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José García Domínguez

Salvador Illa y 'la moto Tarradellas'

Tarradellas significa en Cataluña no la concordia con España, sino la voluntad obsesiva de unir a todas las facciones del nacionalismo identitario.

Tarradellas significa en Cataluña no la concordia con España, sino la voluntad obsesiva de unir a todas las facciones del nacionalismo identitario.
Salvador Illa. | Europa Press

Salvador Illa, que es el presidente número 12 en la corta historia de una institución llamada Generalitat que creó ex novo la Segunda República Española en 1931, no el 133 como se han inventado los nacionalistas y tantos tontos repiten ahora en Madrid, ha estrenado su mandato poniendo en circulación otro invento, el de que en su figura política se va a reencarnar nada menos que el espíritu de Josep Tarradellas. Algo insólito, aunque sólo fuese porque Illa contaba apenas 11 años, edad en la que resulta bastante improbable recibir profundas huellas políticas y filosóficas de terceros, cuando el retorno del viejo.

Sin embargo, tal resulta ser el énfasis que, desde el minuto cero, se está poniendo en su círculo más inmediato para intentar difundir eso que ya podríamos llamar la moto Tarradellas que incluso a mí, que vivo gozosamente apartado en un rincón de la provincia de Pontevedra, me ha llegado, vía una columna de opinión en El Faro de Vigo firmada por el soldado Juan Tapia, lo de que Illa es Tarradellas redivivo. Y si el cuento de la epifanía tarradellista circula depositado encima de las barras de todos los bares de la comarca del Salnés, en las Rías Baixas, imagínese el lector lo que llevan una semana contando a sus lectores en La Vanguardia y demás prensa local del Movimiento.

¿Y por qué Tarradellas? Pues porque Tarradellas remite a una figura histórica del nacionalismo que se entiende de modo muy distinto fuera y dentro de Cataluña. Fuera, Tarradellas personifica el mito voluntarista del catalán bueno. Pero Tarradellas, que en su juventud no resultó ser tan bueno como se quieren creer al otro lado del Ebro, significa en Cataluña no la concordia con España, sino la voluntad obsesiva de unir a todas las facciones del nacionalismo identitario, desde la derecha más a la derecha hasta la izquierda más a la izquierda, en un proyecto común transversal para, sin fisuras internas, obtener las máximas concesiones del Estado. El sueño secreto de Tarradellas era el Partido Único Catalán. Y en eso anda ahora Illa.

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