
La invasión de Ucrania no debe observarse como un fenómeno aislado, forma parte de la estrategia imperialista de Rusia que una vez más en la historia no se resigna a ser un jugador internacional al nivel de su economía. En este último año hemos descubierto que Rusia no es la gran potencia militar que atemorizó a Europa durante décadas, pero lo que hemos aflorado es infinitamente más grave. Se trata de un estado fallido con miles de cabezas nucleares y que ha perdido todo el respeto por el derecho internacional y la moral. Un estado que abastece de grano a medio mundo, que suministra gas y petróleo a grandes potencias emergentes, que ocupa un enorme territorio y que amenaza con su desastrosa política de sobre explotación de los recursos naturales, la sostenibilidad medioambiental global y que va camino de hacer desaparecer el Ártico para atender a sus intereses nacionales.
Rusia ha ido tejiendo durante los últimos años una red de aliados, que en cierta forma considerábamos una amenaza controlable desde el momento que en Moscú había un gobierno fuerte y cohesionado. Ahora la Rusia descontrolada de Putin no solo se ha convertido en un estado represor como pocos en el mundo, sino que cuenta con muchos aliados dispuestos a dejarse llevar por esta ola de autoritarismo y violencia, y ya están en todos los continentes. Solo pensar que Wagner controla a diversos gobiernos en el Sahel con enormes y críticos recursos minerales, pone los pelos como escarpias.
España, con el esfuerzo en Defensa más pequeño de Europa, ha sido residual en la entrega de capacidades a Ucrania. La verdad es que no tenemos mucho más que entregar salvo que pongamos a su disposición carros Leopardo 2E o vehículos de combate Centauro, lo que sin duda plantea problemas de seguridad y confidencialidad de nuestras capacidades que deberían preservarse. Un fondo para adquirir a la industria española equipos para Ucrania a través de un consorcio con las empresas de munición, equipos, vehículos y sistemas no tripulados permitiría entregar material sin perjudicar nuestras capacidades y apoyar a la industria nacional y lanzaría un mensaje de extraordinaria fortaleza a nuestros aliados.
Pero Rusia es una parte del problema. La economía china presenta unas debilidades que la llevarán a la revolución del modelo económico y político o a enrocarse en el poder que deberá destruir muchas de las reformas liberalizadoras de los últimos décadas para sobrevivir políticamente. El mayor proveedor de productos baratos del mundo y el principal consumidor de lo que producen nuestras industrias, entrará en recesión, sufrirá las turbulencias financieras de sus inmobiliarias y bancos y podría adentrarse en vías de escape muy peligrosas para la seguridad mundial, mientras nos mete a todos en una recesión larga y con escasas alternativas de solución.
Pero también tenemos problemas más cercanos. Debemos liderar la geopolítica en nuestra frontera sur, apoyando al actual gobierno de Marruecos y su modelo político como la mejor garantía de prosperidad y crecimiento para todos. Debemos a su vez mantener una relación de amistad con Argelia, pero eso no debe significar claudicar a los intereses de su aliado ruso. La influencia de Moscú en Argelia no ayuda a este objetivo de seguridad y prosperidad. En todo caso debemos abordar una política pragmática que satisfaga, sobre todo, nuestros intereses de seguridad y afiance las relaciones comerciales y económicas con Marruecos y Argelia y en cualquier caso en el marco de iniciativas multilaterales.
La creciente presencia rusa en el Sahel, un territorio mayor que Europa, con gobiernos débiles y con una situación de extrema pobreza, constituye sin duda una amenaza a la seguridad de nuestro país y en general de todo el Mediterráneo. Debemos detener esta penetración y generar un gran pacto mundial para recuperar el Sahel, dotarle de estabilidad institucional y de desarrollo económico. Millones de jóvenes desesperados son un arma que Moscú podría lanzar contra Europa si no hacemos algo pronto. No podemos esperar de Putin ninguna visión humanitaria del problema.
La Unión Europea necesita de una reconstrucción que la dote de estabilidad y unidad, pero sin convertirse por ello en un Leviatán que pretenda reemplazar a los gobiernos nacionales. La gran Europa sigue siendo muy diversa y debe ser una prioridad proteger esta diversidad. No podemos pretender usar Bruselas como arma de oposición política a los gobiernos que no reconocen supuestos valores comunitarios. Pero a su vez debemos trabajar por reforzar un núcleo duro de capacidades militares y políticas que dote a la Unión de la fuerza política y capacidad militar que necesita para ser un actor respetado e influyente en el contexto internacional.
Finalmente tenemos dos retos muy diferentes pero en la misma dirección geográfica. Con Iberoamérica debemos hacer un esfuerzo extraordinario para dar voz a las democracias, detener la deriva autoritaria y contribuir al desarrollo económico. No podemos perder para la libertad el continente al sur del río Grande y esto pasa por dotar a los países de mayor institucionalidad.
En enero de 2025, Trump podría ser presidente de los Estados Unidos. Si este cambio se produjera, la Unión Europea deberá asumir unos roles mucho más relevantes en la esfera internacional ante el creciente aislacionismo al que los republicanos someterían a su país. Si para entonces la crisis con Rusia no se ha enderezado, Europa deberá dar un salto cualitativo que como continente nunca dio ya que de nuestra fortaleza exterior dependerá nuestra economía, nuestra seguridad y bienestar.
Para atender a todos estos frentes de forma efectiva necesitamos mejorar los mecanismos de coordinación entre Exteriores y Defensa. Iniciar un constante incremento del gasto en Defensa que lo sitúe en el 2% del PIB al final de la década y en el 1,5% en el 2026. Incrementar el número de efectivos y las capacidades militares especialmente para la defensa y control del territorio y de las aguas de influencia. Solamente así seremos creíbles y recuperaremos el peso que necesitamos para defender nuestros intereses.