
"Hola maestro. Ya sé que estás malito. Este artículo es bueno". Hace unos días, como siempre hago cuando sale la columna en Libertad Digital, se la envié a mi amigo Fernando Lázaro. Esta vez me contestó. " Lo he leído. Ya solo me faltan dos por salir". No entendí que quería decirme. Supuse que era bueno, que estaba terminando el tratamiento. "Me alegro mucho. Un abrazo". Se rio como solo él se reía: "Jajajaja". No escatimaba. Raúl, el director de Libertad Digital, me acaba de comunicar que Fernando ha muerto. No he podido despedirme de él. Lo haré aquí.
Fernando Lázaro es una persona honesta. Porque aunque no esté entre nosotros, así le recordaremos. Una inteligencia burlona. Un riojano vital, optimista. Que ha luchado con todas sus fuerzas por vivir. Ha sido ejemplo de cómo enfrentar la enfermedad sin perder la confianza en los que luchaban con él por vencerla. Ni un reproche le escuché cuando le sometían a tratamientos durísimos y no funcionaban. No desfallecía. Los dos sabíamos de que hablábamos. Nos bastaba el silencio para entendernos. A él le debo poder escribir en Libertad Digital. Cuando terminaron mis sesiones de quimio, hace tres años, le pedí que hablará con Carlos Cuesta. Le estaré siempre agradecido.
El 6 de febrero de 2015, Fernando escribió un artículo en el que relataba las andanzas de un personaje que, con el tiempo, demostraría ser puro vitriolo: el comisario Villarejo. No le fue fácil publicarlo. Fernando advirtió de la guerra que se avecinaba. Guerra desatada por una cloaca policial que terminaría afectando a Instituciones del Estado, empresas y medios de comunicación. No solo había que tener ese olfato periodístico que le caracterizaba: era necesario tener valor para escribir algo así. El comisario oscuro se tituló la pieza. Fue una muestra de independencia. La del periodista que advierte del peligro que, para la integridad del profesional, representa depender de unas fuentes contaminadas por prácticas mafiosas. La cloaca le señaló. Diez años después, su advertencia se ha demostrado certera. Una parte de los profesionales que trabajan en los medios de comunicación son empleados a sueldo de una cloaca, hundiendo el crédito de los periodistas. Lo que hubieras disfrutado denunciando las andanzas de las leires y demás patulea.
Amigo Fernando, no volveremos a comer callos en la Taberna San Mamés, sudando como pollos y celebrando que estábamos vivos. No nos escrutarás con esa mirada entre pícara y burlona. El destino nos unió en la lucha contra la corrupción que fue tu razón de ser como periodista. Lo que forjó tu prestigio. Y, bueno, no parece que estemos perdiendo. Fue un privilegio compartir aventuras contigo. Descansa en paz.