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Los complejos ultraizquierdistas de Sánchez degradan a España en Notre Dame

El ministro ultra debería haber sido reemplazado por otro miembro del Gobierno como acompañante del Rey.

La ceremonia de reapertura de la principal catedral de Francia el pasado sábado fue mucho más que un acto confesional, condición que, por otra parte, no debería ofender a ningún gobernante occidental dada la condición fundacional juedo-cristiana de las naciones de origen europeo. Pero hablamos de Sánchez y de su Gobierno, un grupo mal avenido de incompetentes sin escrúpulos, que utilizan el poder para hacer gala de los rencores que alberga su sectarismo ideológico, la única argamasa psicológica que une a la coalición social-comunista.

En París se dieron cita casi medio centenar de primeros ministros y jefes de Estado, lo que convirtió la solemne ceremonia de Notre Dame en un acto de enorme trascendencia internacional. Francia, además, es nuestro país vecino, con el que nos unen numerosos intereses de todo tipo y, por tanto, una de las principales referencias en nuestra política internacional. Son dos motivos de extraordinario peso político para que España hubiera estado presente en los actos organizados para reabrir la catedral de París tras el devastador incendio sufrido en 2019, pero Sánchez decidió que ni el rey Felipe ni ninguno de sus ministros debía aparecer por allí, lo que sin duda nos retrató como un país extravagante en manos de aficionados profundamente fanáticos.

París cursó la invitación correspondiente para contar con la presencia de los reyes acompañados por el ministro de Cultura, condición ésta última que, para nuestra desgracia, recae en el incalificable Ernest Urtasun, un ultraizquierdista que utiliza el ministerio para dar rienda suelta a sus obsesiones personales. Urtasun rechazó la invitación "por motivos personales", un pretexto que habrá sonado como una bofetada en la cancillería francesa dada la trascendencia del acto al que se le había invitado. Más tarde, desde el ministerio de Cultura español explicaron la ausencia porque el ministro no acude a actos confesionales, otro argumento absurdo que únicamente retrata la falta de criterio y la ausencia del sentido del ridículo del personaje.

Pero "los motivos personales" de Urtasun y su rechazo a los actos religiosos no tienen por qué involucrar a España, por lo que el ministro ultra debería haber sido reemplazado por otro miembro del Gobierno como acompañante del Rey. La decisión, en tal caso, no corresponde a los radicales izquierdistas de Sumar, empotrados en el Ejecutivo sanchista para hacer de las suyas, sino al presidente del Gobierno, que en estos casos tiene el deber de anteponer los intereses de España a su propio sectarismo y el de la tropa que lo acompaña en el Consejo de Ministros.

Como cabía esperar, Sánchez, una vez más, ha decidido colocar a España al margen de nuestros socios europeos y occidentales, contribuyendo a alimentar nuestra condición de parias internacionales que prefieren vincularse a los movimientos tercermundistas de estirpe marxista antes que figurar, en pie de igualdad, con las naciones serias que están presentes donde deben en todo momento y lugar.

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