
En el número 401 de la Travesía de Gracia de Barcelona sigue en pie por pocos días la parroquia del Espíritu Santo, una iglesia de características extraordinarias. Su fachada sostiene una vidriera de doscientos metros cuadrados "según bocetos y anotaciones aportadas por el sacerdote Mn. Francesc Camprubí Alemany, liturgista e historiador. Otras obras suyas se pueden hallar en la iglesia de Belén en las Ramblas barcelonesas o la de Sant Antoni Abat en Vilanova i la Geltrú. La simbología hace referencia a las distintas manifestaciones del Espíritu Santo según las Sagradas Escrituras y a las representaciones del Espíritu Santo a lo largo de la historia. Se presenta al Paráclito mediante llamas de fuego sobre la cabeza de los apóstoles. Son siete en alegoría a los siete dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, templanza, piedad y temor de Dios. También se representa al Espíritu Santo en forma de paloma y en forma de viento. En la parte inferior se dibuja una forma curva circular que representa el planeta y la humanidad recibiendo los dones y la protección de la tercera persona de la Santísima Trinidad".
El anterior entrecomillado es un extracto de la información publicada en la página de Internet Germinans sobre el derribo de la mencionada parroquia barcelonesa. La parroquia es de una humildad extrema. Ocupa una pequeña manzana en el Bajo Guinardó. Está a un paso del Hospital de San Pablo, de Domènech i Montaner, y el cardenal Omella ha ordenado su destrucción para erigir sobre el solar una facultad de Medicina de la Iglesia. La iglesia es conocida por la vidriera. Más por fuera que por dentro. Por fuera resulta extremadamente singular. Por dentro es una impresionante representación de los años sesenta del siglo XX, doscientos metros cuadrados de luces y colores y de mucho más. El vitral data de 1967 y es obra del Taller Raventós. Poco más se sabe de la obra. Mucho menos que del más ínfimo resto de Atapuerca. Sin embargo, la iglesia con su vidriera es para miles de personas una especie de esbozo de la Capilla Sixtina de las artes decorativas. Y no solo decorativas. He ahí los siete dones, la Santísima Trinidad, el Código Morse de la Biblia y del misterio uno y trino representado en tercer lugar en forma de paloma. Paráclito.
Pues eso, una iglesia católica que llama poderosamente la atención al paso del viandante, un lugar de culto abierto las 24 horas del día, una parroquia con una vidriera moderna impresionante, un punto exacto de la memoria del último cuarto del siglo XX. En Cataluña no se ha hablado de una vidriera de mayor tamaño. En el resto de España, tampoco. Claro que el tamaño no importa. Otra cosa es la singularidad. Sin embargo, Omella alega que es absolutamente imposible salvar la obra de arte y que hay que derribarla. Obvio. El Espíritu Santo, menuda chorrada. Pero mirando fijamente el vitral por dentro y por fuera cualquier ser mínimamente vertebrado no siente la más mínima tentación de cargárselo, sino todo lo contrario. La facultad de Medicina será un bien superior, pero no hace falta demoler una obra de arte. En el pasado bastaba con trasladarlas. En el Ensanche barcelonés hay varias iglesias góticas que fueron llevadas allí piedra a piedra, pero según los "técnicos" de la Iglesia es imposible salvar el vitral del Espíritu Santo. Omella desconoce que más de una galería de arte de Nueva York pagaría cientos de millones de euros por la vidriera. Tal vez miles. Hasta cien facultades de Medicina se podrían construir con tanto dinero,
Pero a estas alturas de la historia la iglesia del Espíritu Santo de Barcelona es algo así como un templo románico de la península ibérica a punto de ser arrasado por el Islam. Si les cae a mano no duden en visitarlo. Están a punto de derribarlo.