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Y, por una vez, Yolanda Díaz tenía razón

Días antes del 8M de 2020, hasta la vicepresidenta reconocía que había advertido al Consejo de Ministros sobre la importancia de tomar medidas anticovid.

Días antes del 8M de 2020, hasta la vicepresidenta reconocía que había advertido al Consejo de Ministros sobre la importancia de tomar medidas anticovid.
Beatriz Gimeno, Irene Montero y la juez podemita Victoria Rosell en el 8-M de 2020. | LD/Agencias

Viendo anoche las imágenes de televisión sobre las manifestaciones del día de la mujer en Madrid, se me hace difícil pensar que han pasado ya cinco años. La diferencia es que la de 8 de marzo de 2020 era una, y lo que hubo ayer en Madrid fueron media docena de manifestaciones, cada una de un color, cada una de su padre y su madre, una más o menos oficial y otras sedicentemente oficiosas.

Da pereza hablar de la matraca de covid, pero es que conviene no olvidar. Dije entonces que la actuación del Gobierno me parecía más próxima al dolo eventual que a la negligencia grave. Y por decirlo me gané numerosas adhesiones, pero también los insultos de algún conspicuo civilista, que me acusó de calumniar. Están más en el terreno del dolo eventual que en el de la imprudencia grave las decisiones tomadas por las autoridades competentes cuando autorizaron toda suerte de aglomeraciones durante aquel infausto primer fin de semana de marzo de 2020 (mítines, conciertos, partidos de fútbol o manifestaciones) a pesar de que los informes de los organismos internacionales advertían de que la pandemia del coronavirus ya anidaba entre nosotros…

Me explicaré. cuando un automovilista que va bebido o que lleva en el coche mercancías sospechosas, o que conduce un coche robado, embiste a una pareja de la Guardia Civil que le quiere dar el alto, no quiere matar ni lesionar a nadie, pero se le presenta la muerte o la lesión, producto de su alocada huida, como algo altamente probable. Eso es el dolo eventual, que se diferencia del dolo directo en que en éste sí existe intención de causar la muerte o la lesión, por seguir con el mismo ejemplo. El conductor ya no está aquí aprovechando el hecho de la circulación; antes bien, lo que quería es utilizar el automóvil como un arma homicida, y no como medio de transporte.

Apliquemos el concepto. A pesar de la recomendación emitida por el Centro Europeo para el control y prevención de enfermedades de fecha 2 de marzo de 2020 sobre el COVID-19. Señaladamente, se relata que en la Comunidad de Madrid hubo 77 reuniones multitudinarias desde que se emitiera ese informe. Pero hubo unos antecedentes inmediatos muy singulares:

  1. El día 2 de marzo, el Gobierno de Pedro Sánchez empezó a tomar medidas de urgencia contra el coronavirus, haciendo acopio de material de protección, cosa que ocultó mientras animaba a tomar las calles pese a la esperada propagación. Se acordó la obligación de destinar, con carácter prioritario, la comercialización de mascarillas sanitarias al abastecimiento de centros y servicios sanitarios en detrimento del suministro a las farmacias.
  2. Desde que comenzaron los preparativos ante la pandemia y hasta que comenzaron a cerrarse colegios, guarderías y universidades, pasaron varios días, durante los cuales el Gobierno evitó dar la voz de alarma, animando a los ciudadanos a que aquel domingo salieran a tomar las calles.
  3. El 7 de marzo se celebró en Madrid el concierto de Isabel Pantoja y el partido Atlético de Madrid-Sevilla, el día 8 se celebró por la mañana el mitin de Vox, y esa misma tarde cerca de 150.000 personas en Madrid y varios cientos de miles de personas salieron a las calles de toda España a manifestarse. Entre ellas, Carmen Calvo (¡te va la vida en ello!, decía), Begoña Gómez, e Irene Montero, todas contagiadas de coronavirus. Pero ese día había en Madrid 202 casos confirmados y ocho fallecidos.
  4. El informe europeo de 2 de marzo alertaba de la rápida propagación del virus y recomendaba que se limitaran las concentraciones masivas de gente, ya que era peligroso el "contacto prologando de la gente en espacios pequeños".
  5. A finales de febrero, en la última reunión entre Ministerio de Sanidad y Comunidades Autónomas, éstas ya mostraron su temor e insistieron en que era necesario endurecer medidas sanitarias.

El propio Ministerio de Sanidad entendía que si la infección da la cara una semana después y estábamos siguiendo la evolución de Italia, lo que importa es que el 15 de marzo ya había 3.544 contagios en Madrid. El martes 24 había ya 12.352 casos y 1.535 fallecidos. Si se hacen los cálculos de los expertos, que aseguraban que la celebración del partido Atalanta-Valencia del 19 de febrero en Milán fue una auténtica bomba biológica, vale decir lo de "blanco y en botella". Pero mientras tanto, el señor Simón (que no es el célebre tonto Simón de Radio Futura) señalaba que en las farmacias no era necesario que hubiese mascarillas. Los farmacéuticos no eran grupo de riesgo…

Y en técnica jurídica, las cosas tienen su nombre y su significado. La autoridad tuvo que haberse representado que, al autorizar, por ejemplo, las manifestaciones de 8 de marzo, los mítines, o los partidos de fútbol, existía una altísima probabilidad de desencadenarse el resultado abracadabrante que en pocas semanas pasamos a lamentar. Y pese a prever ese posible resultado, no hizo nada para evitarlo.

Naturalmente, no estoy con todo esto admitiendo, sin más, que exista responsabilidad civil de los gestores de los servicios públicos por todo lo que en aquel momento se hizo mal, que fue mucho. Aquí solamente me estoy refiriendo a la acción o a la omisión reprobable. Difícil, por no decir imposible, sería demostrar la relación de causalidad (acaso más sencillo probarla por parte de los sanitarios que iban a los hospitales con vestimentas confeccionadas con bolsas de basura porque no había administraciones que les proveyeran de otra cosa). Pero decir, como alguno pretendía (¡hasta desde el mundo académico!), que lo sucedido era poco más que un "riesgo general de la vida" o una circunstancia fortuita me resulta poco menos que una tomadura de pelo. Se llegó a decir que si esto era verdad, también cometieron dolo eventual los padres que dejaron ir a sus hijos a las manifestaciones. Pero es que la diferencia está en que los padres disponían de la información que venía de su Gobierno. El Gobierno, en cambio, sí tenía la información completa. Se miró para otro lado para que Irene Montero estuviera feliz viendo la guinda sobre la tarta de su Ministerio.

Meses después, hasta la Vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz reconocía que ella misma había advertido en su momento al Consejo de Ministros sobre la importancia de tomar medidas, pero que sus socios de Gobierno criticaron su declaración tachándola de alarmista.

Todo hay que decirlo. Tal vez haya sido la única cosa sensata que le hemos oído a la señora Díaz a lo largo de cinco años.

Cinco años ya. Cuidado con la desmemoria democrática.

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