
La historia de España abunda en pícaros estafados, ladrones robados y ahorradores sin blanca, pero el fiasco se limitaba al sujeto que lo cometía. Los desastres de Sánchez abren otra era: la de todo un país de 48 millones de habitantes robado, estafado y arruinado por un bípedo implume. Lo singular de este Tío Tropiezos es que ni se equivoca solo, porque nos arrastra a todos, ni deja de apostar por otro jamelgo que le lleva a perder lo poco que le va quedando de la herencia secular. En los siete años de sanchismo, este "sayón con hechuras de bolero" que adivinó Antonio Machado ha jugado a todas las cartas que le han venido a la mano, desde Ciudadanos a la ETA pasando por los desertores de Santoña, el PP de Teodoro Casado y el comunismo podemita, hasta desembocar en el golpismo catalán, que ahora gestiona en su nombre Salvador Illa, con sus 130.000 muertos a cuestas.
Del muro contra el PP a la Gran Muralla China
En cada alianza, sus socios han ido perdiendo la fuerza que tenían, mientras él sobrevivía a lo sanguijuela hasta el próximo bicho que parasitar. Y cuanto sucedía en el teatro nacional se multiplicaba en el internacional, porque el doctor Cum Fraude ha internacionalizado lo nacional y nacionalizado lo internacional. Un ejemplo es la entrega de las fronteras al racismo catalán, al que concede la capacidad de deportar ilegales o gente que no habla catalán, él, que debutó apoyando la inmigración ilegal y sin control desde el Aquarius, a medias con todas las ONG cómplices de la trata de los nuevos esclavos. Todo, para impedir la alternancia democrática alzando el famoso muro contra el PP, es decir, contra la posibilidad de salir del Poder y sentarse en el banquillo.
Pero incluso acostumbrados a su sectarismo patológico y a sus cambios de rumbo, que no de opinión, porque no tiene ninguna, que puede variar cada día, cada hora y hasta en cada frase, amén de su probada incapacidad para saber hacia dónde va y adónde nos lleva, la última maniobra de Sánchez lo acredita de bobo solemne, como llamó Rajoy a su corrupto bautista Zapatero, y serio aspirante al trono de la necedad. Ahora anuncia que se va a China, no se sabe bien para qué, aunque hay varias posibilidades, la más importante, es la de esquivar el gasto militar que exige la invasión de Ucrania, y que él no puede llevar a las Cortes, porque la mitad de su Gobierno y más de la mitad de sus socios acaban de votar salir de la OTAN.
Pero abandonar los problemas domésticos y europeos por el turismo pekinés es huir del fuego para caer en las llamas. Si cree que desde la Gran Muralla china asegurará el Muro anti-PP es que está más desesperado de lo que parece, y es más inútil de lo que creímos. La política exterior no depende de cambiar el nombre las cosas sino de tener alguna cosa que cambiar. Y la España de Sánchez no tiene absolutamente nada, ni en el presente ni en el futuro, mientras siga Sánchez.
El fracaso de Trump como pacificador de Ucrania
En el fondo, Sánchez padece el mismo delirio autocrático de Trump, que pensaba que condenar militarmente a los países de la UE, sus aliados históricos, a ser satélites de Moscú le dejaría manos libres para negociar con China el peso de la deuda norteamericana, producto de un déficit presupuestario crónico pero que dice que remediarán los recortes de Elon Manostijeras Musk. No habrá tal. Ese payaso despótico no recortará sustancialmente el gasto público, como su jefe no ha visto recompensada por Putin su traición a Europa. ¡Hasta la relación especial con Gran Bretaña!
Pues esta misma semana, Putin ha dejado en ridículo los compromisos electorales de Trump, que eran básicamente publicitarios, sin nada realmente pensado y meditado detrás. Después de insultar a Zelenski y apuñalar a Ucrania, el Padrino Oval no ha sido capaz de conseguir nada del invasor. Putin se ha reído de sus prisas y le ha dado la razón al ucraniano. Defender la "buena fe" de Putin que le da coba por teléfono, es de una imbecilidad sólo superada por la ruindad. Hasta ha confesado que, si no un alto el fuego, como aseguró, tienen un acuerdo en materia de hockey.
Sánchez no es el único político europeo —como miembro del Grupo de Puebla, más bien caribeño— que ha tenido la ocurrencia de tapar con China el agujero que en defensa dejan Trump y Putin. Como si Pekín no fuera el mejor aliado de Moscú desde que China empezó a actuar como potencia mundial y Rusia a reconquistar la Europa que dominaba la URSS. Ni Xi Jinping dejará de aprovechar el enfangamiento de Trump en la guerra de Ucrania para debilitarlo antes de sentarse con él a negociar, ni China aceptará nada de la UE, y menos de una potencia menor como la España de Sánchez, que no favorezca sus intereses estratégicos, que para ella están y estarán siempre por encima de lo que pueda denominarse comercio, economía, negocios o inversiones.
De España, a China sólo le interesan las Canarias
Hace décadas, desde que el proyecto de Deng Xiaoping se consagró como la versión plutocrática del maoísmo, modelo que con Xi ha alcanzado su plena madurez, que China trabaja en su papel de primera potencia del siglo XXI, un designio que sólo puede cumplirse con los planes a largo plazo que garantiza la dictadura del partido único, el PCCH, inseparable de la gestión económica que se reserva la misma élite política comunista, que, asentada en el terror, impide cualquier cambio. Sobre todo, el que podrían producir unas elecciones democráticas. Pese a sus trampas estadísticas, China ha huido del ruinoso control total de precios, pero se ha asegurado el control de los móviles y, con ellos, de la vida cotidiana y de cualquier libertad. Es el comunismo del XXI, al que aspira esta casta dirigente occidental liberticida que encarnan Trump y Musk: dinero y dictadura, la cárcel para asegurar su fortuna y su fortuna para blindar la cárcel... de los demás.
¿Qué puede, realmente, ofrecer Sánchez a Pekín? Su último intento, bajar los aranceles de la UE al coche eléctrico chino, en detrimento del alemán, se saldó con un estrepitoso fracaso. Esa gestión puede funcionar en un mercenario como Zapatero, pero no en el presidente de un país europeo, porque la propia UE le echará los perros. ¿Y hay algo que realmente apetezca China de España? Sí. Como finisterre de la "Ruta de la Seda", su gran proyecto estratégico, que domina ya parte de África, le interesan especialmente las Canarias, sin alterar necesariamente su situación política actual, porque le conviene instalarse en un país de la Unión Europea, puente histórico con Iberoamérica, especialmente Venezuela donde domina el sector de tierras raras y otros recursos energéticos, y, sobre todo, como plataforma de carga y descarga de sus colonias africanas, desde el Sahel, expulsada ya Francia, a los proyectos atlánticos en Marruecos, Mauritania y todo el Golfo de África.
Lo mismo, en cuanto se entere de ese interés neocolonial, porque esta China no entiende de ciudadanía, sino de colonialismo, Sánchez se hace confuciano y empieza a viajar a la isla de La Palma para entregar las ayudas que hace años prometió y que, como todo lo suyo, jamás cumplió. Los chinos han presentado como un regalo a Canarias una inversión de 10.000 millones de euros, como si fuera un regalo de navidad. Políticos titobernis y empresarios al mojo picón ya salivan con este socio comercial que parece tener los bolsillos rotos. Cuánto idiota bajo el Teide.