
Los yanquis resultan tan ingenuos y enternecedores que creen que la vida de los habitantes de Nueva York va a cambiar a partir de ahora porque han puesto de alcalde a un socialdemócrata. Tanta inocencia me conmueve. Aunque después de haber sufrido durante ocho años la verborrea incontinente de Obama, acaso el mayor bluff de toda la historia política de Estados Unidos, los norteamericanos ya debieran andar vacunados contra el virus de chatarrería huera envuelta en toneladas de empalagoso marketing progresista, multicultural, posmoderno y kitsch, sobre todo kitsch. Pero, al menos en la Gran Manzana, parece que han vuelto a tropezar con la misma piedra.
Cuando aún no se había inventado esta factoría de bulos al por mayor que llamamos internet, el mito trolero más compartido por los españoles a propósito de Nueva York era el de los grandes cocodrilos ciegos que correteaban por el fondo más oscuro de sus alcantarillas; una fantasía absurda en la que todavía algunos continúan creyendo hoy. Aquello de los cocodrilos de Nueva York era como lo de los buitres de Barcelona, otra leyenda urbana que ha logrado ganar enorme predicamento popular. Ya saben, los precios prohibitivos de los inmuebles en la capital catalana serían consecuencia directa del control que los llamados fondos buitres estarían ejerciendo sobre los precios en el mercado de la vivienda. La historia suena bien, pero es todavía más falsa y disparatada que el cuento de los cocodrilos ciegos.
De ahí que proceda celebrar que el Ayuntamiento haya realizado un estudio cuyas conclusiones certifican de modo oficial que no existen ni los cocodrilos ni los buitres. Así, el informe sostiene que los 786.000 inmuebles que hay en la ciudad pertenecen a 521.000 propietarios, con una media de 1,5 por titular. Por lo demás, el 97% de esos propietarios, casi todos, son personas físicas. En cuanto a las personas jurídicas, los potenciales buitres, resulta que, de todas ellas, la que posee más inmuebles en propiedad, en concreto 12.893, es… el Estado (llámese Ayuntamiento, Generalitat o Administración Central). Pero dato no mata relato.
