
Pedro Sánchez hiede a cadaverina política, su Gobierno y su partido se caen a cachos, pero, como los zombis de The Walking Dead, peregrina con el piloto automático y, decidido y voraz, sobrevive reptando y amenaza con perpetuarse in saecula saeculorum. Se le vio tocado, en la sesión de control de este miércoles, al presidente del Gobierno. No desde el punto de vista dramático –como quiso fingir, maquillado por un tanatopractor, el día del Cerdanazo–, pero sí carcomido por los nervios: el macho alfa de La Moncloa actúa como un depredador herido que pelea a muerte. Sus miradas fulminaban, sus mandíbulas ejercían la presión de una prensa hidráulica de seis toneladas y, ay, sus lapsus contra "personalmente, mi persona" y, especialmente, sobre la "tolerancia contra la corrupción", que, "por supuesto, es absoluta", revelaron una debilidad severa que, cabe subrayarlo, no le hace menos peligroso.
Alberto Núñez Feijóo, que lo sabe, le atacó como una mangosta a una cobra: con contundencia y con cautela. "Es un presidente profundamente atrapado en una trama de corrupción", arrancó el líder de la oposición, que le preguntó si "es verdad que le advirtieron hace meses que el señor Cerdán era un corrupto" y le señaló como "el máximo responsable", "el lobo que ha liderado una manada corrupta todos estos años": "Los españoles quieren salvarse de usted. La única carta que esperan es la de su dimisión. ¿Piensa redactarla?". Sánchez respondió en plan cabra loca, profetizando que el PP acabará en Alcatraz por Ayuso y Moreno Bonilla y haciéndose una especie de seppuku involuntario: "La corrupción cero no existe, pero en mi organización, la tolerancia contra la corrupción, por supuesto, es absoluta".
El presidente de la oposición remató a puerta vacía: "Ha dicho usted que la tolerancia contra la corrupción es absoluta. Efectivamente". Tras recitar, como si fueran letanías, los escándalos que anegan a Sánchez, se refirió a la moción de censura: "No me faltan ganas, me faltan cuatro votos. Si aparecen, no lo dudaré ni un instante. Y quién sabe si aparecerán. ¿Sabe por qué? Porque Ábalos fue el principio, pero Cerdán no será el final. Está intentando volver a comprar a sus socios. Ahora tienen que elegir si siguen en su trama de corrupción". Cuando se fue a dirigir a estos, se quedó sin tiempo. En su réplica, el jefe del Ejecutivo se ciscó en casi todos los presidentes autonómicos del PP, que "es una enciclopedia de corrupción", y los diputados genoveses se dejaron las gargantas coreando "dimisión". Al instante, los Oompa-Loompas de Ferraz le brindaron a su príncipe un aplauso babeante y servil, pero algo inquietante, como si en él participaran Bruto o Luis de la Fuente. Entonces, Armengol tomó la palabra para pedirle a Feijóo que pusiera "orden en su grupo". La delegada del PSOE en la Presidencia del Congreso padeció una afonía extraña, nerviosa, quizá motivada por el informe que, según Miguel Ángel Pérez, prepara la UCO sobre ella. Normal, vaya.
Santiago Abascal: "¿Se encuentra usted bien? ¿Ha desayunado esta mañana? ¿Cuánto dinero de los españoles ha ido a su hermano, a su mujer, al clan del Peugeot, a su partido y a empresarios corruptos?". El líder de Vox firmó una intervención casadiana, mezclando impuestos, apagón e inmigración ilegal y, tras atizar a los socios del Gobierno –"¿Cómo no van a apoyarles sus cómplices, acuerdo entre clanes corruptos?"– y tildar a Sánchez de "indecente, corrupto y traidor", se dio el piro. Ea. Sánchez cargó contra el odio de la "ultraderecha" e invocó a Macarena Olona, quien "denunció la corrupción del señor Abascal". Acto seguido, Armengol reprendía al voxero José María Sánchez por insultar al presidente y, con ganas de pasar a la Historia, pero sabiéndose limitadita, como pidiendo permiso, afirmaba: "Alguna gente intenta provocar, pero la democracia es más fuerte que esta provocación". Igual el Alán Barroso o la Sarah Santaolalla se tatúan la frase.
Gabriel Rufián se hizo el duro lo justo, avivando la simpatía que despierta en los columnistas centrocentrados que le rondan en la Villa y Corte: "Jure y perjure que no estamos ante la Gürtel del PSOE". "Grábenselo a fuego", añadía el portavoz de ERC, "la izquierda no puede robar. Esta gente sí, nosotros no podemos robar. No nos hagan escoger entre corruptos cutres y corruptos premium". Evidentemente, de retirarle el apoyo, no soltó ni pío. Y Sánchez, sobreactuando malamente, como una cornuda recauchutada de Gran Hermano: "¡Lo que no voy a aceptar es que haga de la anécdota una categoría: la izquierda no es corrupta, la izquierda no roba!". Anécdota. Ya. "No hay ningún apunte", agregó, "ningún indicio que mire al PSOE en cuanto a la financiación irregular". El nacionalista catalán no daba crédito.
Cuca Gamarra, a la viseprecidenta: "¿Cómo explica que su protegido y expresidente de la SEPI acabara en una de las empresas de la trama de corrupción? ¿Se lo pidió usted al señor Cerdán personalmente? ¿Sólo beneficiarse de la corrupción es lo que les impide convocar elecciones, o también taparla?". Montero: "El PSOE, ante un caso de corrupción, actúa de contundencia y de inmediato". Expulsando a Ábalos un año y dos meses después de que aflorara el géiser de mierda, en efecto. Tellado, a Bolaños, sobre su ley para controlar a los jueces: "Son una amenaza para nuestro Estado de derecho y para nuestra democracia. Antes de que dimita, quite sus manos sucias de la justicia de nuestro país". El ministro trinitario dijo que la "violencia verbal del PP" legitima a Vox, o algo así, y pidió "respeto". Cayetana Álvarez de Toledo: "Respeto, dice usted, que llama 'prevaricadores' a los jueces, 'fachosfera' a los medios y 'ultras' a la oposición? ¿Es usted el maquillador de Pedro Sánchez en sentido literal y/o figurado?". El socialista: "Usted es ultraderechista". La popular: "Un consejo final para su bancada: no se resignen a un triste destino sectario. Esa sumisión perruna a un caudillo desbocado, ese aplauso fanático, es un suicidio colectivo". No lo tengo yo tan claro. Cosas similares se dijeron en la última legislatura de Zapatero, y miren.
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