Hace algunas semanas, tuve el placer de participar en el Foro Agrícola de Libertad Digital en Madrid, para hablar en concreto de eso que se ha dado en llamar el Modelo Almería, que no se desarrolla ni mucho menos sólo en Almería, pero que sí nació en el Sureste español: el de las miles de hectáreas de cultivo bajo abrigo, bajo plástico, el de la innovación el de la ‘huerta de Europa’, el de la fauna auxiliar, el del reciclaje de lo orgánico y lo inorgánico, el de los ‘invernaderos solares’ que se diferencian de los del Norte de Europa que necesitan calefacción artificial, el del aporte de CO2, la mejora de la calidad del aire y la bajada de la temperatura.
La pasada semana, en la emisión local de esRadio, pude charlar con la ex consejera de Agricultura de la Junta de Andalucía y hoy eurodiputada, Carmen Crespo, a propósito de una deleznable campaña de desprestigio impulsada por Ecologistas en Acción y financiada por el Gobierno de España.
No es, ni mucho menos, la primera, pero el factor diferencial es que, en esta ocasión, los ecologistas profesionales, ecologistas que viven de aquella filosofía que tan bien definió Groucho Marx de crear problemas que no existen para ofrecer soluciones que no hacen más que agravarlos, cuentan para sostener sus mentiras con apoyo económico de este infausto gobierno social-comunista.
En este caso, el objeto no es sólo el invernadero, sobre el que se vierten todo tipo de trolas y embustes en la campaña, sino la agricultura del sureste español en general, a la que se acusa de utilizar productos prohibidos, de esquilmar los acuíferos y destrozar el ecosistema del Mar Menor, de contaminar con el plástico de las explotaciones y de todo tipo de catástrofes imaginarias, que sólo puede describir quien o no ha tenido la delicadeza de investigar un poco sobre el modelo o, simplemente, busca tan sólo la contaminación informativa. No podemos, tampoco, descartar que ambas cosas sean correctas.
El denominado Modelo Almería es un ejemplo de desarrollo económico por la vía de la agricultura que lleva siendo estudiado durante décadas en todo el mundo, no sólo por su eficiencia en el cultivo, sino también por su sostenibilidad tanto ambiental como económica y por su potencia en cuanto a la ‘I+D+i’. En él, se desarrolló, por ejemplo, la lucha biológica que consiste en combatir las plagas con insectos auxiliares beneficiosos que las devoran, consiguiendo una contaminación cero, amén de que todo el modelo está sometido a estrictos controles de calidad y de idoneidad de los productos con los que se puede tratar el cultivo.
Es un modelo, también, en cuanto al reciclaje, tanto de las materias orgánicas como de las inorgánicas, con grandes plantas de tratamiento y reciclado a las que es obligatorio trasladar esos desechos, incluyendo el plástico, al que de manera absolutamente mayoritaria y con escasas excepciones se le da otras vidas útiles.
El uso del agua ha sido objetivo especial de estudios que provienen de los más diferentes puntos del planeta, para aprender cómo en un espacio semidesértico se han aprovechado los recursos hídricos con tal grado de inteligencia y precisión que se ha conseguido desarrollar la mayor fábrica de hortalizas del continente europeo, por cierto, superando las dificultades que los diferentes gobiernos social-comunistas han puesto en el camino como, en su día, la derogación del Trasvase del Ebro y el aminoramiento de otros trasvases que eran fundamentales para la continuidad del modelo.
Y luego están ellos, los ecologistas profesionales: maestros en la trola, en el engaño, en el timo, repito, en elegir ámbitos donde fabricar problemas que les permitan aparecer a ellos como los salvadores de la patria, cuando realmente lo que hacen es destrozar modelos de desarrollo económico y de creación de valor y empleo, para asegurarse con ello su propia supervivencia.
La pregunta que tan pocas veces nos hacemos es: ¿Y ellos, para qué sirve? ¿qué aportan con sus campañas y sus constantes desprestigio hacia todo lo que produce valor? ¿Por qué es tan difícil desenmascararlos, ponerlos en su sitio, revelar lo que realmente son?
La respuesta, posiblemente, esté en esta nueva campaña que denunciaba la pasada semana la eurodiputada Crespo en los micrófonos de esRadio: el ecologismo profesional no es más que una herramienta de la izquierda diseñada para pescar votos en el caladero de los intelectualmente más flojillos, en aquellos colectivos a los que es fácil de convencer de que la agricultura es mala, de que los trasvases son malos, de que las energías nucleares o fósiles son malas, de que los coches son malos, de que los hoteles a pie de playa son malos, de que el turismo es malo, de que exportar frutas y hortalizas es malo, de que cualquier actividad económica es mala porque consume recursos escasos y de que los únicos buenos son ellos con sus trolas, con sus patrañas, con la destrucción que provocan a su paso y con las raciones de gambas que, eso sí, ésas son buenísimas… para el que se las come.