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Agapito Maestre

Cinismo apolítico

"Al ciudadano de la calle", insinúa Montilla, no le importa nada que España desaparezca con tal de que no le quiten el mendrugo de pan

Lamentable es la concepción que tiene de España Montilla, porque considera que los españoles no tienen otra preocupación que engordar, o peor, que el gobierno de turno les llene la barriga para no pensar en su pasado, presente y futuro. Según Montilla, la cuestión de España y su desarrollo democrático es un asunto menor. "Al ciudadano de la calle", insinúa Montilla, no le importa nada que España desaparezca con tal de que no le quiten el mendrugo de pan. Esa es la principal y trágica conclusión que extraemos de una entrevista de Pablo Planas al ministro de Industria, José Montilla, en el periódico ABC. He aquí un par de apuntes para estimular su lectura crítica, que estoy convencido les revelará con nitidez las patologías de un político "socialista" al servicio del nacionalismo catalán.
 
Dice Montilla que las reformas institucionales sólo preocupan a los políticos y a los medios de comunicación. Vamos que la idea de nación, o sea de España, es una entelequia sin sentido para los españoles, que sólo están preocupados por recibir subvenciones, martingalas, becas, pensiones, ayudas a las empresas, etc. En verdad, para este señor el ciudadano no existe. El ser humano preocupado por las leyes, las instituciones y el buen gobierno de su nación ha desaparecido, porque hace tiempo que fue reducido a un mero cliente no ya de un Estado más o menos benefactor, que alguna vez respondió al nombre de España, sino de cualquier administración pública. Eliminado el ciudadano español, o peor, convertido en una gran panza llamada "ciudadano de la calle", todo está permitido a los políticos, especialmente a quienes como él, y todo el gobierno socialista, están encargados de reformar las instituciones para satisfacer las demandas nacionalistas de catalanes y vascos: romper el principio de igualdad ante la ley de todos los españoles. O sea, fracturar el Estado de derecho y el principio de solidaridad que da cohesión a España como nación.
 
En fin, un dilema se deriva de las palabras de Montilla. Si "al ciudadano de la calle" no le interesan los asuntos de la reforma de los Estatutos y la Constitución, entonces por qué él está tan interesado en su transformación. O desprecia a la ciudadanía o quiere engañarla. Montilla es el gozne trágico para cerrar el manual dePatología política del socialismo español. El pobrecillo Ibarra quizá sea una nota a pie de página de ese triste libro. Montilla es la triste mediación entre los viejos dirigentes del socialismo español que no soportaban la facundia y estulticia de los nacionalistas y la política meliflua de desmontaje de España de ZP. Montilla es, sobre todo, el principal rodeo para que los votantes del PSOE sigan teniendo buena conciencia de la tragedia: votan a un partido español que desmontará la España democrática, pero lo hará con suavidad y buenas maneras. ¡Y los del PP, ay, jugando al centrismo!

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