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Agapito Maestre

Cinismo y oportunismo

El Gobierno ha elevado a rango político a una banda criminal, pero los medios no saber cómo criticar, orientar y ejercer la democracia de opinión.

Ibarra y Bono gritan contra ETA, pero no muestran ni una sola palabra de crítica contra Zapatero. Es extraño. Las expresiones utilizadas por estos políticos parecen más propias de personas resentidas y llenas de odio que de políticos cabales. Lo dicho por Ibarra y Bono es ruido para disimular su carencia de espíritu de verdad. Sin duda alguna, estas manifestaciones se dirigen más a electorados enfervorizados y fanatizados que a los buenos ciudadanos, que asisten perplejos, casi estupefactos, a la ocultación de lo llevado a cabo por el PSOE, desde 2002, y el Ejecutivo socialista, desde 2004, con la banda criminal ETA. Son manifestaciones que añaden engaño al engaño.
 
Pero, supuesto que respondiesen a alguna realidad, estas declaraciones llegan muy tarde. Todo es impostado. Y, por supuesto, nadie sensato creerá sus peroratas. El ciudadano normal rechaza estas bravuconadas, entre otras razones, porque mientras su jefe político elevaba a la banda criminal a sujeto político, ellos guardaban silencio, es decir, aceptaban la miserable negociación, o peor, la rendición del Estado a las exigencias terroristas.
 
Sin embargo, los medios de comunicación, reducidos casi todos ellos a actuar de terminales mediáticas del Ejecutivo, no sólo les dan todo tipo de cobertura, sino que se niegan a contextualizar esta información. Tratan de ocultar que el Gobierno tiene unas responsabilidades intransferibles por negociar con ETA de espaldas a la instituciones “democráticas” y engañando a los ciudadanos. Pero los medios de comunicación siguen a pies juntillas las consignas socialistas: ahora, ante la posibles convocatoria de elecciones anticipadas, se trata únicamente de resaltar que también existen miembros del PSOE que están más por la persecución de los criminales que por el diálogo. Los medios no comentan ni circunstancian los “espumarajos” conceptuales de Bono e Ibarra, sino que se limitan a seguirlos y difundirlos con espíritu seguidista.
 
Todo ese tipo de estratagemas y mentiras son de sobra conocidas. Pero resulta cada vez más insoportable que los medios de comunicación no sólo no lo denuncien, sino que pasen de contextualizar las noticias, que personajes como Bono o Ibarra generan, para que el ciudadano se haga cargo por su cuenta de lo que nos estamos jugando. He ahí la enésima prueba de que estamos lejos de vivir en una democracia de opinión. Por lo tanto, el Gobierno español está instalado en una gran mentira, pero los medios de comunicación sólo informan selectivamente o, peor todavía,  hacen juicios políticos de carácter sofístico.
 
Así las cosas, el sistema democrático español está hoy, como dice el tópico, más bloqueado que ayer y, si la oposición no se muestra más enérgica, menos que mañana. El sistema de partidos lo invade todo. El Gobierno ha elevado a rango político a una banda criminal, pero los medios no saber cómo criticar, orientar y ejercer la democracia de opinión. El Gobierno ha engañado a toda la sociedad española y los medios de comunicación, con la ayuda inestimable de personajes como Bono e Ibarra, ocultan las perversidades de un Ejecutivo con una única obsesión: perpetuarse en el poder a cualquier precio. En esta circunstancia resulta difícil hallar categorías políticas para analizar lo que está sucediendo. Vivimos tal salvajismo político que necesitaríamos la ayuda de algún etnólogo o “antropólogo” de costumbres, seguramente, más salvajes que primitivas.
 
Mientras aparece ese analista ideal, descalifico moralmente a quien  mantiene que ZP es un hombre con buenas intenciones, que ha “seguido la estela de Aznar en su negociación con ETA”, y exijo, otra vez, la dimisión de Zapatero y la convocatoria inmediata de elecciones anticipadas. El fundamento de mi exigencia es que una sociedad abierta no puede vivir sin patrones morales, y menos aún puede sostenerse con actitudes oportunistas y el cínicas. Quien hace lo contrario de lo que piensa, o de lo que argumenta en un foro público, es un oportunista. Y quien opina lo contrario de lo que hace, sin duda alguna, puede ser calificado de cínico. Políticos oportunistas periodistas cínicos siempre han existido, pero, y eso es lo grave, hoy son dominantes. Más aún, son los principales referentes de sentido, aunque mejor sería decir “sin-sentido”,  de una sociedad cerrada y salvaje.
 
En fin, sólo si mañana apareciesen en la prensa un aluvión de  críticas serias a la conducta inmoral y, por supuesto,  antidemocráticas de Bono e Ibarra, diría que mi diagnóstico sobre el salvajismo político que inunda la sociedad española es falso. Ojala me equivoque, pero creo que el cínico y el oportunista han conseguido elevar sus comportamientos a categorías. Son las principales claves para comprender el ámbito de la política y los medios de comunicación.

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