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Agapito Maestre

Cambio de régimen o estulticia política

Lo admiten, incluso aceptan que cambie en pleno juego las reglas para ganar, pero dudo de que los votantes del PSOE soporten ganar, cuando todo el mundo sabe que ha sido a través del abrazo con los asesinos. Este es el límite.

La respuesta de Zapatero a los terroristas no deja de ser inquietante por su tibieza y ambigüedad. Otra trampa. Quizá sea verdad que estemos asistiendo a un tira y afloja entre tramposos. Pero soy de la opinión que el nuevo chantaje de ETA al Gobierno pone a éste al borde de la locura. El Plan ETA amenaza con estallarle a Zapatero en su propio rostro de lunático, de enfermo de poder y dominio. La democracia española pagará su enfermedad; de hecho, ya estamos pagando la factura terrorista que la banda le pasa cada día a Zapatero. ¿Cambia en algo este nuevo comunicado de ETA el diagnóstico dominante sobre el principal mal de nuestra democracia? No mucho, pero lo empeora. El diagnóstico de diferentes analistas políticos españoles es coincidente y claro: El PSOE quiere cambiar las reglas del sistema político, o sea, cambiar el sistema político, especialmente a través de su acuerdo con ETA y cambiando subrepticiamente la Constitución con un cambio de estatutos, para instalarse dictatorialmente en el poder por el tiempo que considere conveniente el "nuevo régimen".

Nadie se extrañe por ese afán "hegemónico", por decirlo suavemente, que caracteriza al PSOE, pues que en peores cosas hemos visto envuelto a este partido a lo largo de su dilatada historia. Por lo tanto, quizá sea correcta esta diagnosis del mal político que aqueja a nuestra democracia, pero tiendo a pensar que el PSOE no lo conseguirá por mera estulticia política y, sobre todo, porque aún quedan energías democráticas, aunque me llamen ingenuo, en la sociedad española capaz de enfrentarse a las dosis totalitarias que anidan en el Gobierno socialista.

 En cualquier caso, no seré yo quien discuta el diagnóstico sobre el pretendido cambio de régimen que obsesiona a Zapatero, que buscaría sus bases de "legitimación" antes en la Segunda República que en la Transición. Acaso lo haría más amplio y complejo para buscar un remedio más potente. En efecto, no puedo dejar de suscribir que quien controla las reglas del juego, como es sabido, gana el partido. Tampoco es menos cierto que quien crea unas reglas del juego con trampa incluida, como también es sabido, arrasa al adversario. Y nadie discutirá, aunque esto es menos sabido, que quien controla y manipula las reglas del juego pero las "cambia" de modo ostentoso, cuando va perdiendo, termina matando al adversario para ganar. El Gobierno está empeñado en las tres operaciones; incluso antes de llegar al poder, pues nadie olvide cómo gana el PSOE las elecciones del 14-M, después de una intensa, rara y antidemocrática campaña de acoso y derribo del Gobierno legítimo.

De estos tres escenarios, sin duda alguna, el tercero es el más temible, pero, no nos engañemos, es el más cercano y parecido a la actual situación de desgobierno producida por el chantaje de la banda terrorista ETA al Ejecutivo. Porque la negociación de éste con ETA es oscura, al margen de las instituciones y, por supuesto, del "pueblo". Zapatero puede cambiar las reglas cuando le venga en gana para destrozar o, según el lenguaje terrorista, eliminar a la oposición al PP. En eso estamos. Más aún, el nuevo chantaje de ETA al Gobierno, exigiéndole lo pactado, que a día de hoy ningún ciudadano sabe qué es, puede hacerle pasar de la inquietud al enloquecimiento... Algo terrible, porque ya me dirán quién puede prever con rigor la conducta de un loco político... Nadie.

Aunque el Gobierno esté al borde la locura, y digo esto para no ser tildado de catastrofista, aún no ha conseguido mezclar convenientemente la obsesión por ganar de Zapatero y su ineptitud para conseguirlo, que son los dos principales componentes del venenoso cóctel que el Gobierno nos está preparando con ETA. Esperemos que la desesperación por su ineptitud no conduzca a Zapatero al envilecimiento "criminal" de hacer desaparecer al oponente, al PP. Esperemos que el PSOE aún cuente con el tejido democrático construido en los últimos treinta años, o sea, acuerde algo con el partido de la oposición, respete a sus democráticos votantes y no se entregue a ETA.

Pero todos esos deseos no valen para nada, son vacíos, si el PSOE no se percata de que su peligroso juego ya ha sido captado por sus votantes, que quizá podrían darle la espalda en el 2008. El público del PSOE, desde el más preparado hasta el más entregado a la dogmática socialista, empieza a ser consciente de que este partido quiere ganar controlando y manipulando el juego. Lo admiten, incluso aceptan que cambie en pleno juego las reglas para ganar, pero dudo de que los votantes del PSOE soporten ganar, cuando todo el mundo sabe que ha sido a través del abrazo con los asesinos. Este es el límite. ¿Merece la pena ganar el juego eliminando en público al adversario?

En España

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