Menú
Agapito Maestre

Desmovilización política y demagogia

Entre el caso Gürtel y la demagogia de Blanco, entre la pasividad de Rajoy y el activismo de Zapatero, se nos va la vida política, la vida democrática, por las alcantarillas del poder.

Estoy convencido de que el asunto de Gürtel no le hará perder votos al PP. Por desgracia, la cosa es más grave; el PP, como en el pasado el PSOE, ha acostumbrado a los ciudadanos al escándalo de la corrupción. Las consecuencias de esos comportamientos van más allá de votar a uno u otro partido, las informaciones sobre la corrupción conducen directamente a la población a la desafección política. A la muerte de lo público.

Sin duda alguna, casos como el de Gürtel sumirán a una parte de la sociedad española en la melancolía de una vida reducida a la esfera privada. El desánimo, la desmovilización y la apatía política son los principales elementos de ese terrible síntoma de las sociedades cerradas: muerte de la democracia. En ese escenario no puedo dejar de ver con simpatía ciertas formas de hacer política del PSOE. Sus dirigentes son trabajadores hasta la extenuación del adversario por cansancio. No dan ningún balón por perdido. Por supuesto, me desagrada profundamente el desinterés del PSOE por la nación, o peor, su renovado interés por mantenerse en el poder a costa de romper aún más el país, pero tengo que reconocer que su astucia política es preferible a la dejadez de políticos que se conforman con estar en el espacio público sin tomar decisión alguna.

En otras palabras, en una situación de agonía de lo público, como la que hoy vive España, es preferible el activismo que la pasividad. Reconozco que el PSOE es una máquina a pleno funcionamiento, que anima permanente a los suyos, moviliza hasta el último militante y exige de sus votantes una participación activa en el ámbito público. Ya sé, ya sé que casi siempre rozan los comportamientos totalitarios, pero no me digan que no hay vida, aunque sea para el mal, y esfuerzo en su movilización pública. Hacen política, sí, mientras los otros están en la política. Naturalmente, entre la dejadez clásica del político de la derecha española y el activismo del socialista, me quedo con el segundo.

Por ejemplo, José Blanco, el ministro de Fomento, demuestra todos los días que es uno de los políticos más trabajadores de este Gobierno. Prepara todas sus intervenciones con una gran meticulosidad, e incluso ha conseguido dejar fuera de juego a periodistas avezados en la pregunta incisiva. Ayer, sin ir más lejos, fue entrevistado en la radio y dio todo un recital de ser un tipo que se toma en serio el espacio público-político. Fue tan preparado que dejó con la boca abierta al respetable cuando dijo que Angela Merkel no bajaría, una vez que había ganado las elecciones, los impuestos. Sí, sí, insistía Blanco, Merkel había ganado las elecciones con el eslogan de que bajaría los impuestos, pero una vez en el poder la cosa no sería tan clara y fácil. El personal estaba perplejo ante la respuesta de Blanco; pero, por desgracia, el demagógico ministro tenía razón.

Fue rápido en contestar y estaba mejor informados que los presentes. Nadie fue capaz de replicar al ministro, porque pocos sabían que había sido la propia Merkel quien ya había declarado en la noche del domingo que, de momento, no bajaría los impuestos. En efecto, Merkel había dicho que hasta el 2011 no bajará los impuestos: "Queremos hacerlo en dos pasos. Podría ser en 2011 y 2012, 2011 y 2013 o 2012 y 2013. Esas son las tres posibilidades".

Quizá sea verdad que el "argumento" de Blanco caiga en la demagogia, pero nadie mantendrá seriamente que es demagogia barata y poco trabajada. En fin, entre el caso Gürtel y la demagogia de Blanco, entre la pasividad de Rajoy y el activismo de Zapatero, se nos va la vida política, la vida democrática, por las alcantarillas del poder.

En España

    0
    comentarios
    Acceda a los 1 comentarios guardados