
No pude estar en la presentación de El camino del libertario de Javier Milei, aunque espero verlo en el Premio "Juan de Mariana" que le hemos dado este año, por unanimidad, los premiados vivos y el grupo que dirige Manuel Llamas. Pero me gustó mucho su charla con Rallo, tantos años ya con Dieter y en esta casa, porque le dejó hablar, él contó su vida, y se creó en la sala o, al menos, eso parecía en YouTube, un silencio muy respetuoso. Temo que Milei está más acostumbrado a las adhesiones que al respeto y, sin embargo, su crédito nacional y su prestigio internacional los ha ganado haciéndose respetar por su acción de Gobierno. Es curioso, aunque nada extraño en estos tiempos líquidos y entre tanto charco informativo, que los aspectos anecdóticos de la vida personal de Milei dominen los realmente extraordinarios que está cosechando como gobernante, no como político e incluso pese la política, que en presidencia lleva Karina y en el Senado, reducto kirchnerista, maneja con mano izquierda Victoria Villarruel.
Las muchas caras del fenómeno Milei
Milei son muchos Milei. Y en su estela concurren muchos factores que tienen que ver poco con el liberalismo, y no digamos con Rothbard y el libertarismo, sino que son totalmente opuestos. Véase Vox, donde Abascal, prohibe a sus militantes hablar en esRadio, ha echado a todos los liberales y dice que "hay que distribuir equitativamente la riqueza" (Gallardo), "le molesta ver en todo el mundo la M de McDonalds" (Buixadé) o que "las empresas pertenecen a los trabajadores" (su sindicato Solidaridad).
No quiero molestar a Milei con los disparates de sus anfitriones, que están, cada vez más, en las antípodas de las ideas de la libertad. Pero Vox no hace sino seguir la corriente de lo que, sin afán de descalificar, puede llamarse la derecha radical europea que, como se verá en el mitin de hoy, está evolucionando hacia el socialismo a toda velocidad, la misma que lleva la Argentina de Milei huyendo de él. Hace una década, cuando la derecha, como recordaba Agustín Laje, daba la batalla ideológica sólo en las redes sociales (nuestro grupo es la excepción, desde hace 25 años, en el mundo liberal de lengua española) los enemigos del socialismo en general y de la Agenda 2030 en particular, podían simpatizar con Trump frente a Biden, con Orban frente a Soros. Todo eso ha cambiado, sobre todo desde la guerra de Ucrania, tras la que algunos supuestos defensores de la libertad se alían con Putin, y defensores del libre mercado alaban el esclavismo comunista de Xi Jinping. No es el caso de Milei; va siendo el de Abascal.
Aquel viejo frente de rechazo a los progres, que tenía más de rabieta que de alternativa, es infinitamente menos valioso que lo que ha construido Milei: una alternativa política, institucional y ética, en un país enfermo de colectivismo como Argentina. Y lo importante, al revés que Vox, cada vez más orgulloso de su aislamiento, es que no lo ha construido sólo él. Sin la derecha nacional de Victoria Villarruel y los liberales progres de Macri y Bulrich, hubiera sido diputado (en un grupo de dos, Milei y Villarruel), pero no presidente. Lo ha sido gracias a la coincidencia patriótica de los tres grupos y a la desesperación masiva de unos jóvenes sin presente y sin futuro. No habría triunfado sin ellos, como Hernán Cortés sin tlaxcaltecas y totonecas. Ni ellos hubieran vencido al enemigo común, peronista o azteca, sin una figura venida de fuera, de otra civilización, como Milei o Cortés. La hispana, romana y cristiana de Hernán Cortés; y la liberal de Milei.
Milei y Hernán Cortés: líderes que llegan de fuera
El paralelismo no es ocioso. Sólo alguien ajeno a las guerras tribales de aquel inmenso territorio, un europeo pobre de la España que tras la Reconquista se veía espada de la Cruz y heredera de la Roma y la Grecia del Renacimiento, con unos cientos de soldados y sin experiencia militar pudo, con Doña Marina o Malinche, y genio diplomático, unirlos a todos. Sólo alguien ajeno al peronismo, salvo el aprecio histórico a Menem, al radicalismo sin excepciones, y al macrismo, salvo el respeto a Macri, ha sido capaz de crear no sólo una formula victoriosa, sino un verdadero modelo para cambiar de raíz el Estado fallido y la sociedad argentinos.
Creo haber sido casi el único, tal vez porque me gustaba aquel Milei que se exaltaba justísimamente contra la inflación ("robar en sus bolsillos a los pobres", según la Escuela de Salamanca), tal vez por mi afecto cultural a la nación de la literatura, el tango, el psicoanálisis, el fútbol y el genio de la retórica periodística, en decir que Milei podía ganar. Mi argumento era que "sólo un loco podía creer que la Argentina tenía remedio". Y sucedió.
Pero la acción de gobierno de Milei en sus primeros cuatro meses es mucho más importante que su victoria electoral. Sólo se le critica, creo que con justicia, un error: elegir para la Corte Suprema al juez Lijo, símbolo de corrupción mediante dilación, amigo y defendido en su día por el ministro de Justicia actual. Y conste que lo entiendo: Milei ve en la Corte un hato de indeseables, con pocas excepciones, y piensa que un juez acostumbrado a plegarse al Ejecutivo le facilitará el ritmo de las reformas económicas, que debe ser rapidísimo. La única vez que le vi explicar, muy incómodo, la designación de ese juez, fue que "conoce muy bien la administración de Justicia". ¡Como que es uno de los símbolos de la corrupción kirchnerista! La incomodidad de Milei se ve en un gesto muy suyo: baja la cabeza y mira desde abajo, con un mohín de enfado, próximo al zarandeo, como diciendo: "¿por qué me lo preguntas, si sabes que no quiero responder?".
La cruzada moral y la resurrección nacional
Y esa incomodidad tiene motivos, porque Milei es sobre todo un moralista. Llegó a la economía por entender el daño que la hiperinflación hacía a los humildes. Y llegó al liberalismo cuando comprendió que el libre comercio era lo que más favorecía a los pobres y que el mecanismo más justo de distribución de bienes es el de la competencia en libertad. Su misión, y la de "las fuerzas del cielo" (que toma de los Macabeos, pese a que al final fueron derrotados) es de orden moral, pero también patriótico. El moral es acabar con la pobreza en Argentina eliminando los mecanismos que impiden, desde el Estado y sus parásitos sindicalizados, la posibilidad de que los ciudadanos elijan libremente el modo de alimentarse, vender, comprar y sacar adelante, dentro de la Ley, sus proyectos personales, familiares o empresariales. Y el patriótico –en parte, nacionalista–, es el de restaurar la riqueza argentina de antaño volviendo al concepto de Estado liberal de Alberdi y a su idea de comunidad política republicana o nacional.
Ambos medios, la salvación económica y el resurgir nacional, son parte de un solo fin moral, cuya base es defender las instituciones naturales de una sociedad occidental: el derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Digo occidental y no sólo libre porque para Milei la libertad es hija de la tradición judeocristiana y de la Ilustración europea, los dos referentes de la Argentina de Alberdi que él reivindica. Como las primeras constituciones, la americana, la francesa y la española de Cádiz, la de los "españoles de ambos mundos", también de los argentinos del virreinato del Mar del Plata. La de Cádiz dice que esos españoles de ambos mundos deben ser "justos y benéficos". Claro que, para ser justo, Milei topa con lo que Quevedo llamó "jueces mercadería", corruptos o colectivistas, y, para ser benéfico, acabar con los "gerentes de la pobreza", el hampa sindical. Y lo está haciendo.
Del mismo modo que en La Nación+ o en la cadena de Joni Viale se ha criticado abiertamente (Carlos Pagni) la elección de Lijo, Milei tiene un decidido respaldo mediático a la lucha contra los piquetes de Bulrich y al desvelamiento por Petobello de la corrupción de los planeros, de Grabois, el comunista vaticano al Polo Obrero y Movimiento Evita. Eso, junto a la caída de la inflación y la mejora de todos los índices económicos, explica que la popularidad de Milei y Villarroel sea aún mayor que tras la victoria. También la de Bulrich en su lucha contra el narcotráfico, otra obligación moral, y como tal la apoya Milei. En eso no hay equívocos como los de algunos libertarios académicos, indiferentes al comercio de drogas que matan personas y que están convirtiendo países enteros en narco-estados. Seguir, como hago a diario, la televisión argentina, es fascinante en el orden intelectual y admirable en el orden moral. Y es obra de Milei y su gobierno. La sociedad argentina quería despertar, pero ha necesitado que llegara al poder el loco más cuerdo desde Don Quijote para conseguirlo.
La Argentina actual se parece poco a la Unión Europea
En poco se parecen la Argentina de Milei y la Europa actual, aparte del nivel social y económico que, pese a todo, aún disfrutamos, y aunque lo que ellos están abandonando, nosotros lo estamos aceptando. Sin embargo, la apertura de fronteras, una de las ideas básicas de la libertad, es algo que combaten, no sólo contra la inmigración ilegal, muchos de los partidos que hoy acompañan a Milei en la fiesta de Vox. El globalismo colectivista de la Agenda 2030 se pretende atacar mediante el proteccionismo comercial y las fronteras a la importación, variante de la "sustitución de importaciones" del comunismo clerical iberoamericano, y clara subvención del voto rural.
Una parte del giro a la derecha en la UE que se constatará en las elecciones europeas me parece positivo. Así, el endurecimiento de la lucha contra la inmigración ilegal, inseparable de la trata y del narcotráfico. Ese reforzamiento de los Estados puede parecer aberrante a los libertarios de cátedra, pero es fundamental en la defensa de las libertades reales de los ciudadanos más pobres, como es el caso de la ciudad de Rosario, en la que prácticamente tienen que rehacerse todos los pilares del Estado para que cumpla sus funciones básicas: proteger la vida, la libertad y la propiedad.
Pero además de los aspectos económicos, base del proyecto político de Milei, los partidos de la derecha radical europea no van sólo contra la burocracia socialista, la ideología de género o el cambio climático, sino en favor de la imposición de otro tipo de censura, religiosa o nacionalista, muy parecida a la que la Izquierda ha impuesto en los medios y en la enseñanza. Son viejos compañeros del viaje a ninguna parte. No a la Argentina liberal que, con Milei, se ha convertido en faro de las libertades en todo el mundo.