
Las discusiones bizantinas de los reunidos en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático cada vez interesan menos, como puede apreciarse en la decadencia del espacio que reciben en la mayoría de los medios de comunicación. No obstante, el mercadillo climático sigue, ahora en Dubai, moviendo millones de dólares y generando polémicas.
Los "aprendices de brujo" pretenden dominar los secretos del clima y sus variaciones hasta el extremo de presentarse como capacitados para determinar cuánto vale el grado de subida de la temperatura global en un determinado espacio de tiempo. Hay algunos "catetos" que pican y compran sus mentiras supuestamente científicas.
Porque, digámoslo bien claro, las predicciones catastrofistas, por muy detalladas que se presenten en este novísimo marketing ecológico, no son sino suposiciones basadas en los modelos de ordenador creados para las presentaciones; no estamos ante nada semejante al método científico.
Podemos estar ante la mayor mentira de la historia de la supuesta Ciencia, al menos ante unas suposiciones muy caras para los países pobres, muy rentables para los ricos y especialmente suculentas para los especuladores que juegan con intereses no sólo económicos, sino también sociológicos y políticos.
Si quieren una prueba de la absoluta falta de rigor científico que suele acompañar a las proposiciones imperantes sobre la terrorífica "emergencia climática", escuchen, si es que logran hacerlo tras armarse de paciencia, cualquiera de las alocuciones del presidente del Gobierno español en las que utiliza tan discutible polémica para descalificar a sus rivales tildándolos de negacionistas y relacionándolos con lo que llama ultraderecha. Sr. Sánchez, ¿usted qué diablos sabe de ciencia y de clima para mostrarse tan poco prudente?
¿Serán sus asesores quienes le cargan de supuestas razones para descalificarnos a los que llama "negacionistas"? Si es así, ¿quiénes son? ¿Los mismos que formaron supuestamente el comité de expertos sobre la covid?
Entre tanta supuesta seguridad y tanta prepotencia, ante lo que el prestigioso periodista Serrano Anguita llamó "seriedad del burro que a cierta gente confiere sensación de inteligente", resulta cada vez más duro mantenerse en la resistencia, una resistencia que llama a la duda científica, a la llamada a la confianza en la investigación y en la aplicación del principio de prudencia para disminuir la contaminación. Esta sí es una necesidad indiscutible.
Centrándonos en lo que se está discutiendo en Dubai, llama la atención el renacer de algo que hasta pocos años se satanizaba: el aporte de la energía nuclear en la disminución de la contaminación atmosférica.
Francia, Estados Unidos y Japón encabezan la veintena de países que proponen mantener la opción nuclear, triplicando la generación de este tipo de energía hasta 2050. John Kerry, enviado a la Cumbre por USA, ha sido sincero al afirmar que será imposible llegar a contaminación cero en esta fecha sin utilizar "algo" de energía nuclear: tan realista como poco concreto.
No puede extrañarnos demasiado que Francia apueste por lo nuclear, ya que tradicionalmente lo viene haciendo; es precisamente la vecindad de las nucleares francesas lo que permite a las autoridades de la "transición ecológica española" desmantelar nuestras propias centrales, con la esperanza nada noble de que nuestros vecinos nos vendan energía nuclear si es necesario.
La segunda tendencia mostrada por los próceres reunidos en Dubai es la que apuesta por lo que llaman "energías limpias", ya saben, el eterno "brindis al sol" en favor de las renovables, en cuya supuesta limpieza se insiste haciendo trampa en las cuentas de los costes energéticos de su fabricación, desmantelamiento en su caso cuando llega su obsolescencia y agotamiento de elementos poco abundantes en la naturaleza, sin contar los enormes impactos ambientales que a veces producen.
Testigos de la afirmación anterior son: las aves descuartizadas por el choque con los molinos eólicos, la disminución de las superficies de cultivo cuando se implantan megahuertos solares y las protestas pesqueras ante el crecimiento de las implantaciones eólicas costeras litorales.
La tercera tendencia de lo que se está presentando en Dubai es la declaración de "buenismo" que supone el compromiso de los Emiratos Árabes Unidos, encabezado por las mayores petroleras del mundo para reducir las emisiones de sus operaciones de petróleo y gas, aunque ninguna de las empresas implicadas lo acepta en la práctica. La polémica está servida.
El metano es el nuevo "maldito" en esta batalla contra las emisiones contaminantes; cincuenta países petroleros prometen reducir a cero sus emisiones de este gas para 2030: todo un monumento al postureo, en el que se incluye también la oferta de limitación de empleo del gas natural, del que tanto dependemos en España.
Nuestra única esperanza para un futuro próximo reside en que los científicos sigan trabajando en la modestia y el silencio de sus laboratorios, en búsqueda de fuentes energéticas menos contaminantes y más eficaces, de manera que pueda continuar la prosperidad de la civilización sin arruinar a los más desfavorecidos. Que siga mientras tanto el postureo en el mercadillo de Dubai. No somos capaces de evitarlo.
Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales.