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Si el futuro es Madina, apaga y vámonos

Somos como Sísifo, condenados a cargar una y otra vez con la piedra socialista hasta la cima de la montaña del desastre, la mentira y el robo.

Somos como Sísifo, condenados a cargar una y otra vez con la piedra socialista hasta la cima de la montaña del desastre, la mentira y el robo.
Europa Press

Con los rumores de Eduardo Madina como posible sustituto de Pedro Sánchez, es hora de desempolvar la memoria y recordar quién es el político vasco. Hace quince años, Madina pidió al fiscal general de Zapatero, Cándido Conde-Pumpido, que censurara un artículo de Federico Jiménez Losantos. En él, Losantos acusaba a Zapatero y a Pasqual Maragall de urdir un plan para desmantelar el orden constitucional español a través de la reforma del Estatuto de Cataluña, un proyecto que veía como una amenaza directa a la unidad nacional. Losantos señalaba la alianza del PSOE con ERC como una entrega al poder por encima de los principios democráticos, sembrando la semilla de la división. Si grave es que Madina intentara silenciar un artículo de opinión, más grave aún es que, en su pugna con Sánchez por el liderazgo del PSOE —que este último le arrebató con maniobras dudosas—, el vasco defendiera la celebración de un referéndum en Cataluña en complicidad con los golpistas, lo que refuerza las sospechas sobre su compromiso con la unidad de España, la monarquía constitucional y el Estado de Derecho.

La advertencia de Jiménez Losantos sobre una agenda golpista y una traición al marco legal español se ha cumplido con precisión quirúrgica. Año tras año, el PSOE ha alimentado las ambiciones de los golpistas catalanes, culminando en la amnistía de Sánchez a los responsables del golpe de 2017, a los que su propio partido dio alas en 2005. Hoy, en 2025, el socialismo español parece dispuesto a volver a saltar al vacío con un nuevo golpe de Estado, esta vez envuelto en la jerga posmoderna del progresismo líquido: lo llaman "cupo catalán" pero supone la desvertebración fiscal del Estado español. Es el mismo golpe de siempre, pero más fluido, más disimulado, impulsado por la alianza entre el PSOE y los separatistas declarados, con la complicidad silenciosa de una derecha sonámbula, domesticada y entregada a ilusiones de política-woke y fantasías de porno-soft que no es capaz de plantar cara (salvo los habituales nombres de mujer, Isabel y Cayetana).

Madina encarna esa izquierda que se siente más cómoda pactando con EH Bildu que dialogando con el PP, y ni hablar de su declarada preferencia por Arnaldo Otegi frente a cualquier figura de la derecha española. Su defensa de la liberación de Otegi en 2016, argumentando que podía contribuir a la paz, es una prueba de su indulgencia con quienes han estado vinculados al terrorismo de ETA. Mientras tanto, Madina no ha escatimado en críticas a la derecha: llamó a Ángel Acebes "el grito de guerra de los guerrilleros de Cristo Rey", pero no se le conoce una condena equiparable a los herederos del terrorismo de Sabino Rey que le pusieron una bomba en 2002. Su propuesta de un "cordón sanitario" contra Vox, tildándolo de incomparable con otros partidos, contrasta con su silencio ante EH Bildu, una doble vara de medir que apunta en la dirección de una izquierda cuya inferioridad moral se basa en su asimetría respecto a la violencia y la corrupción.

Tanto Madina como Sánchez tienen su encarnación cinematográfica en el protagonista de La noche del cazador, donde el maligno reverendo interpretado por Robert Mitchum lleva tatuado en los nudillos "amor" y "odio", vendiendo cínicamente a su grey que él encarna el amor. Del mismo modo, la dupla Sánchez/Madina ("Sandina") manipulan al electorado presentándose como los referentes del "progresismo" frente a la "ultraderecha". Como en la película de Charles Laughton, "Sandina" es una combinación de maniqueísmo, demagogia y una hipocresía que enmascara sus pactos con el entorno terrorista y los golpistas, predicando unidad mientras alimenta la fractura de España con promesas vacías y una agenda que traiciona el Estado de Derecho vendiendo a los jueces, alienando a los fiscales y sometiendo al Tribunal Constitucional.

Como recordaba Patxi López citando un dicho alemán, si en una mesa hay un nazi y diez que callan, hay once nazis. En el caso español, si un partido que se dice socialdemócrata y progresista pacta con filoterroristas, golpistas y la extrema izquierda, el silogismo es evidente, incluso para alguien con las pocas luces y las muchas servidumbres de López.

Parecía que después de Felipe González no podía venir nada peor y llegó Zapatero. Cuando Zapatero se fue a asesorar a Maduro y cantar las excelencias de Marruecos y China pensamos que Sánchez no podría caer más bajo. Ahora que Sánchez ha metido en el PSOE en lo más profundo de la cloaca de la corrupción y la deconstrucción del estado Derecho, entregando España atada de pies y manos a sus enemigos más encarnizados, aparece Madina respaldado por el Padrino sevillano. El círculo vicioso se cierra. Somos como Sísifo, condenados a cargar una y otra vez con la piedra socialista hasta la cima de la montaña del desastre, la mentira y el robo. Luego la piedra que se cree rosa vuelve a caer cuesta abajo pasándonos por encima y dejándonos más pobres, más magullados y sucios. Hasta que un día no podemos levantarnos ya más.

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