
Cuando se consulta en cualquier buscador de Internet sobre el Plan Aurora, aparecen muchos programas, planes y proyectos de interés social. Si se le pregunta a la Inteligencia Artificial, en este caso a Grok 3, tampoco localiza directamente algo denominado Plan Aurora. Cuando se le da la pista clave, te ilustra respondiendo que el Plan Aurora puede ser la traducción que se le dio en castellano a un plan del Kremlin para desestabilizar al Reino Unido durante la Guerra Fría que aparece en la novela El Cuarto Protocolo, de Frederik Forsyth, de 1984.
En la traducción española de la novela, que fue llevada al cine con idéntico título en 1987 por John Mackenzie e interpretada por Michael Caine y Pierce Brosnan, aparece en efecto el Plan Aurora, un plan concebido al más alto nivel de la URSS que transgredía el "cuarto protocolo" de los acuerdos antinucleares con el fin de alterar los resultados electorales en el Reino Unido y propiciar la llegada al gobierno del ala más extrema del Partido Laborista, proclive al desarme unilateral de Occidente.
El Plan Aurora incluía la explosión de un artefacto nuclear de baja intensidad seis días antes de las elecciones generales británicas con el fin de provocar un caos general y la desestabilización del voto popular de modo que los socialistas radicales del laborismo pudieran hacerse con el gobierno frente a los conservadores de Margaret Thatcher, firmemente unidos a la alianza occidental con Estados Unidos.
Al día siguiente de la explosión, una cascada de declaraciones científicas, técnicas y políticas inducirían a creer que Estados Unidos y el propio gobierno británico habían sido los responsables de un "accidente" que evidenciaría que ambos habían quebrantado el "cuarto protocolo" suscrito para impedir la escalada nuclear.
El principal partido de la oposición se pondría al frente de la indignación popular en favor del desarme y la "paz" y durante la campaña electoral, la "agredida" Unión Soviética accedería generosamente a desactivar la alerta roja nuclear para salvar a Gran Bretaña y al mundo. Del desconcierto ciudadano surgiría una reacción electoral emotiva que conduciría al gobierno al ala prosoviética del laborismo y debilitaría a la Alianza Atlántica.
En palabras de Forsyth: "No se pretendía causar grandes daños. En ese caso se habrían cancelado las elecciones generales. Se quería crear un presunto accidente nuclear y asustar al diez por ciento de electores indecisos, para inclinarlos hacia el unilateralismo y hacer que votasen al único Partido favorable al desarme unilateral, es decir, al Partido Laborista". Naturalmente, en el Plan Aurora intervendrían traidores, mensajeros manipuladores, servicios secretos y la desorientación y el caos harían el resto. Luego discretos sepultureros harían su trabajo echando tierra mediática y legal sobre el asunto.
Esta historia no es original. Llegué a ella hojeando, un año tarde, el último libro aparecido sobre el atentado más sangriento de la historia de Europa, Las claves ocultas del 11-M, de Lorenzo Ramírez (2024). El Plan Aurora emerge en la primera nota a pie de página del texto, en la que se refiere el estremecedor testimonio del juez "estrella" del caso, un multicondecorado Javier Gómez Bermúdez, ante testigos muy cualificados que lo han contado.
Dos de ellos fueron nada menos que Inmaculada Castilla de Cortázar, presidenta entonces del Foro de Ermua, y el historiador ya fallecido y sacerdote jesuita Fernando García de Cortázar. A la pregunta por la autoría intelectual del atentado del 11-M, el juez les dijo: "…hay cosas tan complejas, tan graves, que es mejor que no se sepan todavía, que se sepan más adelante". A lo que respondió su interlocutora: "No sabía que los jueces tuvierais competencias para saber cuándo es el momento oportuno para hacer justicia".
El hecho ocurrió en un homenaje al asesinado por ETA, Gregorio Ordóñez, y fue recogido y enmarcado el 26 de agosto de 2011 en el blog del aragonés Julio Calvo, de Vox.
¿Fue el 11-M un minucioso Plan Aurora urdido por aún no se sabe quién, o aún nadie se atreve a decirlo, para acabar de una vez con una emergente nación española que parecía despegar de nuevo en el plano internacional? ¿O lo fue para otros fines? Pues es muy posible. En el libro de Lorenzo Ramírez se analiza detenidamente y con gran cantidad de datos el marco geopolítico del 11-M, desde el eje franco-marroquí al propiamente norteamericano pasando por Israel y ETA, entre otros.
193 asesinados y más de 2.000 heridos esperan verdad y justicia. De las palabras del presidente del Tribunal que juzgó la matanza y de la propia sentencia, puede deducirse que no se sabe, y no se debe saber, quiénes ni por qué ordenaron las explosiones. Que los hechos hayan sido declarados prescritos es un insulto a las víctimas y a toda la nación española.
España no se merece que castas políticas, judiciales o policiales antidemocráticas, antipatrióticas y amorales les mientan u oculten la realidad de lo ocurrido. Ante la evidencia de que la sentencia no aclara nada fundamental, para los españoles de bien, el caso sigue abierto. Ese sería un mucho más nacional, digno, íntegro y esperanzador Plan Aurora.