Los números de Donald J. Trump son, como a él le gusta, enormes. Ha hecho historia, ¡y cómo!
Se ha presentado tres veces a las elecciones, marca que antes que él sólo tenían los presidentes Andrew Jackson, Grover Cleveland, Teddy Roosevelt, Franklin Roosevelt y Richard Nixon. Ha sido el segundo presidente que, después, de fracasar en la primera reelección la consigue al segundo intento, lo que antes que él sólo había logrado el demócrata Cleveland, presidente entre 1885-1889 y 1893-1897. Se ha enfrentado a su partido para ganar la nominación, sobre todo en 2016 y este año.
Es el primer republicano que obtiene más de la mitad del voto nacional, desde George W. Bush en 2004 y con el porcentaje más alto desde 1988. A falta de los recuentos completos, superará los 74,2 millones de sufragios de 2020, muy por encima de los 63 millones que recibió en 2016.
Aumenta el número de delegados del Colegio Electoral que votarán por él. En 2016 fueron 304 (dos incumplieron el compromiso, menos que en el caso de Hillary Clinton que fueron cinco); 232 en 2020; y ahora serán 312. Y ha añadido un estado más a su bolsa: Nevada, donde quedó segundo en 2016 y 2020.
Los derrotados
Para aumentar su leyenda, ha derrotado al mundo del dinero por segunda vez. Ha gastado mucho menos que Kamala Harris, a fin de cuentas la candidata de los ricos de Hollywood, Wall Street y Silicon Valley (con excepciones como Elon Musk y Timothy Mellon). La campaña de Harris gastó 1.600 millones de dólares por 993 millones de la de Trump.
Entre los mayores derrotados después de Kamala Harris, están los legacy media, los medios de comunicación sistémicos, cuyo prestigio se ha hundido en estos ochos años. Periódicos como el Washington Post, Los Angeles Times y USA Today rehusaron apoyar a ningún candidato, o sea a la demócrata. El empresario Jeff Bezos, propietario del Washington Post, reconoció que la prensa carece ya de credibilidad en el país. Las campañas ya se hacen en las redes sociales, sobre todo X, liberada de la censura progre por Musk, y los podcasts, como el de Joe Rogan, que entrevistó a Trump durante tres horas, mientras Harris buscó excusas para no acudir al estudio, y Tucker Carlson.
A esta lista se pueden unir la industria farmacéutica y la alimentaria, señaladas por su aliado Robert F. Kennedy; los neocones, esa camarilla belicista que dirige la política exterior del país desde finales del siglo pasado; y toda la industria de la descarbonización y la transición ecológica.
Se rompen las barreras étnicas
Aunque tardaremos unos días en conocer los estudios detallados, ha ampliado el apoyo a un candidato republicano entre los negros varones, los hispanos y las mujeres blancas, que los progres creían de su propiedad. Ha roto, por tanto, las barreras sociales y étnicas que parecían inamovibles gracias al sistema clientelar montado por los demócratas y a la dejadez y hasta antipatía de los republicanos. Con sus planes para reindustrializar el país y perseguir la inmigración ilegal ha seducido a la clase obrera y baja, los que se denominan 'víctimas de la globalización'.
También ha introducido un nuevo método de hacer campaña, que ya probaron otros, como Ron DeSantis, gobernador de Florida, con su reelección en 2022: trabajarse el voto por correo y el 'voto temprano'. Uno de los factores fundamentales del triunfo de Trump ha sido la masiva movilización de su base electoral, los hombres, sobre todo blancos. Éstos votaban de manera anticipada en menor proporción que las mujeres. Y el equipo de Trump les ha animado con el miedo a un nuevo pucherazo (sí, yo estoy convencido de que los demócratas cometieron fraude en 2020), a la vez que se dirigían específicamente a los que suelen votar de esta manera. Y es que en algunos estados de EEUU, el día de elecciones dura casi un mes.
La última amargura de Kamala
La vencida, Kamala Harris, ha marcado varios registros históricos. Segunda mujer candidata a la presidencia por uno de los dos grandes partidos y primera mujer no blanca (no se le puede llamar afroamericana más que con imaginación). También, el primer candidato demócrata elegido por la convención de su partido desde que en 1972 se instituyeron las primarias abiertas en todos los estados sin haber ganado un solo delegado.
En enero pasará el que quizás sea el peor episodio de su carrera política. Sin duda, los liberales tratarán de sabotear o entorpecer la elección de Donald Trump y de JD Vance por el Colegio Electoral, como ya hicieron en 2016, con llamadas a que los delegados republicanos votaran a cualquiera menos a Trump, por el bien de la humanidad y de la democracia. Si todo transcurre según establece la Electoral Count Act, el 6 de enero de 2025, Harris, como presidenta del Senado tendrá que contar los 538 votos del colegio electoral y declarar la victoria de Trump. Es un mal trago que antes que ella pasaron otros vicepresidentes que fueron derrotados: Richard Nixon (1961), Hubert Humphrey (1969) y Al Gore (2001).
No creo que Kamala Harris tenga un regreso a la política similar al de Nixon, que ocho años después juraba como presidente. Se dedicará, como Gore y Hillary Clinton, a dar conferencias y vender sus libros de memorias.