El negacionismo de los Ana Iris Simón
Ana Iris Simón nos llama "negacionistas" para llamarnos nazis sin hacerlo, no sea que alguien la demande.
La columnista Ana Iris Simón ha empleado la semana pasada su pluma para equiparar a los negacionistas del Holocausto con quienes, definición en mano, no vemos que nada de lo que ha sucedido hasta ahora en Gaza se ajuste a la definición de genocidio aceptada universalmente desde 1948. Naturalmente, la principal figura de eso que han dado en llamar rojopardismo no dedica un segundo a intentar probar esa tesis. Se limita a emplear falacias ad populum y de autoridad. Para ella, la prueba definitiva es que a base de repetir incesantemente el término "genocidio de Gaza" en todos los medios de comunicación y tribunas políticas una abrumadora mayoría de los españoles se lo ha creído. Pero eso, me temo, lo único que prueba una vez más es que Goebbels tenía razón con aquello de las mentiras mil veces repetidas.
El término "genocidio" es cualitativamente distinto de "matanza", "masacre" u otras palabras más o menos emocionalmente cargadas que sirven para referirse a un volumen relativamente alto de muertes por ataques armados. Fue inventado en 1944 mientras tenía lugar el Holocausto, aunque su posterior definición legal ha servido para definir como genocidio muchos otros sucesos del pasado. El elemento esencial de dicha definición es que se cometan ciertos actos "con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso". En el mundo se cometen muchas salvajadas, en muchos casos con cifras de víctimas superiores a las que han tenido lugar en la guerra de Gaza. Pero muy pocas pueden optar al estatus de genocidio precisamente porque detrás no existe esa intencionalidad.
Lo mismo sucede en este caso. Israel está sin duda matando muchos civiles gazatíes en una guerra cuyo objetivo último es destruir a Hamás y otras milicias islamistas de la Franja responsables del pogromo del 7 de octubre de 2023, además de recuperar los rehenes. Pero ¿tiene intención de destruir al pueblo gazatí? Simón no aborda ni la pregunta ni la respuesta, porque sabe que no puede. Tampoco lo hacen los distintos informes, resoluciones y dictámenes que han emitido por organismos que van de Amnistía Internacional hasta la comisión nombrada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ese engendro enfocado casi exclusivamente contra Israel que mantiene como miembros a países como China, Cuba, Arabia Saudí, Irán o Venezuela.
Y es que en cualquier otro escenario y con cualquier otro actor que no fuera el único Estado judío, resultaría inverosímil congeniar la comisión de un genocidio con la escena que Simón describe al comienzo de su artículo, esos panfletos con los que Israel pide a los civiles que se vayan de las zonas que van a invadir. Israel toma más medidas para avisar y proteger a la población no beligerante que ningún otro país en ninguna otra guerra. Esas medidas resultan insuficientes para impedir las muertes de civiles por dos razones: primero porque Hamás los necesita de escudos humanos y segundo porque los gazatíes son los únicos civiles del mundo a quienes el mundo niega el derecho a huir de la guerra, a convertirse en refugiados. Israel no está cometiendo un genocidio porque, teniendo medios sobrados para haber eliminado hasta el último ser vivo de Gaza el 8 de octubre, no tiene ni ha tenido nunca la intención. Quiso hace dos décadas que la Franja, un territorio sobre el que no tiene especial interés, al contrario que buena parte de Cisjordania, sirviera de avanzadilla hacia un futuro Estado palestino con el que convivir en paz. Sólo sirvió para convertirla en una base terrorista desde la que atacar continuamente a Israel. Un contexto que siempre obvian o tergiversan quienes hablan de genocidio.
Ana Iris Simón nos llama "negacionistas" para llamarnos nazis sin hacerlo, no sea que alguien la demande. Porque es un término que fue creado para referirse a quienes niegan el Holocausto y empleado exclusivamente para eso hasta hace bien poco, cuando se lo apropiaron los fanáticos creyentes del apocalipsis climático para insultarnos a los agnósticos. Y en ambos casos su única función es destruir cualquier posibilidad de debate a través de una imposición emocional, porque la razón no la respalda a ella ni a los demás odiadores profesionales de los judíos. Y es que si realmente les preocuparan los palestinos siquiera un porcentaje ínfimo de lo que les preocupan los judíos, llevarían dos años exigiendo a Hamás que se rindiera y entregara armas y rehenes para que acabara la guerra. Pero quienes condenan a Israel nunca le exigen nada a Hamás. ¿Por qué será?
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