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Agapito Maestre

Claridad e indeterminación

¿Dejará Zapatero que López gobierne con los constitucionalistas o, por el contrario, se entregará al PNV como en 1986?

Zapatero ha perdido. Eso es claro. Además, un optimista diría que los resultados de estas elecciones significa el comienzo de la caída y muerte de los nacionalistas. Ojalá. La cosa es más complicada. Así, de toda esta historia de las elecciones gallegas y vascas extraigo una conclusión relativamente optimista: el PSOE no sólo no ha conseguido expulsar de la vida política al PP, sino que sale tocado de Galicia. Algo es algo. El resto es para conllevarlo.

La carencia de ideas sugerentes, discursos vibrantes y propuestas llenas de vida ha sido el denominador común de la campaña electoral. Todo ha quedado reducido a palabrería táctica para no incomodar a los posibles electores. Excepto el último mitin de Zapatero, que nos ha vuelto a mostrar su verdadero rostro de populista y sectario, las campañas en esas dos comunidades han transcurrido con más o menos corrección. Pasar desapercibido era la mayor consigna de los políticos. Hacer como si todo fuera normal, aun sabiendo que, en el País Vasco, no hay democracia, y que en Galicia, cada día más por efecto de la coalición de socialistas y nacionalistas, está convirtiéndose en una comunidad crispada y batasunizada.

En ese contexto, el único objetivo de los partidos era la búsqueda del voto útil, o mejor, no perder más votos de los previstos. Se trataba de no incomodar demasiado a la sociedad. Dejarla pastar tranquilamente sin los gritos de la casta política. El caso gallego ha sido paradigmático; los resultados de las encuestas eran tan ajustados que, por un lado, costaba creer que el PP, además de mantener todos los escaños de las anteriores elecciones, consiguiese alcanzar la mayoría absoluta. Se hace difícil, por otro lado, comprender que una coalición de partidos en el poder se deje arrebatar la mayoría, si no es por la mala e ineficaz gestión realizada en estos últimos cuatro años. Es incomprensible que un Gobierno montado sobre el clientelismo no detenga esa sangría de votos. Por este lado, el revolcón que ha sufrido Zapatero es de escándalo.

El caso vasco es diferente, pero había un factor que me intranquilizaba sobremanera. Cuando todos daban subidas espectaculares al PSOE, y una bajada comprensible al PP, es decir, cuando todos creían plausible que la presidencia del Gobierno vasco podría cambiar del PNV al PSOE, los nacionalistas ni se inmutaban. Más aún, el sosiego era tal entre los nacionalistas que, comparado con los comportamientos histéricos e irracionales de los líderes del PNV en las elecciones de 2001 –donde se preveía un Gobierno de coalición entre Nicolás Redondo y Jaime Mayor Oreja– he llegado a pensar que los nacionalistas se guardaban una carta a su favor. Algo sabían que les permitía estar tranquilo. Ese algo, naturalmente, les ha impedido buscar votos, como hicieron en el 2001, hasta debajo de las piedras.

¿Qué era ese algo? Seguramente, el PNV tenía datos fiables sobre dónde podían ir a parar los 9 escaños del PCTV, o sea de ETA. Estoy convencido de que la inmensa mayoría de esos votantes no se han quedado en casa ni tampoco han votado al PNV. Aralar ha sido el principal beneficiario. Porque los de Ibarreche conocían ese dato, y alguno más que al resto de los mortales nos cuesta escudriñar, se han mostrado durante toda la campaña tan tranquilos. Por eso, seguramente, los de Ibarreche no han hecho grandes esfuerzos movilizadores a su favor que, por otro lado, podía perjudicarles. Han preferido jugar a lo seguro. Pero, por fortuna, han perdido. La responsabilidad, ahora, es del PSOE: o gobierna con los constitucionalistas o jamás habrá democracia en el País Vasco. ¿Dejará Zapatero que López gobierne con los constitucionalistas o, por el contrario, se entregará al PNV como en 1986? 

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