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Mamerto en la corte del rey Felipe VI

Lamento que el pueblo mejicano tenga tan poco ojo político como el pueblo español, lo que demuestra que somos más parecidos que lo que sus gobernantes quieren aparentar.

Lamento que el pueblo mejicano tenga tan poco ojo político como el pueblo español, lo que demuestra que somos más parecidos que lo que sus gobernantes quieren aparentar.
La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados. | Europa Press

El origen del término "Mamerto" no está del todo claro, pero algunos lo sitúan en Messina con la expresión de "mamertino", gentilicio de los pobladores de esta ciudad siciliana desde el siglo XIV, como una de las primeras ciudades vencida por los romanos, tal vez por su escasa destreza en el combate.

De ahí pasó a Hispanoamérica, sobre todo en Colombia, donde políticamente en los años sesenta, respetando el origen etimológico de pueblo poco astuto o tonto, se utilizaba el vocablo de marras para llamar "mamertos" a los simpatizantes de ideología izquierdista.

Parece que esta terminología desconocida para muchos ha arraigado no solo allende los mares sino en nuestra madre patria, encarnándola a la perfección los dirigentes del movimiento podemita en sus diversas facciones y en el populismo imperante en buena parte de América Latina.

La última en Méjico, donde su presidente electa Claudia Sheinbaum y su mentor Andrés Manuel López Obrador, se han abrazado candorosamente al "palabro", vetando al Rey de España en su toma de posesión.

Arguyen que el monarca no contestó a la misiva en la que se le emplazaba a pedir perdón por la conquista de América y a reconocer el sufrimiento de los pueblos indígenas por las "tropelías" que, a su iluminado entender, los corajudos españoles, con Hernán Cortés a la cabeza, infligieron a sus pobladores, esquilmando sus riquezas y alimentando así la falsaria "leyenda negra" tan del gusto anglosajón.

No cabe duda de que la falta de inteligencia o entendimiento del que hacen gala este par de "Mamertos" obedece en gran medida al sempiterno populismo del que Iberoamérica nos es capaz de desprenderse.

La flácida respuesta del Gobierno de España ante semejante estulticia, negándose a que cualquier dignatario español acuda a esa proclamación presidencial, es inversamente proporcional a la estupidez de determinados próceres patrios de la corriente radical y separatista española, que han decidido acudir en refuerzo de los mamertinos mejicanos correligionarios.

En cualquier caso, más allá de lo anecdótico y arlequinesco del incidente diplomático, bueno sería que empezáramos a dar la batalla cultural que ponga pie en pared, frente a toda esta pléyade de indocumentados e ignorantes que propagan como nueva religión arremeter contra nuestra inveterada Historia como nación, que fue capaz de civilizar a los pueblos que moraban la américa precolombina.

Si nuestros dirigentes políticos no tienen arrestos para defender el legado recibido de nuestros ascendientes, mejor sería que se dedicaran al infumable vodevil —estilo Broncano—, en lugar de permitir que pisoteen nuestro pasado y nos afrenten de manera tan injusta y desagradecida.

Lamento que el pueblo mejicano tenga tan poco ojo político como el pueblo español, lo que demuestra que somos más parecidos que lo que los pseudoindígenas gobernantes de los Estados Unidos de Méjico quieren aparentar. Están bajo un nuevo supremacismo ideológico que condena a su ciudadanía a prolongar su pobreza como si fuera una virtud de la que vanagloriarse.

Estos titiriteros de la política, en lugar de hacer progresar a nuestras sociedades para proporcionarles el máximo bienestar posible, siguen cavando en el marasmo desde dentro del hoyo en el que nos han metido a todos.

Larga vida a nuestra Historia común con sus luces y sus sombras, más allá de los mentecatos que nos rodean y lo que es peor, que nos gobiernan.

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