Oír a Bolaños y a Illa defender la amnistía a los golpistas y recordar las veces que el PSOE manifestó su rechazo a la amnistía conduce a un ejercicio práctico sobre la disonancia cognitiva. Porque esta contradicción flagrante, en un asunto de tales dimensiones, entre la posición que se mantenía y la que finalmente se ha adoptado, hay que asimilarla, procesarla o cabalgarla, como decía aquel, y esto puede ser, si se hace así a las bravas, como digerir un puercoespín. De ahí que haya preparados para facilitar la digestión de las disonancias más espinosas, como el que dispensa la botica socialista con mucha crema de convivencia y pomada de reencuentro, y la entrañable receta de la abuela: "hacer de la necesidad virtud".
Los socialistas, como todo el mundo sabe, ellos los primeros, no pensaron primero que la amnistía era buena y después decidieron aprobarla. Primero decidieron aprobarla y después pensaron que era buena. Nadie cree realmente en su cuento para niños, pero el cuento es necesario para que los niños vayan a dormir tranquilos, pensando que sus mayores han hecho algo muy bueno y no una maldad espantosa. Aunque puede que no hiciera falta dorar la píldora. Las disonancias tienden a resolverse sin poner en cuestión la creencia o el vínculo determinantes. En las filas socialistas sucede así. Entre los dirigentes y cargos en activo, el cierre de filas es prácticamente total. Incluso en nuestro cerrado ecosistema partidario choca la unanimidad con la que han pasado de creer que la amnistía es mala a creer que la amnistía es maravillosa.
Hay razones de mucho peso para transitar, sin inmutarse, de una posición a su contraria y los socialistas con cargo o aspiración, las tienen. Por eso no hay disidentes ni los habrá. Ya pueden pedirle de rodillas a Page que impida que los diputados de su región voten a favor de la amnistía. No ocurrirá tal cosa, ni en el feudo de Page ni en ningún otro. Una cosa es no levantarse a aplaudir en el Comité Federal y otra votar en contra del partido que te da de comer. Lo primero requiere algún valor, pero lo segundo exige tener una alternativa de vida. A fin de cuentas, esto va de las cosas de comer. Mantener el Gobierno es indispensable para seguir dando de comer a mucha gente del partido, y se hace lo que haga falta para que tengan un sueldo digno. Cuando los partidos políticos se llenan de personas que no tienen otro medio de vida que el partido, cerrar filas no es opcional. Es obligatorio. Va en el sueldo. Es cerrar filas o ir a la fila del paro. Y todo lo demás es puro cuento.