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Abner Mason

Sin ganancias no hay nuevas medicinas

Ante la reciente promesa del presidente Bush de aportar 15 mil millones de dólares a la lucha contra el sida en Africa, uno pensaría que las empresas farmacéuticas están invirtiendo más y más dinero en la búsqueda de nuevos remedios. Pero la realidad es todo lo contrario.
 
La razón es sencilla. La creciente hostilidad anticapitalista que confronta la industria farmacéutica ha convertido las investigaciones y desarrollo de nuevas medicinas contra el sida en una aventura demasiado arriesgada. La industria está bajo una inmensa presión para bajar sus precios en los países en desarrollo. Los violentos manifestantes en contra de la globalización aprovechan cada ocasión para vituperar contra lo que llaman “ganancias exageradas” de los fabricantes.
 
Los ataques contra la industria farmacéutica –provengan de congresistas y gobernadores que quieren imitar el control de precios de las medicinas del Canadá o de organizaciones no gubernamentales como Oxfam– se incrementan día a día. Y esto se está convirtiendo en la mayor amenaza para los pacientes enfermos de sida en todo el mundo.
 
El momento no podría ser peor. La enfermedad está desarrollando resistencia a las mezclas de medicinas que se utilizan en su contra. La semana pasada, la BBC informó sobre una investigación que concluye que las mutaciones del virus lo hacen resistente a las medicinas actuales. Según el reportero, “los funcionarios dijeron que las estadísticas destacan la necesidad de nuevas medicinas contra el sida”.
 
La noticia apareció el mismo día en que el laboratorio GlaxoSmithKine anunció que estaba de nuevo reduciendo el precio de sus medicinas contra el sida en 47%.
 
Ante los drásticos recortes de precios, nuevos controles en los precios de venta en importantes mercados como el Canadá y abiertas violaciones a los derechos de propiedad, ¿por qué la industria farmacéutica va a seguir invirtiendo millones de dólares en investigaciones sobre el sida? Simplemente, no lo hará.
 
Los gobernantes no van a poder dar marcha atrás sobre el daño ya efectuado, pero debieran estar alertas a la más reciente amenaza contra las inversiones en investigaciones farmacéuticas: el Canadá. Importar medicinas más baratas del Canadá, debido a los controles de precios que ejerce esa nación, tiene actualmente muy entusiasmados a los políticos estadounidenses. El régimen de salud en Canadá es mucho más barato, pero no salva vidas. Está muy lejos de ser el modelo en la lucha contra el sida y mucho menos una cura.
 
Los más frecuentes y modernos tratamientos contra el sida ni siquiera se ofrecen en Canadá. Y allá la aprobación de una nueva medicina por parte de las autoridades sanitarias tarda cuatro veces más que en EEUU. Impedir la muerte con pastillas no es barato. Anteponer la curación a la politiquería es vital para mantener la estructura del libre mercado que premia a las empresas farmacéuticas de EEUU por sus descubrimientos. Merck y los demás grandes laboratorios no están obligados a invertir en curas para el sida. Lo hacen sólo porque quieren hacerlo. Lamentablemente, en EEUU los proyectos que pierden dinero no siguen vivos por mucho tiempo.
 
Abner Mason es director ejecutivo de AIDS Responsibility Project y analista de TechCentralStation.com
 

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