
Pilar Díez era una periodista dotada de una cualidad no muy habitual, el sentido común. Contumaz lectora de periódicos de papel, disponía de la perspectiva exacta para calibrar el calado de las noticias que llegaban a su mesa de jefa de redacción. Ya se ha dicho por activa y por pasiva que su revista de prensa había creado escuela, que era de lectura indispensable, que siempre estaba entre las piezas más vistas del diario y que era una radical muestra de inteligencia y humor. Se ha dicho, sí, pero es quedarse muy corto. Sus notas son oro en el archivo de Libertad Digital.
Pertenecía al tipo de periodistas que sabe leer y escribir, escuchar y observar, cosas menos habituales de lo que cabría pensar. También era rápida y resolutiva, directa y sin rodeos. Una profesional seria, sensata y capaz de manejar múltiples claves informativas, pragmática y eficaz, un baluarte de la redacción, una periodista brillante, una compañera inmejorable y una persona extraordinaria, de esa clase de personas necesarias para que medios como Libertad Digital alcancen el cuarto de siglo como referentes informativos y de periodismo de calidad.
Sus comentarios sobre la actualidad catalana en los años del procés siempre fueron certeros, ponderados y dotados de una ironía finísima, con la mirada sagaz de quien cada mañana se asomaba al mundo entero. Siempre daba en el clavo. Era esa maestría a la hora de separar el grano de la paja y de dar a cada noticia el peso justo, el espacio necesario y el titular adecuado.