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La derecha vergonzante catalana

No hay desacuerdo insalvable que no se arregle con una buena subvención.

No hay desacuerdo insalvable que no se arregle con una buena subvención.
La portavoz de Junts, Miriam Nogueras en los pasillos del Congreso. | EFE

En todos los lugares del mundo existe la derecha y la izquierda; en todos menos en Cataluña, donde nadie respetable concede decirse de derechas. Pero no siempre ocurrió así. De hecho, el andamiaje doctrinal profundo del fascismo español surgió en Barcelona de la mano de un ilustre rebotado de la Lliga de Cambó, Eugeni d'Ors. Aquel alumbramiento intelectual ocurrió muy poco antes de que el propio Cambó le pagara la guerra a Franco con unas pesetas abonadas a escote entre los fabricantes de medias de Sabadell y Tarrasa. Por su parte, la Convergencia de Pujol, el partido que de algún modo heredó el legado espiritual de la vieja Lliga camboniana, supo conciliar, y sin demasiados problemas además, su doble condición de movimiento de liberación nacional en el ámbito doméstico, por un lado, y la de lobby defensor de los intereses empresariales en Madrid, por otro.

Al punto de que, como es fama en el País Petit, muchas de las iniciativas legislativas del Grupo Parlamentario de la Minoría Catalana en el Congreso de los Diputados eran redactadas y luego pasadas a limpio en la sede de Foment, la gran patronal catalana. Pero el procés fue como el comunismo: creó la ficción lisérgica de que ya no existían las clases sociales y de que todos los habitantes de Cataluña compartían unos mismos intereses materiales. Si bien ahora, cuando el proyecto de la independencia reposa al fin en el sitio que le tocaba, el basurero de la Historia, la vergonzante alma de derechas ha vuelto a asomar dentro de Junts.

Para Sumar, la reducción de la jornada es un asunto de vida o muerte; literalmente, de vida o muerte. Y es que el SMI casi únicamente lo cobran los inmigrantes pobres. Apenas ellos. Y los inmigrantes no votan. De ahí que resulte de vida o muerte —política— la reducción de jornada para Yolanda y su gente. Pero es que Junts también se va a jugar su nueva credibilidad como partido de derechas en esa misma cuestión. Aunque no hay desacuerdo insalvable que no se arregle con una buena subvención.

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