
En efecto, la publicación de la Ley Orgánica 1/2024, de 10 de junio, de amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña en el BOE del martes 11 de junio de 2024 constituye —parafraseando a una conocida ministra— un acontecimiento planetario en la Historia Universal de la Infamia (J.L Borges dixit) porque muestra que somos el único país del Mundo en el que una mínima parte de sus ciudadanos —que desprecia a la inmensa mayoría— decide separarse y absolver ante sí sus numerosas fechorías políticas y económicas que ya estaban tramitándose en las respectivas diligencias criminales instruidas por nuestras juezas y jueces en el marco del Estado de derecho amparado —hasta ahora— por nuestra Constitución. Y todo ello con la cooperación necesaria de una parte minoritaria —a la vista de los resultados de las últimas elecciones europeas— de los despreciados que consienten y alimentan tal despropósito para mantener en el poder inestable a un líder que muestra una tendencia imparable y patológica hacia la autocracia.
Y, por si el esperpento no fuera suficiente, la gran mayoría de ciudadanos tenemos que pagar con nuestros impuestos esta fiesta nauseabunda y observar el espectáculo dantesco de los racistas exhibiendo su chulearía desafiante de los valores constitucionales compartidos por la inmensa mayoría al aprobar, en el Congreso, aquella Ley Orgánica 1/2024, de 10 de junio, de amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña publicada en el BOE núm. 141 del martes 11 de junio de 2024 (Sec. I. págs. 67764 a 67781).
El lector nos eximirá de reparar en su verborrea analfabeta y en sus barbaridades jurídicas, que son tantas y tan evidentes que no tienen cabida en una columna de opinión como esta. Permítasenos simplemente destacar que su texto está plagado de expresiones tan altisonantes como inexactas (como la que en el apartado II de su Preámbulo dice que "esta ley orgánica es un paso más en un camino difícil, pero a la vez valiente y reconciliador; una demostración de respeto a la ciudadanía y de que la aplicación de la legalidad es necesaria, pero, en ocasiones, no es suficiente para resolver un conflicto político sostenido en el tiempo") que constituye un sentido homenaje al oxímoron, definido por la RAE como un "recurso retórico consistente en combinar dos palabras o expresiones de significado opuesto".
Mientras esto sucede y los medios de comunicación sedicentemente progresistas hacen de altavoces cipayos de la buena nueva, esa misma España doliente se nos muestra como un gigantesco Patio de Monipodio en el que entra por una puerta el conocido hermano músico dramático del amado líder, mientras parece que sale por otra puerta la vicepresidenta, aunque permanece adherida a su canonjía (piso gigante de disfrute gratuito, coche oficial de goce libérrimo, pensión máxima garantizada sin necesidad de acreditar los años cotizados necesarios para el resto de los mortales, etc.) con la que nunca hubiera podido soñar, por lo que es razonable que se agarre al cargo cual percebe en el Cabo Roncudo o como lapa en el Cabo de Palos. Al tiempo que permanece en el centro del patio —por méritos propios de imputación penal geométricamente creciente— la esposa honesta y profesional del amado líder, que va necesitando más epístolas que la Historia sagrada para expresar los sentimientos de amor conyugal y fraternal que van surgiendo en su delicado espíritu, al tiempo que surgen también las imputaciones penales de los seres amados en una progresión epistolar-delictiva nunca vista en la Historia.
En conclusión, vemos con vergüenza en el panorama internacional y con profunda tristeza en el propio que España se a convirtiendo en una anomalía cada vez más grosera entre los países civilizados.