
Las elecciones al Parlamento Europeo se disputaron en España como un plebiscito. Nada nuevo. Desde 2023 todas son un plebiscito. En las últimas autonómicas Turull, de Junts, advirtió que eran un plebiscito entre Puigdemont y Sánchez. En las municipales había una oferta más variada: "el PP lo apuesta todo al plebiscito" y "Sánchez quiso un plebiscito". Ni que decir de las generales de julio. Para añadir complejidad, en todas se compite contra las "expectativas", que es algo así como un titular de periódico que se repite y crea tendencia.
Las encuestas del CIS, por excesivas, no cuentan para las expectativas que son muy socorridas porque permiten atizar, sin ir más lejos, a Feijóo y el interesado no sabe muy bien por qué. Con decir "el PP gestiona fatal las expectativas", cada uno se imagina lo que quiere. Si añades "y la última semana de campaña, lo peor de lo peor", a ver quién te chista. En esto el PSOE ha mejorado mucho. Antes todo se resolvía echándole la culpa al de la "comunicación". Se hacían bien las cosas, pero no se comunicaban. Eran otros tiempos.
El plebiscito en España es algo muy democrático. Participamos todos y además se plebiscita a todo quisque. A Yolanda como dirigente de la izquierda de la izquierda, aunque no se presente. Cansada ha tirado la plancha. A Pedro, en esta ocasión acompañado de su señora: "¿Cuánta ventaja tiene que sacar el PP al PSOE para que Sánchez dé por exonerada a Begoña?", se preguntaba un locutor de campanillas (fue a primera hora de la mañana, así que no tiene excusa). Don Alberto está en un sinvivir cada vez que se convocan elecciones y eso que desde que llegó su partido no para de ganar. Pues ni por esas. De la expectativa al plebiscito y vuelta a empezar.
Así las cosas no es de extrañar que el personal dé síntomas de fatiga. Han votado cinco millones menos que en las Europeas de 2019. La mitad del censo parece que ha decidido tomarse un respiro. Hacer un (kitkat) quizá para cavilar cuál es la mejor manera de salvar a España de las garras de la ultraderecha, del partido de la guerra o de su implosión como nación a manos del moro Muza. Hay que entender que el cuerpo electoral lleva así más de un año. Algunos, 800.763 para ser exactos, no han soportado la presión y han votado a un Cicciolino vocinglero y sudoriento que, con un poco de ayuda socialista, le disputará el jamelgo a Abascal.
El bipartidismo era un aburrimiento. Se apoyaba en la muleta del nacionalismo y aseguró años de estabilidad política. Por voluntad de su Sanchidad fue sustituido por el choque de bloques ideológicos y las alianzas plurinacionales. Desde entonces esto es un festival de despropósitos. El muro levantado por el socialismo lo protege una troupe de vividores que últimamente renquean con el argumentario.
La coalición gubernamental de socialistas y comunistas, más los díscolos de Podemos, ha perdido 2.984.000 votos. Prácticamente uno de cada tres (el 31%) de los votantes que apoyaron al PSOE y Podemos en 2019, cinco años después se han tomado un merecido descanso en la lucha contra la constelación del fango. La cabeza de lista socialista (que ha extraviado 2,1 millones de papeletas) considera el resultado un éxito porque "está clarísimo que Feijóo ha perdido el plebiscito". Y no falta el plumilla que nos advierte: "el PSOE aprovecha la renuncia de Díaz para lanzar la reunificación con Podemos". Seguro que también es tertuliana.
A los socios separatistas que van coaligados con Bildu (ERC y el BNG) no les ha ido mucho mejor: pierden el 32%. Junts, el 56,5% y se deja dos de los tres eurodiputados. El PNV sigue la senda del partido de Puigdemont y le abandona más de la mitad de su electorado (el 55,6%).
En total "la mayoría de la investidura" o mejor "el lado oscuro del muro sanchista" ha perdido en estas elecciones 4.306.731 votos, uno de cada tres electores de 2019. Pasa de 12.532.310 a 8.225.579.
¿Y qué sucede en el centro derecha? La mitad de los votantes de Ciudadanos no se han dado por aludidos y han ido a la abstención. Primera conclusión: no parece correcto afirmar que el PP ha absorbido todo el voto de Cs. Al menos no lo confirman los resultados de estas elecciones. De los 2.731.825 sufragios que Cs obtuvo en 2019, Jordi Cañas ha tirado 121.000 a la papelera —su asesor de imagen lo achaca a las gafas—. Restan 2,6 millones y suponiendo que el incremento de voto del PP sea procedente en su mayoría de Cs, 1.166.000 papeletas naranjas son abstencionistas. De tanto repetirles que las opciones de centro, moderadas, no existen se lo han terminado creyendo. Deprimidos, pasaron la jornada electoral en casa. Se pierden votos y a unos excelentes europarlamentarios. No a todos, Adrián Vázquez continua con el PP.
El Partido Popular ha incrementado sus votantes en 1,4 millones, un 32% más que en 2019, lo mismo que pierde el PSOE. Feijóo lidera un partido que ha dado un vuelco de 3,5 millones de votos. En 2019 el PSOE aventajaba al PP en 2,8 millones. En 2024 esa diferencia se ha invertido en 700.000 votos a favor de los populares. De perder por 12 a ganar por 4 puntos. Para Teresa Ribera "ha salido reforzada la mayoría progresista, el Gobierno y el presidente Pedro Sánchez". Ella se va a Bruselas y aquí los deja, pero no le falta razón. La suma del PP, Cs y Vox es de 7,7 millones, 882.000 votos menos que los obtenidos (8,6 millones) por los tres en 2019. Pese al descalabro del "lado oscuro", estos siguen aventajando en 463.000 votos al centro derecha.
A Vox le ha salido un ábsceso. Los demagogos tienen las patas cortas y la crítica al Rey es el campo de batalla elegido para las primeras escaramuzas con el intruso. ¿Comparte Abascal con el fundador de Falange que "la monarquía es una institución gloriosamente fenecida"? No hay que llamarse a engaño, llevan meses en los grupos de mensajería alentando la crítica contra el jefe del Estado a cuenta de la firma de la Ley de amnistía. El digital de Pedro J. encarga una encuesta: ¿Monarquía o República? ¿Qué opinas de Felipe VI? Coincidencia.
El PSOE engordará esa candidatura de friquis, ya lo hizo con Jesús Gil, y pronto veremos a Alvise entrevistado por la Intxaurrondo. Acudirá galopando a lomos de Imperioso. En el Barómetro del CIS de mayo el principal problema es el paro (26%). La amnistía lo es para el 0,3 de los encuestados. Mientras no se note en el bolsillo todo dependerá de Puigdemont.