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Agapito Maestre

El autoritarismo de Sánchez

El sistema democrático está en cuestión. El Gobierno de España tiene poca legitimidad de origen y menos de ejercicio.

El sistema democrático está en cuestión. El Gobierno de España tiene poca legitimidad de origen y menos de ejercicio.
Atlas

El sistema democrático está en cuestión. El Gobierno de España tiene poca legitimidad de origen y menos de ejercicio, sencillamente, porque el proceso golpista catalán continúa abierto. Ahora está instalado en la presidencia del Gobierno. Torra, perseguido y juzgado por la Justicia, es tratado con todos los honores por el presidente del Gobierno de España. Pedro Sánchez está dirigiendo el procés golpista con determinación, aunque quizá solo sea el gran Ejecutor de algo que no decide él. Poco importa discutir ahora si Sánchez es un genuino autócrata o un mandado por otros más poderosos, sino reconocer lo evidente: estamos ya en una fase avanzada de un cambio de régimen político, que va de la separación más o menos decente de poderes a su confusión, gracias al trabajo riguroso de desmontaje de la democracia llevado a cabo por Sánchez. La asunción del proceso golpista catalán es un ejemplo relevante, aunque es sólo un caso de mil, de cómo se sustituye el poder democrático por un poder autoritario.

El ejercicio del poder para Sánchez no consiste en otra cosa que hacer desaparecer la sabiduría, el conocimiento y la inteligencia contenida en las instituciones democráticas, construidas en los últimos cuarenta años. Sustitución del saber por la ideología. Sustitución del conocimiento por el engaño. Sustitución de la inteligencia por la palabrería. Sí, la destrucción del saber, primera institución del régimen democrático, se ha llevado a cabo con los mejores instrumentos de los esquemas totalitarios de todos los tiempos. Comunismo y nazismo son los grandes escuelas de la propaganda de Sánchez para instalarse en el poder. Los aparatos ideológicos del Estado y los medios de comunicación están funcionando a pleno rendimiento. La puesta en escena del primer Consejo de Gobierno es todo un paradigma de lo que vendrá. Ya no se informa. Sólo hay propaganda bastarda de todos y cada uno de los ministerios de Estado, que han sido reducido a vulgares soviets e instrumentos de captación de votos para próximas eleciones.

Sí, la destrucción de la institución del saber ha estado y, sobre todo, estará muy bien acompañada por este Gabinete, en realidad, un conglomerado de soviets con una única misión: tejer una red clientelar de votantes que lo mantenga en el poder. No busca otra legitimación que tener un voto más que la Oposición. Los resultados están a la vista. Entre los logros más importantes de Sánchez se cuentan los siguientes: ha hecho desaparecer el PSOE, o mejor, lo ha puesto a su servicio personal; ganó una extraña moción de censura, pues que apenas estaba justificada, por una suma no menos rara de votos separatistas y comunistas; ha logrado ser investido presidente del Gobierno por un extravagante y único voto de diferencia; ha conformado un Gobierno de muchísimos ministerios para diluir los poderes de los ministros en favor del suyo; y, finalmente, ha nombrado fiscal general del Estado a su exministra de Justicia… Todas las acciones políticas de Sánchez bordean los límites de un sistema democrático. Y a veces caen directamente en los usos y costumbres de los regímenes autoritarios.

Quizá la acción más grave de todas en el orden jurídico haya sido limitar, hasta hacerlo desaparecer, las acciones del Gobierno contra los golpistas catalanes. Por ese camino ha logrado que dos de los golpistas se asienten en el Parlamento Europeo. Me temo que pronto sacará de prisión al jefe de ERC a través de una reforma exprés del Código Penal. Sostiene a Torra en la presidencia de la Generalidad. Y así suma y sigue…. ¿Conseguirán algunas instituciones del Estado de Derecho detener este proceso golpista? ¡Quién sabe! Pero no creo que el Poder Judicial ni el Poder Legislativo tengan capacidad para oponerse a un Ejecutivo que determina todo con una virulencia jamás conocida en los últimos cuarenta años. Hasta ahora, mejor que peor, los altos funcionarios públicos de la Administración habían logrado detener con la ley en la mano acciones a todas luces dictatoriales, pero esto no durará mucho, en mi opinión, si los partidos de la Oposición siguen haciendo como si todo fuera normal.

Aquí, en la España de Sánchez, no existe la normalidad, sencillamente, porque no existe autolimitación moral y democrática a la hora de ejercer el poder por parte del presidente del Gobierno. El envilecimiento en el ejercicio del poder es de tal de magnitud que ya muy pocos periodistas se extrañan de lo que está pasando. Todo es narrado con normalidad ovejuna. Las ciento de decisiones extraordinarias, anormales y morbosas que está tomado Sánchez se hacen pasar como normales e incluso democráticas. He ahí el indicio más seguro de que vivimos a las puertas de un régimen autoritario.

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