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Adolfo D. Lozano

Antidepresivos para todos

¿Qué alternativa hay a los antidepresivos? La alternativa natural siempre ha sido y es la hierba de San Juan (con al menos un 3% de hipericina). Sabemos que las poblaciones con niveles óptimos de vitamina D y Omega 3 sufren significativamente menos.

Desde que en 1988 se aprobó Prozac, las ventas de antidepresivos han crecido a un ritmo que produce vértigo. Estos medicamentos, que se encuentran entre los más rentables del mundo, generan más de 20.000 millones de dólares en ventas anuales sólo en EEUU, donde uno de cada cuatro adultos consume un antidepresivo, ansiolítico u otro fármaco psiquiátrico. En los años 90 se triplicaron las recetas de estos medicamentos, y hoy parece que los médicos los prescriben como si fueran caramelos. Pero, ¿a qué precio? El Dr. Peter Breggins denunciaba en su libro cuyo título traduciríamos por Hablando de nuevo de Prozac: Lo que tu médico no te cuenta sobre el fármaco más controvertido la vergonzosa historia de cómo se aprobó este medicamento. El fabricante de Prozac, Eli Lilly, realizó diez ensayos clínicos. En seis de estos ensayos, Prozac no era superior a un placebo. En los otros cuatro estudios positivos, Prozac se testó en menos de 300 pacientes. Sumando todos los ensayos, el 90% de casos de mejoría se producía tomando un placebo cualquiera. Cuando el Dr. Irving Kirsch logró que se remitieran a la FDA todos los ensayos realizados con los seis antidepresivos más recetados en EEUU entre 1987 y 1999, resultó que más del 50% de estudios otorgaba mayor eficacia al placebo que al fármaco.

Obviamente, los antidepresivos contaron con un arma tremendamente eficaz: el marketing. Listening to Prozac del Dr. Kramer, invocando sus beneficios, fue uno de los mayores best sellers del la lista del New York Times en 1987. Convencer a los médicos de la conveniencia o superioridad de un fármaco es algo más complejo, pero simplemente requiere de otras estrategias de marketing más sofisticadas: los visitadores médicos de las farmacéuticas. Éstos se centran en vender no ya el medicamento, sino una visión propia de la enfermedad para encajar su producto. Así, intentan convencer de que la depresión se puede curar ajustando uno o dos neurotransmisores (típicamente la serotonina en este caso), lo que se conseguiría con este o aquel antidepresivo. Es lo mismo que las estatinas para reducir el colesterol. Cuando la editora jefe del New England Journal of Medicine, Marcia Angell, escribía su artículo ¿Está la ciencia médica a la venta?, usaba exactamente el ejemplo de la psiquiatría. Aseguraba que cuando una revista médica buscaba un psiquiatra independiente sin vínculos con las farmacéuticas para escribir un artículo, resultaba una tarea casi imposible.

La diferencia entre los mensajes comerciales y la realidad científica acerca de los antidepresivos ha llegado a ser escalofriante. Y resulta más que irónico que diversos estudios sugieren que los antidepresivos aumentan el comportamiento suicida en jóvenes, cuando precisamente se supone que previenen esto. Para calibrar la influencia de las compañías farmacéuticas sobre la psiquiatría actual no hace falta más que asistir al congreso anual de la Asociación Americana de Psiquiatría, que no se celebraría sin la inversión financiera de dichas compañías. Éstas no sólo exponen casetas en los pasillos, sino que dictan lo que se dirá en muchas de sus sesiones y que oirán los psiquiatras más importantes de la nación número uno en investigación, desarrollo y ventas de todos los fármacos psiquiátricos, esto es EEUU.

Entre los efectos secundarios de los antidepresivos, posiblemente el mono de dependencia que crean sea uno de los más severos. Las náuseas, dolores de cabeza, insomnio, nerviosismo o aumento de peso son otros frecuentes efectos secundarios de estas llamadas "píldoras de la felicidad". Más que preocupante es el creciente consumo de antidepresivos entre niños y adolescentes. Durante al menos la última década, las farmacéuticas han querido convencer a los médicos de que estos medicamentos también eran efectivos en menores de edad, eso sí, manteniendo en secreto durante mucho tiempo sus ensayos con menores. La alarma de diferentes organizaciones fue tan fuerte que en 2004 la FDA tuvo que convocar varias audiencias para dilucidar la cuestión. En 2003, las autoridades británicas decidieron prohibir la prescripción de antidepresivos para niños.

Entonces, la pregunta es: ¿qué alternativa hay a los antidepresivos? La alternativa natural siempre ha sido y es la hierba de San Juan (con al menos un 3% de hipericina). También sabemos que las poblaciones con niveles óptimos de vitamina D y Omega 3 sufren significativamente menos depresión. La terapia cognitiva suele ser bastante efectiva. Y es que es un problema que los psiquiatras de hoy en día se hayan convertido en gran parte en firmantes de recetas en lugar de médicos que escuchan a sus pacientes, tal como afirma el psiquiatra Daniel Carlat en su libro cuyo título se traduciría por Desquiciado -El problema de la Psiquiatría- Revelaciones de un doctor sobre una profesión en crisis.

En aquellas audiencias que la FDA convocó en 2004 en Washington, uno de los intervinientes fue Tom Woodward, votante fiel del Partido Republicano que se ha dedicado a la causa de denunciar las malas prácticas y negativa influencia de las farmacéuticas. "Nuestra hija Julie estaba emocionada con el instituto y había alcanzado 1.300 puntos en sus tests", contó al iniciar su declaración. Semanas después, debido a pequeños problemas que los padres creían normales en una adolescente, Julie fue diagnosticada con depresión y se le prescribió el antidepresivo Zoloft. Tras una semana tomando el medicamento, Julie bajó al garaje de su casa y se autolesionó. "En lugar de elegir un colegio para nuestra hija, mi mujer y yo tuvimos que elegir un cementerio para ella. En lugar de visitarla en el colegio, ahora vamos a verla a su tumba".

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