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Miguel del Pino

Si el Rey fuera bajito…

Si el Rey fuera bajito, como yo, no podrían ser tantos los que pretenden querer ocultarse detrás de su sombra protectora.

Los Reyes hacen una ofrenda durante el funeral de Estado por las víctimas de la dana del 29 de octubre de 2024. | EFE/FRANCISCO GOMEZ/CASA S.M EL REY

Una vez más hemos reflexionado sobre ello en el reciente acto de homenaje a los fallecidos por la dana de Valencia al cumplirse su primer aniversario.

Algunos, como el mismísimo presidente del Gobierno asomaban de vez en cuando tras esa regia figura del Rey; otros, no exentos de responsabilidad, al menos moral, ni estaban ni se les esperaba.

Nos negamos a llamar Funeral de Estado al tristísimo acto desarrollado en el marco del Oceanográfico Valenciano; el concepto de funeral implica reconocimiento de la trascendencia del recuerdo de las víctimas, de manera que en este caso tiene su lógica en la filosofía que llaman "laica" de quienes nos gobiernan sustituir por actividades más parecidas a una tenida masónica decimonónica como las diseñadas por el presidente del Gobierno, diametralmente opuestas a las acendradas en la cultura clásica de nuestra tradición, cristiana y romana.

La especie de "mastaba negra" que ocupaba el centro del gran recinto en concepto de altar pagano no dejaba de recordar a aquellas pirámides mexicanas en las que se sacrificaba a los prisioneros arrancando su corazón con un gran cuchillo de obsidiana; ante ella se desarrollaron los diferentes discursos, la mayoría de ellos merecedores sin duda de respeto en función del dolor de los familiares en el recuerdo de sus deudos.

Pero también hubo una víctima propiciatoria, el amortizado presidente Mazón, aunque faltaran algunos candidatos al improperio merecido que, de una u otra forma eludieron su compañía en el acto sacrificial.

El objeto de la citada víctima propiciatoria fue el presidente autonómico, señor Mazón, cuya defensa resulta imposible de asumir, incluso por su propio partido: no solo por su actuación inmediata durante la catástrofe, sino también, y muy especialmente, por su inexplicable empecinamiento en aferrarse a un cargo para cuyo desempeño ha quedado amortizado. ¿Tan difícil es pedir perdón y marcharse a casa con la mayor dignidad posible?

Pero Mazón no debió enfrentar solo el camino hacia la pirámide sacrificial escuchando todo tipo de improperios. Otros, algunos hoy a mucha distancia de Valencia, debieron acompañarle.

Empecemos por recordar al presidente Rodríguez Zapatero, al que faltó tiempo para abolir el Plan Hidrológico Nacional que estaba ya hasta financiado: su febril precipitación al hacer de esta suspensión la primera de sus decisiones legislativas demostró claramente que no se trataba de una medida basada en el convencimiento científico y tecnológico de la misma, sino de sectarismo ideológico, y así nos viene pesando desde entonces la losa del fanatismo supuestamente ecologista.

Sin las obras de reforma de los cauces del Este de nuestra querida península, emprendidas tras las desastrosas inundaciones de 1956 que arrasaron Valencia, no existiría ni siquiera ese maravilloso Oceanográfico en que se desarrolló el tristísimo aniversario. No lo olvidemos.

Sigamos. ¿Tienen algo que decir los responsables de los planes para la conservación de la huerta valenciana? ¿Llegan los ecos de los improperios hasta los cómodos refugios europeos en que Teresa Ribera rumia sus fanatismos seudo-ecologistas?

Pedro Sánchez, el ideólogo de este tipo de conmemoraciones, como también es tan alto, asomaba de cuando en cuando tras la protectora figura del Rey, pero suficientemente protegido para que su actuación en la tragedia de la pasada dana no pasara a primer plano y esta vez no tuviera que arrastrar los pies como en aquella desgraciada primera visita que al menos por esta vez no habrá olvidado y "le constará".

Pidió el Rey en su discurso que se desarrollen actuaciones para evitar nuevas catástrofes naturales como las que tanto lamentamos ahora. Una vez más Su Majestad dio en el clavo, aunque no dejamos de temer que la necesaria revisión de los cauces peligrosos y el establecimiento de áreas inundables de necesaria intervención, por dolorosa que pueda resultar desde el punto de vista económico para quienes han construido en el pasado de manera negligente o irresponsable, sea desarrollada por políticos y no por verdaderos ecólogos.

Vamos a decirlo muy claro: limpieza de cauces no tiene nada que ver con la destrucción de los bosques de ribera que ya comienzan a planearse, una cosa es ese bosque lineal que se desarrolla en los márgenes fluviales y es un necesario refugio de biodiversidad, y otra la acumulación de basura en los fondos, los restos de cardos y otras plantas no deseables, o la falta de tala de restos de viejas explotaciones madereras que no fueron rentables y nadie se preocupó de eliminar: recordemos el caso de la reciente dana que afectó a la localidad madrileña de Aldea del Fresno, donde, por cierto, la actuación de los pontoneros del Ejército resultó fulminante y salvadora.

Como se deduce del consejo de Su Majestad, no hemos tomado medidas para que la situación no vuelva a repetirse si lo hicieran las circunstancias meteorológicas en los peligrosos torrentes y barrancos de la Cuenca Mediterránea. Hay que hacerlo de inmediato; de manera científica, sin sectarismos ni fanatismos.

Los actos del triste aniversario del Oceanográfico de Valencia proporcionan otros motivos para la reflexión: nadie sería capaz de censurar a los familiares de las víctimas por la indignación demostrada al proferir gravísimos insultos contra el presidente Mazón; puede ser humanamente comprensible, aunque otros, quienes seguimos recordando los principios de la formación cristiana que recibimos desde nuestra infancia, podamos encontrar mayor consuelo en la piedad que en el improperio.

Y también en un funeral, y no en un acto sacrificial de marcado corte masónico.

Miguel del Pino

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